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La directora catalana Neus Ballús regresa al realismo social de “La plaga” (2013) después de la exótica “El viatge de la Marta” (2019). Mediante el juego narrativo de una semana, consigue seccionar diferentes escenarios que, pese a ser muy diferentes entre sí, conviven bajo una Barcelona convertida en una suerte de “13 Rue del Percebe”: el bar, la casa del pensionado, el taller artístico o el chalet con domótica. En esta nueva ficción colindante con la realidad, Ballús relega a unos rostros desconocidos –los de una clase trabajadora representada por la naturalista presencia de Valero Escolar, Mohamed Mellali y Pep Sarrà, obreros que se interpretan casi a sí mismos– todos los gags costumbristas de una comedia tierna, concisa y sorprendente, sobre la convivencia multicultural de las nuevas comunidades. Alberto Richart
“Una joven prometedora” se apodera del espíritu del rape and revenge, solo que aquí la venganza que la protagonista ejerce contra los violadores queda sepultada bajo la elipsis. Los escenarios también son otros: no son las callejuelas sucias del Nueva York de los 80, ni lagos aislados, sino un ambiente ejecutivo y la facultad de medicina de una prestigiosa universidad, recordándonos que la violencia contra las mujeres no es algo exclusivo de la marginalidad. Pintada con tonalidades malentendidas como “de chicas” (rosa, celeste, verde menta…), la estética de la película se transforma al igual que hace el personaje de Carey Mulligan, maestra del disfraz que absorbe el sentimiento del personaje y lo transforma en gesto, entre la pesadumbre y la determinación. Violeta Kovacsics
Entre el drama social y un modélico relato de género fantástico (de bichos depredadores, concretamente), “La nube” no es una alegoría crítica, sino una historia de terror que tiene su base y su motor narrativo en los males turbocapitalistas. Una tragedia del body horror, entendido como llevar al extremo la explotación del cuerpo. Una idea encapsulada en la imagen, terrible y poderosa, de una mujer que ofrece su propia sangre a los insectos que han de convertirse en el bien material que le permitirá ganar el sustento con el que sacar a su familia adelante. Gerard Casau
Qué gran cosecha de thriller heterodoxo europeo hemos recogido en 2021. Si bien en las muy notables “La Gomera” (Corneliu Porumboiu, 2019) y “Solo las bestias” (Dominik Moll, 2019), ambas estrenadas este año, se reconocen tanto los estilemas canónicos del género como su particular retorcimiento, en “Jinetes de la justicia” el truco está menos claro y, por eso, es mucho más especial. ¿Qué clase de película es exactamente esta, a ver? Sí, hay mucho de thriller sui géneris, claro (matemáticos vs filonazis: nada mal). Pero también hay drama noreuropeo sobre la gestión del duelo en una familia con dificultades para expresar sus sentimientos, comedia del equívoco y hasta sorprendentes explosiones de actioner bruto. Que todos estos elementos tan dispares liguen no es normal. Es, ya lo decíamos, muy especial. Joan Pons
“¡Al abordaje!” no es exactamente una comedia. Tampoco una película romántica. Ni, claro, una comedia romántica. Pero está a punto de ser todo ello. El más reciente filme de Guillaume Brac (y primero que se estrena en salas españolas) es una oda veraniega a los principios, a todo aquello que empieza y aún ha de definir su naturaleza, a esos instantes preciosos que pueden desembocar en una nueva amistad, en un amor o en la nada, pero que se sostienen en el aire por ser, sencillamente, una promesa de todo aquello que es posible. Gerard Casau
Inspirada en Diderot y con reconocidas influencias de Leisen, Lubitsch, Rohmer o Truffaut, “Las cosas que decimos, las cosas que hacemos” representa la luminosa culminación del estilo de Emmanuel Mouret, el más romántico de los cineastas franceses (y, hasta ahora, gran desconocido en España), entregado a una literaria exploración de las injusticias del amor. En el universo del filme, plagado de triángulos amorosos y cambios de pareja, Cupido dispara sus flechas, sin tener en cuenta los daños colaterales. Philipp Engel
