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Por Andreu Marves→
14. 07. 2023
No es ningún secreto que Pixar atraviesa una crisis existencial. Tras el cierre de su era dorada con “Del revés (Inside Out)” (Pete Docter y Ronaldo del Carmen, 2015), ratificado simbólicamente por la salida del estudio en 2018 del pope John Lasseter por denuncias de acoso sexual, la subsidiaria de Disney ha intentado mantener su vigencia con propuestas que apuntan en direcciones distintas. Desde la continuación de sagas consolidadas en el caso de “Toy Story 4” (Josh Coley, 2019) y “Los increíbles 2” (Brad Bird, 2018) a la renovación de su fórmula clásica por vía de la representación racial en “Coco” (Lee Unkrich, 2017) y “Red” (Domee Shi, 2022), pasando por algunos intentos de abandonar su zona de confort con “Soul” (Pete Docter y Kemp Powers, 2020) o “Lightyear” (Angus MacLane, 2022). Algunos de estos títulos han gozado de mejores resultados que otros, pero ninguno ha dado con la esperada clave del éxito. “Elemental” (2023) no es una excepción, a pesar de sus interesantes altibajos.
La nueva película de Peter Sohn, responsable de “El viaje de Arlo” (2015), presenta un mundo en que los cuatro elementos naturales –fuego, agua, tierra, aire– tienen vida propia, cada uno de ellos restringido a un hábitat determinado. Tan solo hay una utópica megalópolis en la que todos conviven en frágil armonía: Ciudad Elemento. Los padres de Candela, la ígnea protagonista, emigran allá con la intención de montar una tienda de la que su hija se encargará algún día; una probabilidad remota dadas las constantes (y literales) explosiones de ira que Candela experimenta en su trato con los clientes. Es entonces cuando aparece en su vida Nilo, un acuático niño bien que amplía sus horizontes al mismo tiempo que pone en peligro la continuidad del negocio familiar.
Las influencias de “Elemental” resultan evidentes desde la misma sinopsis: de una parte “Zootrópolis” (Byron Howard, Rich Moore y Jared Bush, 2016), de la que toma su escenario tipo Torre de Babel y la consecuente construcción de una mitología propia con una ligerísima vis política, la cual incluye menciones a problemáticas como el desastre climático o la guetificación; de la otra “Red”, con la que comparte el tropo del hijo de migrantes que lidia con un complejo legado familiar. Sin irnos muy lejos, también era el caso de “Encanto” (Jared Bush, Byron Howard y Castro Smith, 2021). El principal problema de “Elemental” reside, precisamente, en su gran dificultad para conciliar estos dos movimientos inversos, uno hacia el exterior social y otro hacia el interior familiar, resultando en ambos frentes un remedo superficial de sus referentes. La sobreabundancia y dispersión de ideas afecta tanto a la temática del filme como a su narrativa, con subtramas sin resolver, digresiones innecesarias y un clímax que, a pesar de su efectividad emocional, no se halla orgánicamente unido al resto del argumento. El resultado es una trama que se sigue con interés intermitente y escasa perspectiva de lo que trata de contar en su conjunto.
En contra de sus desatinadas ambiciones, quizá aquello que mejor funciona en “Elemental” sea lo más simple: su núcleo emocional, una historia de amor entre dos individuos de extracciones diferentes, el cual pone en cuestión las estructuras sociales de su mundo, comenzando por la familiar; un absoluto cliché salvado por las dinámicas de la simpática pareja protagonista, pero sobre todo por la vistosa traducción figurativa de esa relación entre opuestos como una interacción entre diferentes elementos naturales. En este sentido, da la sensación de que Pixar no confía en su propia y notable propuesta estética, que de su sencilla premisa extrae un escenario hermoso y vívido, repleto de interesantes juegos lumínicos y atmosféricos –la escena más bella del filme es una danza subacuática en la que confluyen todos los elementos–, con el acompañamiento de una ecléctica banda sonora de timbres surasiáticos. En una era en que los reyes indiscutibles de la animación son los filmes de Spider-Man y los animes de Makoto Shinkai o Mamoru Hosoda, Pixar no termina de abrazar la capacidad del medio para recrear mundos fantásticos y ofrecer un espectáculo total, libre de ciertos lastres narrativos. Si esa es la lección que aprender de “Elemental”, entonces habrá sido una experiencia provechosa. ∎
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