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Enric Montefusco debutó en solitario con “Meridiana” en 2016 rompiendo lo que de él se esperaba, viniendo de donde venía: el grupo Standstill, una formación de rock ¿sinfónico? y puesta en escena teatral, sobre todo en sus dos últimas entregas, “Adelante Bonaparte” (2010) y “Dentro de la luz” (2013) .
Con “Meridiana” y su posterior ¿secuela?, “Diagonal” (2019), se presentaba como extraordinario cantautor que fusionaba lo emotivo y personal con lo social. Después algo crucial cambió en sus circunstancias: ha sido padre (por partida doble, sucesiva y rápidamente; no se trata de mellizos o gemelos) y lo que hasta entonces se podía considerar prioritario, su compromiso social, pasaba a un segundo plano. Más que mirar a su alrededor quería mirar a su interior: qué podía hacer él para ser mejor persona, para transmitir a su descendencia los valores que él considera fundamentales. De esa búsqueda introspectiva ha nacido “Viaje al centro de un idiota”, un álbum de cincuenta minutos de duración dividido en dos partes, “Infierno” (ocho canciones) y “Purgatorio” (cinco), que se elaboró primero como espectáculo teatral (en julio de 2021 en el Grec de Barcelona) antes que disco.
Montefusco no solo es un gran melodista (su facilidad para crear piezas apasionantes de sencillez melódica inmarchitable es legendaria), sino que es un escritor potente al que se entiende. Lo que escribe y cómo lo canta. Y este disco es un ejercicio desgarrador para exorcizar culpas heredadas y hacer que esa espiral infinita de destrucción y dolor deje de transmitirse en el ADN. Para la parte más oscura Montefusco ha contado con la colaboración de Nico Roig (ya estuvo en “Meridiana”), ofreciendo sonoridades netamente electrónicas, mientras que para lo que pretendía ser más luminoso quiso los arreglos de cuerda del Quartet Brossa. Montefusco ha explicado que en su deseo real figuraba ofrecer otro juego de dicotomías. La que se estableció entre “Meridiana” y “Diagonal” ahora se convertiría en “Infierno” y “Cielo”. La primera canción que hizo para la segunda parte fue “Como en los cuentos”, “que habla de los momentos en los que yo más cerca del cielo me he encontrado, paseando por el bosque con mi hijo y estando con él –ha dicho en ‘Everlong Magazine’–. Coincidió con la pandemia y salíamos cada mañana al bosque, sin nada más que hacer. Era como un lugar fuera del tiempo y de toda la locura en la que vivimos. Solo había una persona pura, un lugar limpio y amor. A partir de ahí quise contraponerlo a toda la mierda del ‘Infierno’, lo que pasa es que no tenía mucho más material para hacer el cielo (risas). En cambio sí que tenía mucho material de alguien que se ha ido al campo a intentar rehacer su vida con otros parámetros, pero que se da cuenta de que no es tan fácil, y que está en ello. Eso se parece mucho más al purgatorio que al cielo”.
La parte “Infierno” puede resumirse en “La escalera oscura”, un tema que, antes de iniciar la parte cantada, ocupa su primera mitad con un texto hablado sobre un muy tenue colchón sonoro que muestra reflexiones muy dolorosas que han dado lugar a su existencia y recuerdos: “Tú eres un idiota / Tú eres un hombre de paja / Tú eres yo / Tú eres mi sombra / Tú eres un monstruo […] / Tú eres la abuela que enloqueció / Tú eres la guerra que hizo pasar hambre a los nueve hermanos de mi abuelo / Tú eres la cabeza gacha del campesino que llega a la ciudad […] / Tú eres el miedo de mi otro abuelo cuando vinieron a buscarlo para matarlo […] / Tú eres todos los antidepresivos de las tres generaciones con las que he convivido / Tú eres el daño que haré a mi hijo / Tú eres mi culpa disfrazada de enfado / Tú eres el fracaso disfrazado de éxito”. Son apenas extractos de un poema que sobrecoge en su recitado, sabiendo, además, que extractarlo no deja de ser un sacrilegio, por la enorme carga emotiva puesta en él.
Hay más fragmentos recitados en los que la música es casi incidental, como en el cine, que trepanan al oyente con su intensidad. Pero la música no es, en absoluto, accesoria, sino incuestionablemente acertada dado el carácter eminentemente conceptual del disco. De sonoridad mayoritariamente melancólica hay, en cambio, un tema, “El sandunguero”, muy breve, un minuto y catorce segundos, en el que los ritmos latinos sirven para desengrasar un mantra repetitivo: “Voy tan cargado de culpa / Voy tan cargado de culpa / Voy tan cargado de culpa / que puedes hacerme bailar”, repetido cuatro veces, cambiando en dos de ellas “bailar” por “cantar”. Imagínatelo con un ritmo como de cumbia y te harás una idea de por dónde van los tiros…
“Épica neurótica”, es, quizá, lo más parecido a un single. Está construido en torno a un eje musical circular que recuerda mucho, muchísimo, a las composiciones en espiral de Philip Glass de los años 70 y principios de los 80. Este tema da paso a “Bendito”, una especie de nana con uno de los textos más íntimos del álbum, en el que se incluyen los versos “No cabías en tu familia / No cabías en tu grupo de amigos / No cabías en las calles de tu ciudad […] / Y salías por la ventana y volabas / por encima de tu casa / por encima de los campos”. “Viaje al centro de un idiota” es un enfrentamiento psicológico con sus traumas familiares y la carga de frustraciones y fatalismo existencial (“el hombre es un ser para la muerte”, que decía Heidegger) inculcadas hasta las capas más profundas de su mente. Está claro que los mensajes que se lanza a sí mismo en el disco –“eres un hombrecillo” o “eres un idiota” se escucha, entre otros monólogos interiores– son los opuestos a las recomendaciones de los psicólogos: “lánzate a ti mismo mensajes positivos”.
El “Purgatorio” lo es porque no ha llegado a ser el “Cielo” al que aspiraba Montefusco y que se decidió a rebautizar con el título que tiene ahora, pero sí es notorio que, con el brillo de los arreglos de cuerda protagónicos, respira un aire mucho más ligero, tanto en textos como en músicas, que la media hora de desasosiego inicial. El autor no es alguien que entienda la música como pasatiempo, sino como catarsis, y estas últimas canciones sirven para mostrar un hálito de optimismo. En “Piel roja”, el tema con que concluye el álbum, por ejemplo, lo que se escucha es “El hilo aguantará / El hilo aguantará y te salvará / Siempre te salva”, finalizando con otro mantra, este positivo: “No te olvides / Eres grande”.
Hay que reconocer, sin embargo, que Enric Montefusco no se lo ha puesto nada fácil a quien lo conociera por “Todo para todos”, “Flauta man”, “Adiós”, “Quien abre camino” o “La primavera”. Incluso va más allá del espíritu circunspecto de “Uno de nosotros”, “Obra maestra” o “El riu de l’oblit”. No hay hits, pero hay mucha más ligereza que en las músicas de otros grandes representantes de la Gran Belleza Triste como Matt Elliott o Low. ∎