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Los Beastie Boys terminaron 1987 hechos polvo y con un resacón de tres pares de cojones, tras encadenar giras con Public Enemy y Run DMC. Su primer álbum, “Licensed To Ill”, publicado por Def Jam a finales de 1986, iba como un tiro y había asaltado la lista de ventas estadounidense. El sello exigía una rápida continuación para el exitoso debut, pero el trío no estaba por la labor. No habían visto un centavo de sus pingües royalties y les mosqueaba que Rick Rubin se atribuyera el mérito del primer disco. Decidieron tirar por la de en medio y se marcharon a Los Ángeles a principios de 1988.
Rompieron con Def Jam e interpusieron demanda para reclamar la pasta. Ficharon por Capitol, cobrando un suculento adelanto que les quemaba en las manos. Se aliaron con el gurú de la noche angelina Matt Dike, el dúo de productores The Dust Brothers y un técnico de sonido de escasa experiencia, Mario Caldato Jr. Muestra a muestra –imposible determinar cuántos samples contiene “Paul’s Boutique”–, construyeron un deslumbrante collage auditivo como enmienda a la totalidad de su pasado reciente, abriendo las puertas a un exultante futuro.
Excesivo, psicodélico y pinturero, el segundo álbum de los neoyorquinos contiene todos los fundamentos musicales que ampliarían a posteriori, con el funk setentero, el hip hop primigenio y el groove como centros de gravedad. Y establece un importante giro en su imagen pública gracias a una lírica más refinada e incisiva, aunque siempre chispeante. “Shake Your Rump”, “Hey Ladies”, “Looking Down The Barrel Of A Gun”, “The Sounds Of Science” o “Shadrach” son los principales estándares de un clásico que terminaría conquistando la posteridad por derecho. ∎
El público estadounidense lo bendijo casi de inmediato, aupándolo a lo más alto de ‘Billboard’ dos semanas después de que viera la luz, en la primavera de 1994. Y con razón, porque “Ill Communication” amplía los generosos márgenes inventivos propuestos por “Check Your Head”.
Orgánico y caleidoscópico, el cuarto álbum de los Beastie Boys es un portentoso y completísimo ejercicio de libertad compositiva que transita con desparpajo desde el hardcore-punk de “Heart Attack Man” y “Tough Guy” hasta el funk de acento sureño en “Sabrosa”. El trío se nutre del hip hop experimental de primera generación –“B-Boys Makin’ With The Freak Freak”– y perfecciona –es el caso de “Sabotage”– algunas de las fórmulas magistrales descubiertas en los tiempos de “Paul’s Boutique”.
Lo grabaron en el loft californiano que Money Mark –teclista consumado y habilidoso carpintero– había reconvertido en estudio de grabación y cuartel general de Grand Royal –su sello– a principios de la década. Y se quedaron bien a gusto, flotando sin ataduras sobre plantillas sonoras blaxploitation, participando en aquelarres de scratch, reinventando el groove a placer –lo de “Futterman’s Rule” es increíble– y rapeando como nunca en hits hermanados con la eternidad como “Sure Shot”, “Root Down” y “Get It Together”, este último en compañía de Q-Tip de A Tribe Called Quest. ∎
Cuando median dos álbumes así no apetece desempatar. Ni falta que hace. La riqueza de ambos, su envidiable vitalismo, invita a firmar las tablas para seguir celebrándolos en un bucle de nuevas y sorprendentes escuchas. Porque nunca te los acabas. “Ill Communication”, un prodigio de dinamismo y ambición, tiene su origen en la perspectiva, aventurada pero sagaz, de “Paul’s Boutique”. El espíritu es el mismo. El ADN, idéntico. Cambian los materiales de producción y se desarrollan adaptaciones durante el proceso evolutivo, en una depuración constante. Pero el vínculo es tan estrecho que se antoja imposible romperlo. Mejor no perderse ninguno. ∎