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Jorge Santis, Walter Roblero y Rodrigo Santis, trío nada frío.
Jorge Santis, Walter Roblero y Rodrigo Santis, trío nada frío.

Entrevista

Congelador: cuando hay cosas que decir

Intenso power trio entre la densidad y la distorsión, quien marque como un revival noventero la cita del trío chileno en el próximo Primavera Sound de Santiago tendrá al frente un contundente desmentido: la banda no solo planea estrenar nuevo repertorio, sino además hacerlo desde otra disposición sonora.

16. 09. 2022

Convivían en el Chile de transición democrática –un período político de extensión cronológica extra large– propuestas musicales tanto más diversas, rugosas y opacas que las que ahora simplifica el recuerdo oficial de archivos. Los años 90 fueron, sí, los de conquistas regionales para nombres brillantes en la profesionalización de su propuesta (La Ley, Los Tres, Myriam Hernández), pero también una década importante para quienes entonces le quitaron a la palabra “pop” su injusta carga de sospecha, en un arco amplio que puede ir de Nicole a Lucybell. Y estuvieron allí también, lejos de los éxitos más sonados aunque atentos a su dinámica, no pocos iluminados que comprendieron que la persistencia en la autogestión y la canción de propuesta se iba a imponer tarde o temprano en toda su objetiva profundidad.

Por eso, la partida de una banda chilena como Congelador –fundada en 1996 por tres jóvenes de barrios medios del sur de Santiago– no debe instalarse ahora solo como una iniciativa musical escindida de una apuesta que la excedía en alcance. Los hermanos Rodrigo Santis (voz, guitarra) y Jorge Santis (batería) emitían en aquella largada junto a su amigo Walter Roblero (bajo) un visionario voto de confianza por un sonido y un modo de trabajarlo; por una identidad y el cauce de divulgación que querían darle a esta.

“Lo que viene sí tiene algo de reunión, no tenemos problema con la palabra, considerando la pandemia... Nos enviábamos ideas, maquetas, y nos juntábamos muy esporádicamente a mezclar. Creo que es bueno que el grupo exista de esta manera: con estas pautas, trabajos esporádicos y ganas de trabajar cuando haya cosas que decir”
Walter Roblero

Suena fácil decirlo ahora, a posteriori. La banda tendrá dos cupos en el debutante Primavera Sound de Santiago de Chile (el viernes 11 de noviembre en una de las sedes de Primavera en la Ciudad y el sábado 12 de noviembre en el Parque Bicentenario Cerrillos), convertida a estas alturas en referencia para el rock de baja fidelidad –de convicción indie y a través de la autoedición discográfica– hecho en su país. Pero todas esas líneas eran desvíos más bien radicales cuando Congelador comenzaba a tenderlas en un país todavía constreñido no solo por la estadística apabullante de la distribución de las ventas discográficas de entonces –con las cinco disqueras multinacionales quedándose con alrededor del 90% del total–, sino también por ideas instaladas sobre música popular tan conservadoras como falaces.

“¿No te acuerdas cómo era ir a un sello entonces? ¿Las conferencias de prensa, las reuniones, los personajes?”, me ha indicado Walter Roblero en investigación previa (inédita) sobre la industria musical chilena de hace tres décadas. “Entre quienes trabajaban con música desde la industria todavía estaba instalado algo muy ‘milico’ y solemne, muy ‘winner’ y muy tonto. Era lógico querer reaccionar contra eso”.

Complementa Jorge: “En esos años, la necesidad de pertenecer a un sello era el horizonte para muchas bandas, el estándar que te permitía desarrollar y difundir tu carrera, pero cumpliendo con una serie de cosas que a nosotros no nos interesaba hacer. Teníamos una mezcla de entre prejuicio y certeza hacia decisiones artísticas con las que no estábamos dispuestos a transar”.

“Navegar”, muestra del último disco de Congelador: “Persona” (2016).

