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Paul St. Hilaire regresa a la actividad con “Tikiman Vol. 1”. “Unspecified” (2003) y “Adsom. A Divine State Of Mind” (2006) son sus dos álbumes anteriores, que se suman al EP “Nah Ina It” (2013). Una obra escasa en solitario para el hombre antes conocido como Tikiman, apodo artístico que abandonó por problemas legales –barruntamos que por disputas con alguna marca relacionada con la cultura polinesia Tiki– y que ahora rescata entre el desafío, cierto sentido del humor y un toque de esperanza, ya que es posible que con el título anticipe un segundo volumen.
Como Tikiman, lo hemos conocido ampliamente en el ámbito del deep-space-techno-dub por sus colaboraciones con Rhythm & Sound –Mortiz Von Oswald y Mark Ernestus, o sea, los hombres de Basic Channel–. Con ellos publicó, entre otros, el recopilatorio “Showcase” (1998), todo un clásico del género. St. Hilaire también ha venido participando durante la última década con gente como Deadbeat, Modeselektor y Rhauder. Más esporádicamente con Stereotyp o Larry Heard/Mr. Fingers.
El microcosmos sonoro de “Tikiman Vol. 1” no revela muchas sorpresas. Pero esto es lo único –ligeramente– negativo que se puede decir del álbum. Un disco de apenas nueve canciones cuidadosamente escogidas, esto parece evidente. Lo interesante aquí es cómo utiliza los recursos de dub en sus muchos avatares y los hibrida con otros elementos. Un buen ejemplo de esto es “Keep Safe”, un corte que aúna sentimiento góspel, coros soul, dancehall zaherido con guitarras metal, piano jazz y bajo sutil. Una auténtica maravilla.
El dominiqués –St. Hilaire es un barítono oriundo de Grand Bay, localidad situada al sur de la paradisíaca isla caribeña de Dominica– se nos presenta ahora como un músico total, quizá tratando de superar la imagen que se tiene de él como vocalista de carácter en discos más o menos ajenos. Desde el distrito de Friedrichshain-Kreuzberg en Berlín, ciudad a la que se mudó a mediados de los años noventa, ha elaborado un álbum humeante a base de instrumentos caseros y “hardware vintage” –¿ordenadores viejos?–, más cercano al ambient dub de Rhythm & Sound que a sus anteriores discos en solitario, algo más roots. Pero “Tikiman Vol. 1” no se limita a replicar sin más los patrones del techno downtempo. Su escucha es un viaje emocional, de ida y vuelta, entre las Antillas Menores y la capital teutona, variado y cadencioso, repleto de groove impenitente –cómo no– y de elegancia minimalista, con efluvios jazz-dub-house oleaginoso trufados de refrescantes sonidos oceánicos. Una aventura sónica no siempre submarina, pero sí de muchas leguas aunque se haga corta, que hipnotiza y entusiasma sin esfuerzo –escuchen cosas como “Little Way”–, tan solo dejándose llevar. Triunfal. ∎