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La idea de un equilibrio natural sobrevuela el séptimo álbum de los vascofranceses willis drummond. La del equilibrio confeso entre las influencias (siempre claras) de los años 90, los métodos de grabación de los 70 y un sonido a la vez contemporáneo, pero también el balance entre las distintas potencialidades de la banda, estupendamente plasmado en un trabajo que posiblemente sea el mejor secuenciado de toda su carrera, el que registra mayor riqueza de tempos y texturas.
Se propusieron grabarlo rápido y sin miramientos, tratando de congelar la frescura del directo. Sin metrónomo, sin claqueta, sin cascos. Y sin perder, por supuesto, la rocosa solidez de su sonido, favorecida por la incorporación del guitarrista Vincent Bestaven (Botibol) para redondear el cuarteto después de que Xan Bidegain, Jurgi Ekiza y Felix Buff se lo llevaran como refuerzo para aquellos acústicos que fueron despachando en plena pandemia, cuando aún la mascarilla era preceptiva entre el público. ¿Objetivo cumplido? Sin duda.
Ya sea con la tensión sostenida de “Mandarina” o “Bidasoa”, con los riffs de acero y el empuje post-hardcore de “Stockholmen” o “Makina bat”, con medios tiempos de estribillo quedón como “Western Smile” (hay más pop, por así decirlo, que en anteriores discos) o con ramalazos punk rock como “Jostaleku ale infernu”, la banda de Iparralde pone al descubierto todas sus cartas sobre la mesa en 36 minutos de intenso voltaje eléctrico perfectamente dosificado. Y aunque esta vez sea Johannes Buff, hermano de Felix, quien se encargue de la producción, y no Burke Reid (The Drones, Courtney Barnett), también se nota la influencia del rock australiano en cortes como “Gauzak”.
Y transpira en los textos un mensaje socialmente concienciado sin incurrir en el panfleto pero tampoco en el abatimiento, con el despilfarro de la sociedad de consumo y las trabas a los flujos migratorios como dos de sus principales ejes: nada como volar por medio mundo –giraron por Japón, Australia y Tahití presentando “Zugzwang” (2019) justo antes de que las fronteras se cerraran– para asimilar el sinsentido de una civilización cada vez menos igualitaria y empeñada en autoinmolarse. Hay tanto músculo como cerebro en estas nueve canciones. ∎