Desde el primer minuto, las imágenes de “Ham On Rye” mastican una sensación embarazosa: la de que la adolescencia se compone de experiencias a las que algunos tienen acceso y otros, sencillamente, no. La candorosa ocurrencia poética, que el debutante Tyler Taormina expresa con una ¿inesperada? fuga al fantástico, parece surgida de los Big Star más desconsolados, y acaso sea esa cualidad desarmante la que le lleva a uno a querer adoptar esta pequeña película con celo fanzinero, deseando compartirla con miradas afines y protegiéndola de todo mal. Gerard Casau
El contraste entre la aridez de lo que se tiene y el fulgor de lo que se sueña y se desea es la base de “Destello bravío”, una de las películas españolas más libres y estimulantes de la temporada. El primer largometraje de la cineasta extremeña Ainhoa Rodríguez se mueve entre la realidad y el misterio para retratar, a través de un relato subjetivo, las vidas de los habitantes (y, sobre todo, de sus mujeres) de un pequeño pueblo de Extremadura. Hipnótica, fabuladora y misteriosa, habla, entre muchas cosas, del machismo estructural, de la necesidad de liberarse y de la búsqueda de vías para hacerlo. Desirée de Fez
James Wan concibe “Maligno” como un reseteo en su trayectoria, un retorno a los orígenes que no se define tanto en las formas como en el espíritu: el filme invoca la energía kamikaze de un cineasta principiante, que no se preocupa por su posición en la industria, sino, sencillamente, en dar rienda suelta a sus instintos. De ahí surge un pastiche lúdico-terrorífico que empieza mostrando con orgullo las cartas de sus referentes selectos (Frank Hennenlotter, Brian De Palma, la escuela italiana de Mario Bava y Dario Argento) y termina superándose en un acto final que convierte el delirio trash en puro virtuosismo, logrando algo muy raro de ver: que la autoconciencia no vaya en detrimento de un dionisíaco sentido de la maravilla. Gerard Casau
Qué extraño camino ha llevado a Paul Schrader hasta “El contador de cartas”. Este es su tercer falso remake de “Pickpocket” (1959) de Robert Bresson. Si años después de “American Gigoló” (1980) hizo “Posibilidad de escape” (1992) porque consideraba que su relectura era mejorable y no acababa de decir todo lo que él quería expresar, “El contador de cartas” es otra enmienda a sí mismo poco o nada disimulada. Parece un chiste fácil, pero desde que comienza –con una narrativa hiperdetallada más cercana a otro hito bressoniano, “Diario de un cura de rural” (1951)– todos sabemos que las cartas de esta película están marcadas. Sabemos y celebramos que el arco del personaje de Oscar Isaac (extraordinario en su tormento y en su inexpresividad) se resolverá con una expiación de la culpa y que las imágenes que expongan este proceso de purificación serán adustas, precisas e… inolvidables. Joan Pons
De todos los directores de nuestro tiempo, no creo que haya ninguno tan obsesionado con las estructuras cíclicas, las repeticiones y las microvariaciones como Hong Sangsoo, que investiga y dota de cierto misterio a las rutinas que plagan nuestras vidas. Como algunos de los grandes de la música, Hong ha encontrado su sonido y se siente tan cómodo repitiendo esquemas como lo estamos su público al introducirnos en ese universo de comidas regadas en soju, inseguridades sentimentales y salas de cine. Puede que sus películas, como las canciones de los Ramones, se mezclen en la memoria, pero cuando uno ve “La mujer que escapó” siente la misma vitalidad y la misma maravilla ante todo lo que se puede extraer de muy pocos elementos. Marcelo Criminal
