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Contaba Albany en una entrevista de ‘El Bloque’ que empezó a grabar música por aburrimiento y para reírse de su hermano, pero unos años más tarde se ha convertido en una de las voces más interesantes de la nueva hornada de artistas de lo que se ha dado en llamar la escena urbana: ha ido por libre desde el principio, grabando canciones que lo mismo te dan ganas de perrear que de abrirte las venas en canal. Así de versátil es Albany y por supuesto también lo es su última mixtape, con la que viene a reclamar el hueco que le corresponde.
La carrera de Alba lleva avanzando con paso firme desde que en 2015 comenzó a subir a YouTube temas que ella misma no se tomaba muy en serio, pero en los que ya se veían algunas de las características que siguen presentes en su obra y que la distinguen entre muchos: irreverencia, capacidad para apropiarse de varios géneros y una tristeza subyacente que a veces le ha valido la etiqueta de emo trap. Entre esos primeros pasos y la mixtape que nos ocupa, ha habido varios singles, EPs y el largo “Alcohol & Sullivans” (2019), con una sensibilidad muy cercana a la de sus primeros trabajos.
La nueva mixtape contiene algunos títulos que ya había sacado en single, como el redondo “Final Fantasy Love” o ese “No estoy bien” que lleva el inconfundible sello melancólico de Albany pero en el que se escuchan unas bases más complejas de las habituales. En la misma línea está “Un par de lágrimas” (con la colaboración de EJ Marais), que entronca con los cortes del EP “Who Needs People” (2018) y en los que da vueltas una vez más a asuntos como las inseguridades o la infidelidad. En “No creo en el amor” (con Lucid Eyez) se saca de la manga un perreo triste y vengativo en el que aúna su faceta lúdica con la más melancólica. Tampoco pasa desapercibido que haya logrado reunir en un mismo trabajo a dos figuras tan antagónicas como Yung Beef o C. Tangana (que quizá se ha propuesto figurar en todas las mixtapes de este 2021), el primero en “Chica fantasma” (era cuestión de tiempo que ambos trabajasen juntos: comparten sensibilidad y coordenadas estilísticas) y el segundo con “Bebé”, con producción de LOWLIGHT, que funciona sorprendentemente bien y que parece llamado a bailarse aunque sea en casa. El resultado es una mixtape redonda, en la que no sobra ni falta nada, y que nos habla también de una artista en busca de una voz propia. ∎