Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
El EP que nos presentó a Queralt Lahoz hace un par de temporadas, “1917” (2019), tenía mucho de aviso. Nos ponía sobre la pista de una cantante interesada en establecer diálogo con sonidos de ayer, de hoy, de siempre. Y nos mostraba a la catalana como hábil conversadora, de las que tiene mucho que decir pero también sabe escuchar. Hip hop, son, flamenco y copla alimentan el discurso que ha ido forjando durante años, mientras adquiría experiencia en De La Carmela, manejando un repertorio próximo a las tradiciones latinoamericanas.
No resulta extraño que la primera voz que escuchamos en “Pureza” sea la de Mayte Martín, una artista con visión panorámica que entiende los géneros como puntos de partida que multiplican las posibilidades, no como espacios estancos sometidos a un permanente toque de queda. Martín comparte la intro “Origen” con muestreos de Lola Flores y Mercedes Sosa, bosquejando un mapa de influjos en el que también caben Gata Cattana, Mala Rodríguez o Enrique Morente.
La secuencia del álbum es fluida y nos traslada desde el paisaje urbano de “Tu boca” hasta los barrios de Santiago de Cuba en “De la cueva a los olivos”, con nuestra protagonista reivindicando su raigambre andaluza. En estas primeras canciones ya se aprecia a Lahoz cantando con más temple que antaño, sujetando ese explosivo melisma que suponía un exceso de subrayado en sus interpretaciones. “Con poco” amaga melodías de copla pero enseguida cambia el tono por completo, mostrándonos a una rapera con rajo del de verdad, que convence más por las estrofas que por los coros. Luego combina tonos flamencos, patrones R&B y guitarras de palo en esa preciosura titulada “Si la luna quiere”, rematada con un estribillo irresistible.
“Pureza” no llega a la media hora de duración, pero sorprende por su amplitud de registro y por un hábil desarrollo narrativo que empieza a nublarse con la letanía minimal de “La misa”, recordándonos la insidiosa distancia entre dichos y hechos. “El tiroteo” ejerce de bisagra formal y argumental: ahí están los mejores compases y los mejores fraseos de “Pureza”, un guiño a García Lorca y la flauta de Jorge Pardo invitándonos a recordar su trabajo en Dolores. “Dame doblones” nos devuelve al asfalto, resolviendo el nudo y anticipando el curativo desenlace del disco, entre bases gordas y citas a los tangos de La Niña de los Peines. Cuando el reproductor se detiene –“Ya no” muta sin abandonar su espíritu soul contemporáneo, idóneo para ilustrar tan intenso recorrido vivencial–, sabes que volverás a escucharlo mil veces. Es Queralt Lahoz, orgullo de Santako. ∎