Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
Hay discos que pueden grabarse en estado de euforia. Otros en fase depresiva. Unos surgen del conocimiento. Otros de la frustración y el lamento por lo que se ha perdido. Pero ¿cómo se concibe, registra y edita un disco durante una fase en la que tu cuerpo está sometido a la quimio, la radioterapia u otras formas de combatir el cáncer?
Ya hemos perdido la cuenta de lo mucho que ha impresionado en vinilo y digital Ryuichi Sakamoto: pop, electrónica, ambiental, world music, banda sonora, clásica, contemporánea, composiciones para desfiles de moda... Muchísimos discos desde que creciera con la Yellow Magic Orchestra o se convirtiera en compositor cinematográfico oscarizado. Siempre reflexivo, incluso en sus períodos menos inspirados, Sakamoto ideó “12” –editado en Japón con su propio sello y en Europa por Milan– en forma de lucha, catarsis y despedida. Lo primero y segundo está claro: sacar fuerzas de flaqueza en una situación de considerable debilidad física para seguir haciendo lo que has hecho siempre y no permitir que el cáncer te venza anímicamente. Lo tercero dependerá de su resistencia y de si el tumor se reduce o desaparece para siempre.
Es un disco cronológico, un diario personal con anotaciones musicales que se prolonga durante un año. Cada uno de los doce temas tiene el título de una fecha, de una página del diario. Comienza el 10 de marzo de 2021, “20210310”, quizá el día en que empezó el tratamiento, y el resultado es una sinfonía tensa y oscura ejecutada solo con sintetizadores. Casi nueve meses después, el segundo tema, “20211130”, ya introduce el piano característico de Sakamoto, sus notas espaciadas que parecen mantenerse en vilo de forma muy delicada. El tercero, “20211201”, apenas un día después, impone el piano por encima de los fondos electrónicos. Ese estado de ánimo se prolonga hasta “20220123”, pero ahora el piano lidia con un rumor sordo de fondo, un tejido orgánico que muy bien podría ser el sonido de respiradores, electrocardiogramas y demás máquinas de hospital, un noise clínico.
“20220202” se abre a una tonalidad más rugosa, como si el fallecido Angelo Badalamenti interpretara los pasajes nocturnos en la carretera de “Mulholland Drive” (David Lynch, 2001) mezclándolos con la música de un filme de la saga de “La noche de Halloween” en el que sustituyera a John Carpenter en los sintetizadores infinitos. Es un tema muy hermoso a la vez que inquietante; puede que ilustre un momento de fragilidad y desesperación en el proceso médico de Sakamoto. Pero se queda en un simple aviso, ya que las páginas musicales que siguen a continuación, separadas solo por cinco o siete días entre un corte y otro, retoman el piano acústico en calidad de fuente de conocimiento, en fase más repetitiva, lírica o tensa, y devuelve a los sintetizadores su faceta más sosegada. Uno se imagina, en la pieza “20220214”, a un tranquilo Sakamoto soñando imágenes agradables mientras el tratamiento hace su trabajo.
De esa sensación de calma absoluta pasa a una zarabanda al piano, “20220302”, más tenue que barroca. A partir de aquí, las composiciones son más cortas de duración, como si las jornadas también se acortaran; breves meditaciones al piano capturadas en los días de tránsito del invierno a la primavera. Curiosamente, el último tema, “20220304”, es cronológicamente anterior al que le precede en el disco, “20220404”. ¿A qué se debe esta alteración en el epílogo del diario, fechado el 4 de marzo de 2022, un año después de empezarlo? Solo Sakamoto lo sabe, en todo caso cierra el álbum de la mejor manera posible: una miniatura con el sonido de unas campanillas mecidas por el viento, o el discurrir sencillo de la existencia. ∎