Siete años ha necesitado
Fatoumata Diawara, la más dulce y envolvente de las cantantes malís, en dar continuidad a ese
“Fatou” (2011) con el que se estrenó en solitario, tiempo que la africana ha aprovechado para involucrarse en incontables proyectos, reforzar
alianzas con el pianista cubano Roberto Fonseca y preparar un nuevo trabajo que, una vez más, ejerce de robusto y majestuoso puente entre el pop y las músicas africanas.
Un cruce de caminos y referentes culturales que Diawara aprovecha para reflexionar sobre la inmigración y la identidad africana y denunciar prácticas tan cuestionables como la prohibición de matrimonios entre personas de diferentes etnias. Inquietudes poco aireadas en este hemisferio que la cantante sirve en bambara –con ocasionales incursiones en inglés– mientras envuelve sus palabras en aterciopelados recipientes de sedoso afropop, estilizado soul y blues del desierto moteado de guitarras en espiral.
Una delicia que trasciende el exotismo de la world music con pellizcos de R&B a la africana como
“Kanou Dan Yen”, refinados y frondosos acercamientos al folk como
“Mama” y arrebatos de funk colorista como
“Bonya”. Un viaje de ida y vuelta entre continentes en el que la voz de Diawara, especialmente expresiva en el soul terroso de
“Dibi Bo”, ejerce de privilegiada brújula y deslumbrante faro para iluminar el camino a seguir. ∎