Había, además, impulsos juveniles más frívolos que cualquier asistente a las tocatas de ese tiempo y el recuerdo de la impronta shoegazing comprenderá: “Las modas británicas no nos agradaban para nada. Por nuestro look (o por ser feos, je), no encajábamos en el estereotipo de banda de esos años”. La sobriedad de los tres músicos se iba a imponer a la larga como vara confiable, también en lo visual. Pero es probable que en este regreso orientado por Primavera Sound surjan también otros nuevos malentendidos sobre Congelador.

El primero es el concepto mismo de “regreso”. Desde 1996, el trío nunca se ha autodefinido como disuelto, si bien no solo ha tenido períodos extensos de pausa –hay siete espaciados álbumes suyos en 26 años–, sino que además sus integrantes han decidido ocuparse en proyectos paralelos de vida propia y continuada. Su show en Primavera Sound será, de hecho, el primero de la banda desde diciembre de 2018 (en Valdivia). “Lo que viene sí tiene algo de reunión, no tenemos problema con la palabra, considerando la pandemia”, precisa Walter. “Pero además es parte de un ritmo fluido dentro de nuestra historia. Estos años nos tuvieron trabajando cada uno en su casa. Nos enviábamos ideas, maquetas, y nos juntábamos muy esporádicamente a mezclar. Creo que es bueno que el grupo exista de esta manera: con estas pautas, trabajos esporádicos y ganas de trabajar cuando haya cosas que decir”.

“Tener nuevas canciones creadas y ejecutadas de un modo que antes no habíamos usado, por medio de máquinas y ordenadores. Conversamos cuánto nos seducía explorar un sonido diferente, y nos parece que ha resultado bien. Me suena fresco y novedoso”
Jorge Santis

¿Y con qué norte?

Rodrigo: Con que si volvíamos a tocar en un concierto grande iba a ser para mostrar algo nuevo… aunque todavía estamos terminando de masticar bien esa idea de “lo nuevo”. Hasta ahora tiene que ver con ciertos énfasis, con estar de acuerdo en que no vamos a estar recreando clásicos. La verdad, tampoco creo que tengamos “clásicos” (sonríe).

Walter: El material antiguo son cosas que ya dijimos en su momento y que entonces tenían sentido, pero ahora se nos hace aburrido. En los pocos shows que hicimos luego de nuestro disco de 2016, “Persona”, veníamos incursionando en formatos diferentes, menos centrados en la guitarra, más en la electrónica. En este retomar estamos siguiendo un poco con esa línea; dejando el formato tradicional que habíamos utilizado… Más que alejarse del rock es dejar de considerar la guitarra como el instrumento estrella.

De acuerdo a ese reordenamiento de piezas, Rodrigo ha pasado de la guitarra eléctrica a sintetizadores y computadores; mientras que Jorge agregó a su set un nuevo módulo de percusión y sampleo. ¿Ha derivado ese reacomodo en un cambio radical de sonido?

Walter: No tanto, porque incluso ocupando máquinas y computadores inevitablemente terminamos en una… densidad. Esa cosa espesa que nunca nos abandona, aunque lo queramos, y que forma parte de nosotros y de lo que sabemos hacer. No nos metemos en las camisas de fuerza de la electrónica. Queda algo de azaroso, que aspira a que la espontaneidad se mantenga.

Hablaban hace un rato de volver a tocar cuando se tenga “algo que decir”. ¿Qué es lo que consideran que tienen que decir ahora?

Jorge: Precisamente lo de tener nuevas canciones creadas y ejecutadas de un modo que antes no habíamos usado, por medio de máquinas y ordenadores. Conversamos cuánto nos seducía explorar un sonido diferente, y nos parece que ha resultado bien. Me suena fresco y novedoso.

Siempre, ahora, es un buen momento para retomar las cosas.
Siempre, ahora, es un buen momento para retomar las cosas.