“In Fabric” es la película en la que Peter Strickland sublima su visión del cine como espacio en el que toda combinación es posible. Articulado en torno a una premisa de terror de serie B, la existencia de un vestido maldito que altera la vida de quien se lo pone, el filme es un cruce genérico que absorbe sus referentes de una forma muy interesante. En él puede verse un amago de sátira del capitalismo, pero sería injusto poner el foco en eso ante semejante torbellino de imágenes fantásticas deslumbrantes, perversiones originalísimas de planteamientos narrativos comunes y brillantes fogonazos de un humor negrísimo que muchas veces se sostiene en lo visual. Desirée de Fez
“Espíritu sagrado” comienza con la noticia de la desaparición de una niña, la Vane. Alrededor de ese caso encontramos abuelas médium, una sociedad ufológica ilicitana (OVNI Levante), casas forradas con telas de leopardo, símbolos esotéricos, seres del más allá que hablan a través de laringófonos y una versión techno-rumba del “Zombie” de The Cranberries. Con esta película, Chema García Ibarra demuestra que es una de las voces más singulares de nuestra cinematografía, configurando un universo profundamente personal e intransferible en el que se mezcla la ciencia ficción y el costumbrismo en un abrazo tan improbable como gozoso. Beatriz Martínez
Casando la épica de “Peter y el dragón” (2016) con lo inefable e inasible de “A Ghost Story” (2017), pero a la vez desafiando nuestras expectativas sobre su cine, David Lowery se marca una (per)versión alucinada del poema artúrico del siglo XIV “Sir Gawain y el Caballero Verde”. El sobrino del rey Arturo (un gran Dev Patel, todo ansiedad) tiene la mala idea de responder al desafío de un titán monstruoso (asestar un golpe y aceptar recibir el mismo un año después) con la idea más atolondrada. Sigue una odisea episódica entre ladronzuelos, gigantes y mujeres sin cabeza, capturada por Lowery con un uso tan majestuoso como desestabilizante del gran angular. Juan Manuel Freire
En “Possessor Uncut”, una asesina a sueldo coloniza la mente de un individuo-huésped para cumplir sus sangrientas misiones de forma vicaria, hasta que encuentra la horma de su zapato: el cerebro de un hombre que se rebela contra su invasora, cristalizando en un torbellino de imágenes donde la fusión de conciencias y subjetividades delatan un “yo derretido”. Las imágenes que crea Brandon Cronenberg de rostros blandos y cortes abruptos evocan un cine de vanguardia de corte pesadillesco. Son imágenes-límite, que abisman bordes y fronteras para evidenciar la resistencia de lo real a dejarse devorar por lo imaginado o lo alucinado. Sergi Sánchez
Que una de las películas más emocionantes del año sea tan sobria como cierta clase de poemas, o quizá como algunos cuerpos en reposo, debería bastarnos para seguir creyendo en el cine y en la vida. Tsai Ming-liang vuelve una vez más sobre el gesto de Lee Kang-sheng –aquí espejado en el de Anong Houngheuangsy, dos soledades que se rozan– para asomarse a la espera, al paso de los días, cuyo implacable y a menudo tedioso amontonamiento confiere su pleno sentido al hecho de que, de vez en cuando, algunas personas se encuentren. Luego, sí: las tomas se dilatan y las composiciones son tan ricas, precisas y pictóricas como es habitual en el cineasta, pero eso, a estas alturas, no debería sorprendernos. Toni Junyent
“Los Mitchell contra las máquinas” tiene entre sus responsables a los creadores de “Gravity Falls” (2012-2014), “La LEGO película” (2014) o “Spider-Man: un nuevo universo” (2018). Viendo ese equipo, puedes imaginar que la película entera es una riada de imaginación y gags visuales. Timing al milisegundo, vitalidad y flexibilidad plasmática en estilos y materiales para urdir una red de gags animados que nos ayudan a entender por qué hay cosas que no se pueden hacer en imagen real. Este filme en carne y hueso sería otra cosa; menos anárquico, menos flexible, menos preciso. A veces defendemos la animación diciendo que lo que importan son las historias y no el medio en el que se cuentan, pero con ello tapamos que el medio moldea la historia, que la forma hace el fondo tanto como el fondo hace la forma. Víctor Navarro-Remesal
