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El cambio era necesario, probablemente inexorable. Se veía venir desde 2020, cuando la banda inglesa lanzó su single “Paraphernalia” y los sintetizadores pasaron a predominar sobre las guitarras, mientras aparecían coqueteos con bandas sonoras de viejas películas italianas.
En once años de trayectoria, Temples había explorado buena parte de la psicodelia de los sesenta y setenta, generando un estilo propio apegado al sonido garage. Pero en su tercera entrega en estudio, “Hot Motion” (2019), el modelo comenzaba a agotarse. Fue precisamente durante la gira de este álbum cuando contactaron con Sean Ono Lennon, en el Desert Haze Festival, para la producción de “Paraphernalia” (single de 2020), relación que se extendió luego hasta este “Exótico”. En su cuarto larga duración, las guitarras han cedido totalmente el protagonismo frente a los sintetizadores y la potencia del rock ha sido matizada para generar paisajes sonoros. Así, la psicodelia se complementa con un rock más progresivo y melódico, generando dieciséis canciones bastante heterogéneas.
El primer tema, “Liquid Air”, resume muy bien casi todo el álbum, reproduciendo su carácter de atardeceres ensoñadores, a través de sintetizadores que por momentos nos recuerdan a la psicodelia ambient de The Claypool Lennon Delirium, para cerrar con un guiño a las bandas sonoras de Dario Argento. El que fue primer sencillo del disco, “Gamma Rays”, propone un giro synthpop que nos atrapa con melodías pegadizas también presentes en “Afterlife” –con un toque space rock–, así como en “Oval Stones” e “Inner Space”, donde suman dance-pop que evoca lo mejor de Glass Animals. “Exotico”, además de dar nombre al LP, se adentra en las influencias del spaghetti wéstern de Ennio Morricone, cuyas guitarras además nos recuerdan –al igual que temas como “Crystal Hall” o “Slow Days”– a su primer álbum, “Sun Structures” (2014).
En esta línea, “Giallo” se desarrolla sobre la composición de Goblin para la banda sonora de la película “Rojo oscuro” (Dario Argento, 1975), apropiándose de ella y transformándola en una especie de neo-horror-psicodelia, sin perder ese aire de unas vacaciones en la playa al anochecer. Por el contrario, “Cicada” –“cigarra”, en castellano– comienza con el sonido característico de estos insectos en verano para luego desplegar una serie de recursos de música folk norteafricana y de Medio Oriente, elementos que comparte con “Meet Your Maker” y el breve interludio “Sultry Air”. El disco termina con otro interludio, “Movements Of Time”, en una especie de tributo indefinido a la época dorada del cine italiano y francés, como si fuera broche de oro de una temporada junto al mar.
Esta cuarta entrega de la banda de Kettering es una arriesgada apuesta experimental que amplía sus sonoridades sin filtros, saltando del sonido de la Costa Oeste de finales de los sesenta al krautrock sin demasiados matices. Diferentes vertientes del pop más bailable y melódico junto a sus tonos amarillo-atardecer hacen de este disco una pieza interesante. ∎