“Caroline Says I” se edifica sobre un ritmo vivo y un estribillo perfecto situado entre un coro y una cuerda deslumbrante. La canción más alegre del disco. Tras ella, y cerrando la primera cara,
“Oh, Jim”, un ritmo zigzagueante presidido en este caso por vientos y un estremecedor susurro final de guitarra acústica-voz.
“Caroline Says II” abre la segunda cara. Versión de “Stephanie Says”, tema de la época Velvet localizable en “VU” (1985) que con leves caricias de cuerda supone la antítesis de su primera parte, porque si allí era la alegría contenida, aquí la belleza se transmuta en añoranza distante.
Pero el latido rockero se recupera en
“How Do You Think It Feels” con un brillante
riff de guitarra.
Los dos momentos más sublimes del disco se esconden al final:
“The Bed”, merecedora de la voz de Mo Tucker o Nico, alcanza su punto álgido en el cierre de coros auténticamente wagnerianos, y
“Sad Song” es una canción genial en un cruce de caminos: pop, rock, lírica, minimalismo… con versos como:
“Mirando mi álbum de fotos / Ella se parece a Mary, Reina de los Escoceses / Me parece bastante majestuosa / Eso solo demuestra cuánto puedes equivocarte…”. En la edición española primigenia, la disposición de las canciones es el aquí reseñado, pero en la copia extranjera original, “How Do You Think It Feels” se sitúa en la cara A –entre “Carolina Says I” y “Oh, Jim”– y en su lugar aparece una escalofriante canción,
“The Kids”, que la censura española mutiló estúpidamente: sobrecogedor y desazonante poderío de la tristeza sin fin que destila todo el disco.
“Berlin” significó alcanzar una cumbre, o más bien un fondo, justificando una leyenda a la que se recurre bastante últimamente tan solo por una razón: su grandeza. Cuestión de realismo crudo y desnudo.
Una obra de arte músico-lírica. Un disco de valor inestimable, de canciones influyentes y de cualidades inenarrables. ∎