En “Otra ronda” Mads Mikkelsen encarna a un profesor de instituto superado en todos los sentidos: por la edad, la rutina, el trabajo y la vida familiar. Junto a sus tres compañeros, profesores del mismo centro, decide llevar a cabo un experimento consistente en demostrar que pueden mejorar en muchos aspectos si mantienen la misma tasa de alcohol a diario en su cuerpo. La fábula etílica de Thomas Vinterberg permite a Mikkelsen dar lo mejor de sí mismo: entre atribulado y risueño, superado y radiante, el actor ofrece una comedida lección de cómo estar siempre firme y coherente pese a los vaivenes de su personaje. Quim Casas
El director de “La muerte del señor Lazarescu” (2005) nos brinda un “filme hablado” sobre el ensimismamiento de las élites europeas de finales del siglo XIX. Como si de una versión eslava de “El ángel exterminador” (Luis Buñuel, 1962) se tratara, Cristi Puiu encierra a un grupo de aristócratas en una mansión para que discutan desde la más exquisita de las retóricas sobre los grandes temas del momento. Mientras los protagonistas debaten como ya no se oye hablar en una pantalla, el cineasta rumano orquesta a través de una precisa pero sutil puesta en escena un escenario de lucha de clases a punto de estallar. La alta cultura europea dinamitada desde dentro por un artefacto cinematográfico puramente europeo. Eulàlia Iglesias
“Madres paralelas” es la consecuencia de toda una filmografía repleta de ecos y de rimas, pero también la primera en la que Pedro Almodóvar se enfrenta a nuestro pasado tremendo, del que parece que siempre había querido huir, como si se hubiera autoimpuesto la misión imposible de modernizar el país él solito a través de sus películas. Tras más de cuarenta años de carrera, el cineasta ha terminado encontrándose con la madre de todas las madres: la madre patria, esa a la que, en el caso de España, solo se puede llegar escarbando en una de esas fosas que son uno de los más ominosos vertederos de nuestra Historia reciente. Philipp Engel
En “Spencer”, la última incursión del chileno Pablo Larraín en lo que podríamos llamar “biopic imaginativo” –antes llegaron “Jackie” (2016) y “Neruda” (2016)–, encontramos a una Diana de Gales triste, sumida en la depresión inmovilizadora y la ansiedad, postergando y llegando tarde a todas sus citas de palacio. La cámara persecutoria y el score de Jonny Greenwood insisten en recalcar la sensación de agobio y claustrofobia de la protagonista, de cuya aura Kristen Stewart se apropia mediante un control gestual y vocal asombroso. Alberto Richart
Más allá de que “La Crónica Francesa” sea un festín visual entretenidísimo, las imágenes de la película poseen algo que nos obliga a adaptarnos a ella. No es amable con su audiencia. No busca gustar como un mero entretenimiento. Hay que esforzarse por entrar en la obra y explorarla. Parar, pensar, informarse y volver a ella. Verla es una experiencia agotadora. El ojo sabe que se ha perdido mil detalles en el primer visionado. Más allá de ser un “modernito”, Wes Anderson es un cineasta de los que crean belleza que aclara el espíritu y creen en una humanidad más noble y digna. Ramón Ayala
Se podría discutir mucho si “Annette” es una película más de Leos Carax o más de Sparks. En realidad, este musical se configura como un híbrido extrañísimo entre ambas fuerzas creativas, que puede descolocar fácilmente si no se conocen los códigos en los que se mueven tanto el cineasta como la pareja de músicos. En todo caso, estamos ante una obra complejísima, repleta de vericuetos, que se despliega de forma rotunda y majestuosa, que nos lleva por lugares insospechados a través de una serie de set pieces de la más diversa índole. Una reflexión en torno al cine y a la responsabilidad de los creadores a la hora de mantenerlo vivo. Beatriz Martínez
