Según los datos de los que disponemos, la primera inmigrante china de la historia llegó a EEUU en 1834. Se llamaba Afong Moy y salió de China en uno de los muchos barcos que atracaban en el puerto de Cantón tras el radical cierre de fronteras que impuso el emperador Qianlong ante el creciente proceso de aculturación occidental que amenazaba con pervertir la esencia del pueblo chino. La inscribieron en el pasaje como “Auphmoy” en una confusión fonética, y vivió toda su vida en USA como “La Dama China”, siendo exhibida para la sorpresa y el entretenimiento exótico de los estadounidenses por su idioma, sus ropajes característicos, el uso de palillos y unos pies pequeños resultado del vendado tradicional, una práctica impensable para las clases trabajadoras.

Todo esta historia, en fin, habla del esencialismo y los problemas que acarrea, y tan esencialista es la autárquica idea de poder bloquear una cultura a cualquier tipo de influencia exterior como el hecho de reducir toda la suma de identidades diferentes que compone una cultura a unos pocos rasgos comunes y genéricos, tópicos, y pese a que las categorías sean naturales a la cognición humana y en ocasiones útiles para los procesos de comprensión. Este es, por supuesto, el debate que ocupa el centro de “Afong (Mordió la mano del amo)”, un trabajo en el que Putochinomaricón da respuesta en forma de canción a las inquietudes sobre las que ha estado reflexionando durante el último año y que ya expuso, en parte, en su última entrevista para Rockdelux: visibilización contra comodificación, contenido contra estética, proposición contra superficialidad, inmigración emocional, los límites sociales del mestizaje, las naturalezas hegemónicas y cómo cambian según la percepción, la exploración de lo técnico, del glitch, de lo abstracto, para tratar de definir la identidad.

El subtítulo, o título aclarativo, “Mordió la mano del amo”, da de hecho con otra de las claves: muchos artistas a los que se presupone disidentes se expresan finalmente en términos y lenguajes hegemónicos –ya sean J Balvin o BLACKPINK, por ejemplo– porque, como repito siempre, el gran secreto del capitalismo es su capacidad para asimilar y neutralizar, así, las distintas disidencias. “Unidimensional / Narrativa impersonal / Pseudo altruista / Haciéndolo todo por la capital social / Pura estética / Sin ética”, dice en la maximalista “íntró (éstádó cónstánté dé críngé)”, sentando muchas de las bases que luego se irán desarrollando con precisión quirúrgica y sin demasiadas palabras.

Mucho más enfocado en la parte musical que en su anterior trabajo, que visto ahora sirve para entender las inquietudes en torno a las que se está construyendo esta nueva etapa, “Afong” investiga más el aspecto conceptual y representa la cara experimental de los proyectos que tiene Chenta Tsai para este 2023, que se completarán en algún momento con la fealdad electroclash de “Pasadas de moda”. Es un disco abstracto y deconstruido, como demuestra especialmente “ántífá káwáíí / nárrátívá”, pero que se encuentra lejos del feísmo y está enfrentado desde una posición puramente pop. Que incluye interludios de la poeta, periodista y activista Paloma Chen y de la también poeta, escritora, humanista y meditadora Berna Wang para profundizar en la identidad y en la mudanza entre breaks frenéticos de batería, glitches, sutiles pinceladas de nightcore, jungle o digicore y bombos distorsionados de hardcore techno.

La idea del choque cultural y de la visibilización a través de los tópicos se convierte en la protagonista de la segunda parte de “ámóré (ábró híló - té ódíó) / chínító dé ámól” a través de un riquísimo e hiperactivo fondo musical que incluye el mítico “Oriental Riff”, una construcción occidental de orígenes imprecisos que representa bien la forma en la que las simplificaciones alcanzan el ridículo. Y en su primera parte se asoma una melodía silbada que más adelante regresará en forma de sintetizador para vertebrar la juguetona “mámá hé mátádó á ún sím”, que termina con una estrofa cantada en simlish, el lenguaje que utilizaban los famosos “The Sims” del videojuego de Maxis y Lui Barthelet, publicado en el año 2000.

Plagado de referencias como la Gallina Caponata y comparando la volatilidad de las modas con los cambios de gusto de los hummus alternativos del Mercadona –en “pólly dé hácéndádó / lá gállíná cápónátá”–, incluyendo incluso ese mix entre ranchera, cabaré y libre seguidilla que es “dé dóndé víénés / ní dé áqúí ní dé állá”, con gusto a un Rodrigo Cuevas hyperpop, Putochinomaricón rompe todos sus propios límites y ofrece en esta mixtape de menos de 20 minutos su mejor trabajo hasta la fecha, haciendo de la tierra de nadie, de la ambigüedad y de la mezcla su propia frontera. “No preguntes por qué, yo tampoco lo sé / Yo extranjera perpetua seré / Condenado a ser ni así ni asá / Ni de aquí ni de allá”, canta. Hay una escena en “Aftersun” (Charlotte Wells, 2022) en la que Callum, el protagonista, le dice a su hija que siempre está ese sentimiento de que una vez que abandonas el lugar en el que creciste ya no vuelves a pertenecer completamente a él. Y es que la diáspora solo se entiende en primera persona. ∎