La inspiración, escribió Sergio Pitol en “El mago de Viena” (2005), es el fruto más delicado de la memoria, algo que
Daft Punk siempre han tenido muy presente. A partir de una visión fragmentaria del pop inyectada de indie, techno y hip hop, Thomas Bangalter y Guy-Manuel de Homem-Christo revisaron el house de Chicago en
“Homework” (1997) y pivotaron hacia el garage neoyorquino en
“Discovery” (2001) para definir la morfología de la actual EDM norteamericana: sintetizadores filtrados, bombos comprimidos y voces autotuneadas hasta el paroxismo. Un capital de credibilidad que, tras una década salteada de referencias poco afortunadas, el dúo parisino ha invertido en la exuberante arquitectura de su nuevo álbum, opus mágnum que, ya desde el título (tipografía de “Thriller” incluida), reflexiona sobre los recuerdos, ese borgiano montón de espejos rotos que nos hace imperfectamente humanos.
Nostálgica recreación del futuro que preconizaban las producciones de finales de los setenta y principios de los ochenta,
“Random Access Memories” no es tanto un tributo genérico al funk, la disco music y el prog rock como a quienes lo hicieron posible. Entre ellos, Nile Rodgers (Chic), elevando con sus
riffs la bola de espejos que proyecta el falsete de Pharrell Williams en
“Get Lucky” y
“Lose Yourself To Dance” y urdiendo junto a otro guitarrista legendario, Paul Jackson Jr., la trama del vivificante movimiento de apertura.
También Paul Williams, autor del score de “El fantasma de la ópera” (Brian de Palma, 1974) y vocalista aquí en
“Touch”, un verdadero tour de force con coro infantil, guiños Salsoul y vistas a Broadway. Y por supuesto, Giorgio Moroder, sujeto de un minidocumental hagiográfico orquestado con Moog y emoción. Ellos son los verdaderos protagonistas de un canto a la grabación analógica donde Julian Casablancas y Panda Bear se reconcilian con los fans de, respectivamente, The Strokes y Animal Collective. Una obra excesiva, apasionada y pelín flácida en su maridaje con Steely Dan, Alan Parsons y Pink Floyd, pero un disco que, tiempo al tiempo, tardaremos en olvidar. ∎