“Nomadland” es un híbrido entre ficción y documental sobre la Norteamérica ignorada y vaciada, la que cabe entre cuatro husos horarios de costa a costa, protagonizado por personajes errantes, también ignorados y vaciados. Los nómadas que dan título a la película son trabajadores de mediana edad, cercanos ya a la tercera en algunos casos, que fueron barridos a la cuneta del sistema laboral de Estados Unidos tras la crisis económica de 2008. Es casi una historia posapocalíptica. Un armagedón, silencioso y silenciado, casi vulgar. Un filme notable, dominado por la presencia de Frances McDormand: la actriz pasa a ser una abstracción en cuya sonrisa gastada y silencio de pobre se representa la derrota, pero también la dignidad. Joan Pons
La mayor parte de las películas de Jane Campion muestran a personajes encerrados en un lugar y en un tiempo determinado, seres constreñidos por las convenciones, por el peso de la moral de la época, por sentirse diferentes en un entorno hostil. Muchos de estos temas reverberan en su nueva obra, un poderoso wéstern en el que el choque entre lo masculino y lo femenino terminarán adquiriendo una inusitada visceralidad. A través de una narración coral, la cineasta adapta la novela homónima de Thomas Savage para componer un retrato sobre la intoxicación en todas sus formas, la más poderosa la del odio, que irá pasando de unos personajes a otros a través de la humillación y la muerte. Una película tan compleja como bella, tan atávica como profundamente lírica. Beatriz Martínez
En “Quién lo impide”, Jonás Trueba multiplica sus carambolas vitales y musicales con un proyecto que toma el título y el impulso optimista de una canción de juventud de Rafael Berrio para depositarlos en un grupo de jóvenes a modo de semilla emocional y ver qué pasa entre todos, los chavales y sus preocupaciones y el cineasta capaz de organizar sutil y libremente una narrativa entre la improvisación y la realidad ficcionada para esas vidas por hacer. Casi cuatro horas apasionantes, que fluyen con una naturalidad pasmosa, logrando un filme insólito y cautivador, deslumbrante y emocionante, sobre una generación y un cine palpitantes. Ricardo Aldarondo
De obra pausada y concentrada, Kelly Reichardt es una de las figuras importantes de un cine independiente real, una manera de contar y encuadrar, no un simple tránsito hacia Hollywood. Sus películas basculan entre el tempo detenido y el movimiento continuo. En “First Cow” propone un encuentro de personajes atípicos en una atmósfera geográfica de wéstern –como ya sucedía en “Meek’s Cutoff” (2010)–, hallando un encaje inclasificable en el género, pintado con cálidas acuarelas de la banda sonora de William Tyler: mandolina, guitarra y xilófono que se incrustan entre los personajes y el suave rumor sonoro de un riachuelo. Quim Casas
Galardón al Mejor Guión en Cannes para su reciente “Drive My Car” (2021) y Gran Premio del Jurado en Berlín para el filme que nos ocupa. 2021 ha sido el año de Ryūsuke Hamaguchi, que empezó a llamar la atención con “Happy Hour” (2015). Alumno en su día de Kiyoshi Kurosawa, para quien hoy trabaja como guionista –él es uno de los firmantes del libreto de “La mujer del espía” (2020), estrenada este año–, estamos ante el realizador japonés más destacado del momento. Eso se debe en gran parte a “La ruleta de la fortuna y la fantasía”, su obra más dramáticamente despojada, un tríptico de cuentos sostenido en diálogos imponentes, larguísimos planos y una puesta en escena trazada con paciencia y elegancia. Es tentador comparar a Hamaguchi con obvios referentes como Éric Rohmer –y su episódica “Les rendez-vous de Paris” (1995)– o Hong Sangsoo (a quien aquí se guiña un ojo con los tres descarados zums que puntúan cada segmento), pero “La ruleta de la fortuna y la fantasía” respira un aire propio, menos académico que el del primero, menos sardónico que el del segundo. Su discreto comentario sobre lo virtual, el sutil erotismo que desprende y su uso del azar como herramienta con que disertar sobre las relaciones humanas la hacen poco menos que irresistible. Cristian Rodríguez