El legado de Quemasucabeza

Su turno en el festival de noviembre incluirá, entonces, varias composiciones aún inéditas: “Puedes poner en la nota que serán la mayoría del ‘set’”, advierten. Desde ahora y hasta entonces pueden surgir otras más: “Estamos motivados. Sin duda Primavera Sound es un aliciente”.

Quienes tenemos suficiente edad para notar la coincidencia, también captamos en el cartel del festival otro rasgo de elocuente cambio de época. Figuran también allí otros nombres en la historia del catálogo de Quemasucabeza, el sello que Congelador fundó en 1998 primero para manejar sus propios discos y luego para darle curso a bandas y solistas cuyo pop de propuesta no interesaba a los cauces antes establecidos. Los presencia en el cartel de Primavera Sound Santiago de Niños del Cerro, Gianluca y Bronko Yotte son representativos de un catálogo fundamental en la música pop chilena de las últimas dos décadas, como una confirmación de esa apuesta de que aquella vieja disidencia iba a terminar por darles la razón.

Así, entre pausas que no alcanzan a hacer flaquear sus convicciones, Congelador fija una dinámica de trabajo peculiar, coherente con su historia. Los músicos reconocen en ella al menos tres grandes etapas. En palabras de Walter, “la primera es la de los primeros años, que fue no solo el trabajo nuestro, sino también los vínculos que establecimos; los grupos con los que nos relacionamos, la gente que nos ayudó… toda esa pequeña escena que se generó en los 90. Luego viene otra, alrededor del 2000, cuando hicimos un disco instrumental –“Iceberg” (2001)– y otro de recopilación de ideas desechadas –“Cuatro” (2002)–. Y, luego de un parón –con Abrigo” (2008)–, empezó otra cosa, una idea de trabajar de manera mucho más experimental, en una onda más cercana a ir ‘viendo lo que pasa’. Creo que me da orgullo que ninguno de nuestros discos se parezca. Siempre le hemos dado para delante”.

Algo más personal en común a lo largo del recorrido: “Una sintonía entre los tres, una misma disposición”, en palabras de Jorge. “El compromiso de seguir si es que los tres estamos contentos de hacerlo”, lo resume Rodrigo. Es como esa contundencia monolítica que también suena en su música. ∎

Las caras del cubo Congelador

Entre pausas de su trabajo conjunto, los tres integrantes de Congelador nunca han abandonado la gestión musical persistente, y desde flancos muy diversos. Varios seudónimos acogen las incursiones de Rodrigo Santis, quien además de la colaboración como guitarrista y la producción de discos para nombres relevantes del pop chileno (de Gepe a Mostro), ha publicado entre 1999 y 2022 discos suyos bajo los alias Paranormal, Barco y Caravana. El más reciente, de este último proyecto, lleva el título “Claroscuro” (2022). Incluso antes de la formación de la banda, Santis se aventuraba en composiciones a solas que con el tiempo tomaron la ruta de las texturas eléctricas, la experimentación electrónica y la síntesis de la canción de autor.

Tampoco se puede limitar al bajista Walter Roblero a un único cauce paralelo a Congelador. Desde hace 18 años, sus inquietudes como autor y productor vienen apareciendo en proyectos de banda: la fugaz Dormitorio, la más estructurada Los Embajadores y la muy recomendable Las Mairinas, asociación suya con sucesivos integrantes y con tres discos que pesquisar: “Restos” (2015), “Ladrillo princesa” (2017) y “Los retoños” (2019).

Tras aparecer como baterista en los créditos de grabaciones de gente como Shogún y Fernando Milagros –el aplaudido “San Sebastián” (2011)–, al fin Jorge Santis tuvo en 2021 su primer disco propio. Tampoco pudo escaparse, sí, del gusto de sus compañeros de banda por los seudónimos. En su caso, hay que pesquisar el álbum homónimo de Monitogorila: denso, sugerente, sombrío y con sucesión ya en desarrollo. ∎

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