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El acrónimo KOA II (King Of Amapiano) indica que se trata de la continuación de “I Am The King Of Amapiano: Sweet & Dust” (2020), el disco que entronizó el nuevo estilo sudafricano del amapiano. Palabras mayores, pues, de Kabelo Petrus Motha, alias Kabza De Small, un prolífico DJ y productor que aparece en la portada ataviado cual Stevie Wonder del amapiano, con dreadlocks de fantasía, dando a entender que su sonido se ha sofisticado. Sin perder un ápice de la calidez cósmica marca de la casa, los temas evolucionan hacia parcelas de afrosoul, con proliferación de filigranas corales, beats minimalistas y featurings de gran nivel, que dan a “Eningi” el calificativo de soul moderno, espiritual y groove, tribal y de club.
Ningún tema baja de los seis minutos, ya que todos necesitan introducciones y codas con pianos eléctricos y percusiones, como la de “Ubumnandi”, con la voz de terciopelo de Nia Pearl, sobrevolando un colchón sintético de gruesos bajos; afropop etéreo, de tempo ralentizado, entre un edén coral. Cada tema es un portento de vocalese, con unas florituras, como las de “Xola”, que recuerdan que estamos en el país de las Mahotella Queens y los Ladysmith Black Mambazo. En este último tema destaca la presencia de Young Stunna, un cantante protegido que repite en “Bathini”, otra dosis de funk sideral, llena de burbujeantes sintetizadores y bajos resonantes, conectando con la añeja música disco y proporcionando nuevos grooves, que siempre demandan un desarrollo instrumental, esencia de ese sonido de teclados que flotan y percusiones chispeantes. Embates directos como “Azkhale” y su soul electrónico, enfatizado por la voz de crooner de Daliwonga. Suena cool y elegante, a música de salón selecto, chorreando colaboraciones por todos lados, en una muestra de gran poderío.
El neosoul lisérgico del amapiano se despliega en todo su esplendor en la compungida balada “Isoka”. Porque antes del ritmo está el alma, como el espíritu acid jazz que se impone en “Ngyamthanda”, con magnificencia afro y siempre haciendo de las voces un pilar fundamental, que conecta con la pureza de los coros de la iglesia, el rito de la tribu y las formas de la música de club; que suena espiritual y profana a la vez, electrónica y llena de ornamentos vocales, repetitiva y también muy melódica.
Un nuevo sonido que conecta con el añejo house, en cuanto a estructuras rítmicas se refiere, y que evoluciona hacia estados de trance contemporáneo, como el que propone la hipnótica “Rekere 2”, de nuevo con el piano eléctrico marcando el lado space de un tema que por otro lado es pura exótica; el efecto estereofónico de la mezcla te sitúa en la jungla justo antes de adentrarse en “Mutserendende” y su dub afropop, con unas voces que conectan con los ancestros y desprenden halo futurista. La magia del estudio aplicada a una rica tradición en una fórmula en la que no falta su socio DJ Maphorisa –se les pudo ver, a ambos, en el último Sónar en una sesión de amapiano histórica–, que aparece en el afrosoul progresivo “Skeem Saam”, a mayor gloria de la profunda voz de Ami Faku. Los bajos gordos y los sintetizadores fríos dominan esta especie de neohouse tribal y a la vez galáctico; como el latido que golpea desde el inicio en “Bawo”, con el Fender Rhodes en clave ambient, antes de entrar en una invocación vocal que tiene aura celestial, dando cancha a las voces femeninas emergentes Nobuhle y Yallunder para demostrar el grado de sofisticación del amapiano.
Y la generosa duración del disco, con dieciocho temas, también permite descubrir buenas dosis de experimentación, como la que propone “Mshini”, que parece un cut-up hip hop sobre fondo dadaísta, con la intervención, entre otros, del afamado rapero sudafricano Kwesta, mostrando el lado más oscuro y nocturno del estilo; hasta parece que suene una especie de grillo entre la sinfonía percusiva. Estas percusiones batidas, que no se sabe bien si son orgánicas o electrónicas, son el signo distintivo de un género que debe mucho a la rica tradición vocal sudafricana –con el lírico deep afrosoul del cierre “Liyangishonela” destacando– en un nuevo peldaño del amapiano que muestra una ambición y unos logros nunca vistos hasta ahora en el género. Y el prolífico Kabza De Small, también mitad de los Scorpion Kings, ya debe de estar inmerso en una segunda parte que esperamos con atención, mientras bailamos en la discoteca sin gravedad de la nave espacial que pilota este maestro del sonido. ∎