En esta época de estrenos mustios en salas, en la que todo acontecimiento cinematográfico importante parece que tenga que ser un blockbuster de qualité de mínimo dos horas y media, “Petite maman” es una bendita anomalía. Pero, que nadie se equivoque, este film-haiku de 72 minutos es también un acontecimiento cinematográfico importante. Tras la merecida consagración de Céline Sciamma como uno de los nombres capitales del cine actual gracias a la maestra “Retrato de una mujer en llamas” (mejor película de 2019 según Rockdelux), “Petite maman” puede parecer una obra menor, cuando es más bien un filme afinado en acordes menores, que no es lo mismo. Su liviana exactitud, su poesía a escala humana (de ser humano de 8 años, además) y su acercamiento a lo fantástico desde el punto de vista infantil conforman una singularidad que escapa de toda norma. Este cuentecito sobre una niña que afronta la muerte de su abuela y el duelo de su madre fugándose de la realidad a partir de los juegos con una amiga imaginaria (una fabulación de su progenitora cuando tenía su misma edad) posee la misma vibración lírica que el cine de Víctor Erice, Jacques Doillon o Nobuhiro Suwa. Según se mire, incluso hay algo de Ghibli (cruzar el umbral de la fantasía como rito de paso en la infancia). Pero, al final, “Petite maman” es algo así como el caso paradigmático de la aplicación al cine de aquello que decía Johann Cruyff: “Jugar a fútbol es sencillo; jugar fútbol sencillo es lo más difícil del mundo”. Joan Pons
Julia Ducournau concibe su cine como una experiencia catártica. Sus personajes se encuentran en los márgenes de lo socialmente aceptado y buscan su lugar en el mundo a través del descubrimiento de su propia naturaleza. Sus criaturas son a la vez víctimas y verdugos, se condenan al mismo tiempo que se liberan a través de ese arco de metamorfosis que sufren sus cuerpos. Si en “Crudo” (2016) la protagonista descubría su verdadera identidad al probar la carne humana, en “Titane” lo hace tras mantener relaciones sexuales con un coche y quedar embarazada de la máquina. Así, la joven Alexia emprenderá un camino de no retorno que parte de la destrucción para terminar desembocando en la creación, la de una nueva entidad que fusiona lo orgánico y lo tecnológico, lo femenino y lo masculino.
Resulta complicado hablar de “Titane” en términos narrativos, porque precisamente Ducournau intenta escapar de esa constricción y todo su peso castrante. El relato se transforma al mismo tiempo que también cambia el cuerpo de su protagonista, que se hace pasar por Adrien, el hijo desaparecido de un hombre que lidia al mismo tiempo con un trauma psicológico y con su decrepitud física. Dos seres heridos que se entenderán sin palabras, quizá porque el único lenguaje universal en realidad es la confianza, la empatía y la ausencia de prejuicios. Podríamos decir que la segunda parte es el reflejo de la primera, ya que la directora establece un juego de espejos entre ambas mitades que terminarán complementándose de una manera reveladora, conduciéndonos desde el caos a la aceptación, como le sucede a Alexia/Adrien. Un ser del futuro, como la propia película. Beatriz Martínez
Por Marc Muñoz
El año que claudica ha seguido poniendo de manifiesto el interés por el documental musical. La bonanza de esta variante de la no ficción ha sido fácilmente rastreable tanto en el competitivo circuito de las plataformas de streaming como en las salas de cine. Los gigantes del entretenimiento 24/7 han rellenado su inabarcable despensa echando el lazo sobre algunas figuras destacadas del séptimo arte bajo la promesa de materializar acercamientos diferenciadores al rockumentary al uso. Fue el caso de “The Velvet Underground” (Apple TV+), en la que Todd Haynes rendía un sensorial tributo a la cuadrilla sombría de Lou Reed bajo el rugido experimental de ese Nueva York irredento que cobra en sus fotogramas dimensión protagónica.
