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Álbum / Single

REZZETT

Meant Like This / BoshlyThe Trilogy Tapes, 2023

27. 06. 2023

Hace año y medio REZZETT lanzaban una llamada de auxilio: necesitaban encontrar una caja de ritmos Casio RZ-01 en perfectas condiciones urgentemente porque la suya se estaba cayendo a trozos tras demasiadas noches de batalla. Esa caja con funciones para samplear a ocho bits es la razón de ser del proyecto conjunto que Luke Blair (Lukid) y Jackson Bailey (Tapes) iniciaron hace diez años; el origen de esos ritmos ásperos y foscos, carcomidos por el óxido, que arremeten incesantemente. Por algo hay una coincidencia clara entre el alias que eligieron para producir juntos y el modelo de esa máquina. Sin esa pieza fundamental en su equipo no tendría sentido seguir con REZZETT.

No está claro si Blair y Bailey llegaron a conseguir otra Casio RZ-01, pero, a juzgar por los acabados de “Meant Like This”, tuvieron que producir el grueso de este segundo álbum con su máquina vieja. Los ritmos se sienten aún más rudos y hoscos, empujando el espectro de decibelios hacia la barrera del rojo. Todo está sumido en distorsión, con cada golpe de bombo, cada redoble de caja, dejando un rastro de ruido blanco.

Rezzett” (2018) elevó la tendencia de ese techno lábil, corrosivo y farragoso que llevaba años bombeando desde las salas de máquinas de escuderías como L.I.E.S. Esa primera referencia en formato largo del dúo de Londres condensó la identidad sonora de The Trilogy Tapes como ninguno de los otros lanzamientos del sello dirigido por el diseñador Will Bankhead, que los ha auspiciado desde el principio. Por lo que tiene sentido que Bankhead haya elegido que “Meant Like This” sea la referencia número 100 de su catálogo.

Hay motivos de sobra para celebrar la efeméride: no es solo que el universo creativo de REZZETT siga completamente alineado con el de The Trilogy Tapes, sino que la calidad y el carácter de este material mantiene el nivel de aquel primer álbum seminal y sísmico. Para entender la magnitud de lo que REZZETT se traen entre manos habría que remitirse a nombres como Actress, Zomby o incluso Aphex Twin. Blair y Bailey se nutren de los rizomas de un techno abisal y reptante, macerado en sosa cáustica, adulterado con injertos de jungle, house y dub y dopado con el tempo desquiciado del hardcore.

“The Goblin Has Fallen In Love” es una puerta de entrada perfecta al álbum: sus orlas sintéticas se doblan sobre un fondo de frecuencias distorsionadas, sugiriendo colores y formas inverosímiles como en una alucinación. Blair y Bailey no dejan caer ni un solo ritmo en ese primer corte, pero ya lo tienen todo ganado: sumergirse en esa pista es como nadar en mar abierto en mitad de la noche, envuelto en enormes nubes de plancton luminiscente. Pero la placidez anestésica termina tan pronto como lo hace ese primer tema y las sacudidas del breakbeat de “Leg It” te rebotan en las meninges para dejar claro que en realidad esto es una carta de amor al hardcore.

En un mundo de filtros y perfección digital, un disco que suena como “Meant Like This” es casi un acto subversivo. O tremendamente nostálgico. O las dos cosas. Puede que Blair y Bailey hayan querido evocar los sonidos de una vieja cinta pirata con la que alguien registró una rave legendaria hace décadas. Como si ese casete hubiera quedado olvidado en la guantera de un coche abandonado bajo el sol de muchos veranos abrasadores, los graves suenan totalmente saturados, deformes y decolorados.

Para REZZETT la baja fidelidad es mucho más que un recurso puramente estético. Hay un significado más profundo en la degradación del sonido, en cómo su deterioro evidencia la maleabilidad de la memoria; la naturaleza permeable, corruptible, de las imágenes del pasado.

Los quiebros y formas de cortes tan toscos y extáticos como “Spicy Pipes” (con esos hi-hats que se descontrolan como una vitrina entera de porcelanas estallando contra el suelo), “The Defiance”, “Off For Spots” o el cierre triunfal con “Ladbroke” parecen recrear la demolición de un viaducto en una grabación loopeada una y otra vez: toneladas de cemento, hierro y hormigón cayendo al vacío; una inmensa nube de polvo levantándose con la violencia de la montaña de humo que deja un transbordador espacial al desanclarse de la lanzadera. Blair y Bailey están en plena forma, capaces de saltar sin perder resuello entre el baño de interferencias de “Chirrup”, los pads corales de “Hevvy” o el jungle criogenizado de “Vivz Portal”, que suena como un motor a punto de gripar.

“Rezzett” tuvo cierto impacto en la vanguardia techno hace cinco años, pero lo más seguro es que este segundo álbum apele tan solo a una minoría de fieles acérrimos. Y puede que Blair y Bailey lo prefieran así: no necesitan laureles, ni elogios, ni sentir que son una influencia. Les basta con mantener prendida esa ilusión con la que siguen produciendo. Con hacer que cada tema, cada paso, se sienta especial.

De hecho, REZZETT están en un momento lo suficientemente dulce, en términos de efervescencia creativa, como para recuperar el tiempo perdido –cinco años en lo que no se ha sabido absolutamente nada de ellos– lanzando una cinta que registraba una sesión en directo en la galería Stand By de Tokio apenas un par de semanas después de que “Meant Like This” viera la luz y siguiendo la racha unos días más tarde con “Boshly”, un EP de veinticuatro minutos que aumenta el contraste de sus ritmos sin llegar a barrer la suciedad magnética.

El corte titular del EP son casi ocho minutos de techno carbonatado. REZZETT desatan su versión más radical y esquizofrénica con un sample vocal tan adictivo como insoportable que atraviesa toda la pista como un ataque epiléptico. “Dots” y “Kermit” se suceden en la secuencia para conectar con el desfase anfetamínico de los primeros noventa; años en blanco perdidos en naves industriales en carreteras a cualquiera de las dos orillas del canal de la Mancha. Lo hacen volviendo a recurrir a los breakbeats desbocados del hardcore en “Dots”, en estado de gracia para el síncope, y arrodillándose ante los dioses del jungle para ensanchar las juntas de dilatación de los graves en “Kermit”, donde el ruido de lo que parecen los derrapes de un coche y las sirenas de alarma reavivan el espíritu poligonero de su sonido.

Y después del éxtasis, viene la distensión. Lo que al principio parece una anécdota que se alarga durante demasiados minutos, un añadido funcional, utilitario, de música horizontal para bajar el viaje y equilibrar la balanza del EP, es en realidad una lección magistral de ambient dub: “Extra Redundant”. De leves apuntes rítmicos, que giran sobre su propio eje con el patrón hipnótico de una hélice, su arquitectura sonora es tan perfecta que parece construida con algún tipo de software generativo. Por encima, los agudos se distorsionan, fundiéndose en un chirrido insistente que te hace creer que en realidad estás sentado en la silla del dentista en mitad de un curetaje. ∎

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