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Desentrañar los motivos de la enorme repercusión que ha tenido la season finale de “Line Of Duty” (Jed Mercurio, 2012-) exigiría una pesquisa tan tortuosa como las acometidas por los detectives de asuntos internos que protagonizan las intrigas de la serie. Las primeras pistas, no obstante, apuntarían a que sus creadores han conseguido una fórmula muy bien calibrada para ofrecer algo a cada tipo de público posible sin enajenar al resto. La serie nació con la ambición clara de brindar una versión británica de “The Wire” (David Simon, 2002-2008), adoptando su mismo naturalismo para retratar los entresijos burocráticos, trabas procedimentales, interferencias políticas y connivencias con el hampa de la práctica policial contemporánea en el Reino Unido. Aun así, la atención obsesiva a sus trámites, jerarquías, métodos y jergas no va en detrimento de los recursos clásicos del thriller criminal, yendo con cuidado, eso sí, de evitar sus clichés más churruscados.
Así, “Line Of Duty” se apoya en tramas laberínticas, abruptos giros argumentales o finales en suspenso, pero rara vez hasta el extremo que satirizó Charlie Brooker en “A Touch Of Cloth” (2012-2014). Cuenta con rasgos de estilo autorales –el más relevante, las dilatadas escenas de interrogatorio que sirven de clímax a tantos episodios–, pero carece de radicalismos formales que puedan espantar al espectador más convencional. Ofrece una mirada tan torcida como la de “The Shadow Line” (Hugo Blick, 2011), pero sin alcanzar su estilización glacial. Comparte con “Happy Valley” (Sally Wainwright, 2014-) una atmósfera vidriosa y una tensa administración de la acción, pero no su desbordamiento dramático. Traza conexiones con referentes de prestigio, con la seminal “Between The Lines” (1992-1994) de Tony Garnett a la cabeza, mas no cae en la tentación de la metaficción. E incluso su caracterización del paisanaje más viciado de las comisarías no desentonaría en “Life On Mars” (Matthew Graham, Tony Jordan, Ashley Pharoah, 2006-2007), aunque se detenga en este caso unos pasos antes de la caricatura. Y todo ello cimentado en uno de esos elencos solventísimos que la escena actoral británica siempre es capaz de proveer y con refuerzos propios de épocas más felices para la televisión generalista, como la incorporación regular al reparto de estrellas invitadas.
Aun así, tengo para mí que este calculado despliegue de virtudes no hubiese sido suficiente para convertirla en un fenómeno si el contexto no hubiese jugado tanto a su favor. Sin embargo, Jed Mercurio, el showrunner que ya había gozado del favor de crítica y público con sus obras sobre la descomposición del sistema nacional de salud –“Cardiac Arrest” (1994-1996) y “Bodies” (2004-2006)–, ha añadido a sus méritos como guionista el don de la oportunidad. Baste constatar que el gran salto en audiencias de “Line Of Duty” se produjo con su paso del segundo al primer canal de la televisión pública en marzo de 2017, pero también en el momento exacto en el que tuvo lugar el referéndum sobre el Brexit.
Y no parece casualidad que, justo cuando el electorado británico acababa de decidir que la Unión Europea era un eslabón débil en la reorganización geopolítica del mundo y que, por lo tanto, más valía tomar un camino propio para defender su democracia de marasmos burocráticos y retornos del autoritarismo, una serie que cuestiona si esos mismos defectos no han permeado ya sus instituciones cautivase la imaginación del respetable como no lo había hecho ninguna otra ficción en lustros.
Las réplicas isleñas a las protestas por el homicidio de George Floyd durante su arresto y las sombras que el hecho proyectó sobre las fuerzas del orden solo afianzan un marco en el que estas interrogaciones parecen pertinentes. Aunque, quizá todavía más crucial, les da una respuesta reconfortante (se diría que incluso a su pesar): sí, el sistema tiene mucha cochambre y la entropía no para de crecer, pero es posible que el Reino Unido todavía disponga de una pequeña reserva de tipos íntegros, audaces y pragmáticos que, como siempre ha ocurrido en sus horas de congoja, se crezcan en la adversidad y salven la situación. ∎