También llegaría como hito del documental planchado en 2021 la reciente serie (¿o es una película dividida en tres partes?) “The Beatles: Get Back”, la desmedida aproximación de Peter Jackson a las históricas grabaciones de los Fab Four que posibilitaron sus últimos alientos creativos. Reapertura de un yacimiento arqueológico extraordinario, servido en tres dosis, que sirve para comprender la escisión de la banda, así como sus lazos fraternales y sus dinámicas creativas inimitables. No fue la única nota beatlemaniaca celebrada de la plataforma de Disney, que también alojó el diálogo ilustrativo entre Macca y Rick Rubin en “McCartney 3, 2, 1”, dirigido por Zachary Heinzerling.
La banda Sparks fue otro de los nombres propios del curso (y por partida doble) gracias a su intervención caudal en el corpus de la “Annette” de Leos Carax, pero también por ser objeto de estudio por parte de otro director melómano, el británico Edgar Wright, en la estrenada en cines “The Sparks Brothers”. Los otros competidores del tablero VoD también han apostado por el subgénero: Movistar+ como acaparador de algunos de los documentales musicales más perseguidos de los últimos meses: el de Tina Turner, “Tina” (T.J. Martin & Daniel Lindsay), el dedicado a Frank Zappa, “Zappa” (Alex Winter), y lo último de la eminencia en el campo, el británico Julien Temple, quien, en su última incursión, “Crock Of Gold. Bebiendo con Shane MacGowan” (otras que se vio en los cines), sirvió varias rondas al poeta punk irlandés.
La HBO se apuntó a la liza con su serie “Music Box”, de la que pudimos extraer la enseñanza de lo que fue en realidad el infernal “Woodstock 99: Peace, Love And Rage”, de Garret Price. Treinta años antes, en paralelo al primer Woodstock, Harlem acogió un evento multitudinario para celebrar la cultura negra con las primeras espadas del momento. Un festival que hasta este año había permanecido en los cajones de la historia. Questlove recupera ese impagable material en otra de las delicatessen de la temporada, “Summer Of Soul”, que se estrenó en cines y ahora se puede gozar en Disney+. Una cosecha para relamerse, vaya. ∎
1991 El silencio de los corderos Jonathan Demme / 1992 Sin perdón Clint Eastwood / 1993 Los amantes del Pont-Neuf Leos Carax / 1994 El gran salto Joel Coen / 1995 Exótica Atom Egoyan / 1996 Secretos y mentiras Mike Leigh / Rompiendo las olas Lars von Trier / 1997 L.A. Confidential Curtis Hanson / 1998 Hana-Bi (Flores de fuego) Takeshi Kitano / 1999 La delgada línea roja Terrence Malick / 2000 Ghost Dog, el camino del samurái Jim Jarmusch / 2001 En construcción José Luis Guerin / 2002 Mulholland Drive David Lynch / 2003 Dogville Lars von Trier / 2004 ¡Olvídate de mí! Michel Gondry / 2005 Una historia de violencia David Cronenberg / Saraband Ingmar Bergman / 2006 Grizzly Man Werner Herzog / 2007 Last Days Gus Van Sant / 2008 Antes que el diablo sepa que has muerto Sidney Lumet / 2009 Malditos bastardos Quentin Tarantino / 2010 Toy Story 3 Lee Unkrich / 2011 El árbol de la vida Terrence Malick / 2012 Holy Motors Leos Carax / 2013 The Master Paul Thomas Anderson / 2014 Boyhood (Momentos de una vida) Richard Linklater / 2015 Mad Max. Furia en la carretera George Miller / 2016 Paterson Jim Jarmusch / Carol Todd Haynes / 2017 El otro lado de la esperanza Aki Kaurismäki / 2018 Cold War Paweł Pawlikowski / 2019 Retrato de una mujer en llamas Céline Sciamma / 2020 Martin Eden Pietro Marcello ∎