Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
Como esos actores de reparto de dilatada carrera que no conocen los laureles de los papeles protagonistas pero gozan del prestigio de su buen hacer, Woods va camino de los veinte años de carrera y entrega su decimosegundo LP de similar guisa. Partiendo en sus inicios del folk en formato baja fidelidad y pasando por un country-rock más tradicional tan heredero de Neil Young o The Byrds como de referentes de la americana de los últimos treinta años, enriqueciendo su estilo disco a disco, sin transgredir, incorporando otros sonidos vía instrumentos como los teclados –en especial el melotrón– o los vientos.
La evolución de la banda originaria de Brooklyn empezó a ser palpable en “City Sun Eater In The River Of Light” (2016), con aires psicodélicos y de jazz etíope añadidos al núcleo folk, siempre con vocación melódica. Si en su anterior álbum, “Strange To Explain” (2020), aplicaron su fórmula a un formato de canción pop, más al grano, en el presente intento se han centrado en la atmósfera y sonido del conjunto.
Como comentan ellos mismos, la forma de realizarlo ha sido clave en el resultado final. Viviendo desde hace unos años en ciudades distantes, su cantante Jeremy Earl componía un loop de teclado, guitarra y batería y se lo enviaba a Jarvis Taveniere –guitarras, bajo y productor– y a John Andrews –batería y teclados– para que realizaran sus aportaciones antes de darles forma definitiva, juntos en el estudio de grabación.
Al renunciar a la vocación de álbum de pop al uso, se han permitido incluir hasta cuatro plácidos instrumentales. La apertura “The Seed”, con un tembloroso punteo muy “Pet Sounds” –la canción–, los sitúa más cercanos a la Costa Oeste que a su neoyorquino origen, en la cálida estela de los no tan recordados como merecen Beachwood Sparks.
Pese a favorecer la coherencia del bloque y un matiz experimental, en las pistas vocales no se olvidan de la redondez y la emoción. “Between The Past” sube el tono desde el segundo uno. La aguda pero a la vez cálida voz de Earl trae a la memoria la de Tony Dekker, de Great Lake Swimmers, y si bien comparten la ternura folk de aquellos, el manejo de los teclados aporta un cariz psicodélico que en “Another Side” los acerca a Jacco Gardner o a los MGMT más osados, en “Little Black Flowers” a los Yo La Tengo más delicados y en “Day Moving On” a la elegancia de The Clientele. Los citados rastros no se perciben como forzados, sino integrados de una forma natural y asimilada, de manera que consiguen el objetivo incumplido de tantos artistas: obtener un sonido propio sin dejar de lado el oficio de hacer buenas canciones. ∎