Esta majestuosa sencillez riega los treinta y seis minutos de “Hola” en un ejercicio de menos es más que viste las canciones exclusivamente con guitarra, piano, bajo y sintetizador y donde las intervenciones ajenas a la pareja son mínimas: las ocasionales notas de piano de Antonio Galvañ (Parade) y Genís Segarra (Hidrogenesse).
Bañado por la melancolía y una cristalina atmósfera de congoja –el álbum está dedicado a la desaparecida Eva Solex (Pretty Fuck Luck, Los Caballos de Düsseldorf)–, las canciones van discurriendo por un paisaje que a veces parece evocar fotogramas de wésterns imposibles –esa maravillosa
“El sueño”– o capítulos de mitología de cristal –
“Pegaso”, “Hola, soy Dafne”–.
“Marta, Quimi y yo” es un pequeño gran himno a la amistad que puede remitir a sus admiradas Vainica Doble, mientras que
“Madrugada Belle Époque” evoca los tintineos de un recuerdo pasado (
“todos duermen, yo no”) en lo que parece una postal de madrugada dedicada a San Sebastián, y
“Canción para hombres grandes” se mece a ritmo de vals en su admirable elegía al género masculino.
“Hola” se cierra con una apropiación de
“A las seis” del dúo malagueño José y Manuel (Martín Fernández), antesala de Solera, aparecida en el álbum “Génesis” editado por Hispavox en 1971, aunque al parecer Teresa & Ibon conocieron el tema en la versión del dúo colombiano Ana y Jaime; en cualquier caso, otra gema sobre amores finiquitados que echa el broche de oro a un álbum que es oxígeno puro en tiempos de ruido innecesario y de máscaras sin enigmas. Single es el bálsamo y la cura. Sí, si no existieran el mundo sería un lugar más triste e inhóspito.
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