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Si siempre fueron peculiares, desde “Raro” se hizo oficial. En esta extraña nueva normalidad, el grupo uruguayo celebra los 15 años de la placa que delineó e internacionalizó su rock-rap de rimas mordaces e ingeniosos juegos de palabras. Hablamos con su líder, Roberto Musso, ya en preparativos del próximo álbum.
Raros fueron siempre. Desde que de chicos Roberto Musso y Ricardo Musso creaban extraños personajes en la ciudad imaginaria de Tajo hasta que ya como el Cuarteto de Nos, junto con Santiago Tavella (bajo) y Álvaro Pintos (batería), apuntalaron la fuerza lírica de su rock alternativo con un rap a la uruguaya, con dejo de murga y arengas de fútbol, más cualquier otro ritmo que viniera a cuento. No es de extrañar que fuera el disco “Raro” (Bizarro-EMI, 2006) el que los catapultara de su país natal al mundo, más de veinte años y diez discos después de su primer concierto, y que justo ahora, en el momento más singular de nuestra historia reciente, celebren el 15º aniversario de aquella placa.
“‘Raro’ fue un disco diferente a todo lo que veníamos haciendo, una reinvención en lo compositivo, artístico y logístico”, cuenta desde Montevideo su cantante y principal compositor, Roberto Musso. El humor absurdo y la teatralidad de los primeros años del grupo desembocaron en una propuesta rock más compacta, con aires pop y electrofunk, pero, sobre todo, con una intrincada metralla de ingeniosas rimas, cargadas de ironía y humor negro.
Allí estaba “Ya no sé qué hacer conmigo”, suerte de hip hop existencialista cruzado de son y milonga, y “Yendo a la casa de Damián”, cuya composición hasta dio pie a una charla TED. “Creo que en la pandemia se revalorizó, porque son canciones atemporales que perfectamente podrían haberse escrito con más sentido ahora”, medita Musso.
Como quinteto –tras el retiro de Ricardo Musso y la incorporación de Gustavo Antuña (guitarra) y Santiago Marrero (teclado)–, en los últimos quince años han dado vida a un nutrido bestiario de criaturas e historias peculiares en primera persona. Así, su discografía parece habitada por encarnaciones de los pecados e inquietudes del mundo actual: “Bipolar” (Warner, 2009) y “Porfiado” (Warner, 2012), sofisticando la ironía y el cruce de géneros; “Habla tu espejo” (Warner, 2014), introspectivo; “Apocalipsis zombi” (Sony, 2017), una aproximación lúdica a las distopías de hoy, y “Jueves” (Sony, 2019), expansivo.
En “Raro” se da un giro estético desde el absurdo y la teatralidad –con ecos de festivales de murga– a una propuesta más rap con la que pegan en España y luego Latinoamérica. ¿Cómo se dio la evolución e internacionalización de Cuarteto de Nos?
Nosotros éramos una banda muy establecida desde mediados de los 90, con un disco que sigue siendo el más vendido en la historia de Uruguay –“Otra navidad en las trincheras” (Ayuí-Tacuabé, 1994)–, pero no habíamos salido más allá de Buenos Aires. Como la democracia nos llegó cuando teníamos 16 o 17 años, nuestra propuesta estaba marcada por esa efervescencia de decir lo que antes estaba prohibido, con un humor absurdo y una teatralidad quizá muy regional. Pero llegó un momento en que nos sentimos saturados. “Raro” fue una reinvención. Lo hicimos con Juan Campodónico, con canciones más largas y rimas complejas. Un día nos llama el presidente de EMI España y nos dice que nunca había escuchado algo parecido a nivel letrístico y musical. Así fue como saltamos a España. Era un disco con guitarras distorsionadas, aires grunge y un tono rockero muy moderno, pero que abordaba todo desde otro lugar: el sarcasmo y la ironía, letras con un relato no estándar de personajes y situaciones.
Rapear está muy vinculado a la cadencia del idioma. ¿Cuál fue la forma de abordarlo?
Teníamos algunas canciones con aire hip hop, pero a partir de “Raro” me interesaba hablar de temas que la canción pop no me permitía, no me dejaba poner tanta información. Además, creo que con el tiempo el rock fue parodiándose. Encontré más estímulos en el hip hop y lo urbano. Los discos de Eminem me parecieron increíbles porque mezclaban rap con juegos de lenguaje, humor, crítica social y estribillos pop. Me resultó interesante mezclar todo con lo folklórico, las payadas. Soy fanático de “Florentino y El Diablo” (del venezolano Alberto Arvelo Torrealba). De chico la escuchaba en la versión de Los Olimareños. Todo ese desarrollo de décimas, ese duelo entre guitarreros también confluyó para que hiciera temas como “Ya no sé qué hacer conmigo” o, más recientemente, “Contrapunto humano computadora”, una payada modernizada contra la abuela de Siri, como dice mi hija.
“‘Raro’ fue un disco diferente a todo lo que veníamos haciendo, una reinvención en lo compositivo, artístico y logístico”
Roberto Musso
Por el peso de las letras podría esperarse un sonido más sosegado. Pero sus conciertos suelen ser furiosos, con varias generaciones cantando palabra por palabra las extensas rimas. ¿Cómo se logra ese arrebato?
Es como una catarsis colectiva. La gente canta las canciones de principio a fin, pero desde un punto de vista personal. Cuando tocamos “Buen día Benito” (sobre la venganza contra el abusador) se me pone la piel de gallina, porque siempre veo que en las primeras filas la cantan como con rabia, y pienso: “Estos pibes deben haber sufrido ‘bullying’”. Todos tenemos nuestro Benito y me la cantan como diciendo: “Ajusticialo por mí, matame a mi Benito”.
Sus canciones son muy visuales, con cruces rítmicos o arreglos que apuntalan lo que se dice: el reguetón en “Apocalipsis zombi” o el punk que quiebra el dejo cumbiero de “Mario Neta” al hablar de consumismo. ¿Música y letra vienen imbricadas? ¿Cómo se trabaja eso con la banda?
Nunca he escrito una letra sin saber la musicalidad, tampoco al revés. Con la guitarra o con la computadora y un beat, llega un momento en que veo el link entre determinada idea y su música y me pongo a escribir. Hago una maqueta. Me gusta poner ideas, líneas de coro y lo que se me ocurra para ir limpiando y construyendo entre todos. La visión de producción es importante. En “Mario Neta”, Eduardo Cabra (uno de los productores de “Jueves”) fue quien resaltó el cambio que dices. Y ese tono que tienen algunas canciones de parodia musical lo trabajamos mucho desde “Raro” con Juan Campodónico. Si vamos a abordar una canción desde el country, como en “Pobre papá”, no vamos a hacerlo riéndonos del género, sino sabiendo extraerle lo que aporta. Toda la fusión ha sido porque la canción lo pedía o porque artísticamente nos parecía bueno probar.
Además de la celebración de “Raro” –edición especial en vinilo y encuentros virtuales con fans en la “Experiencia Rara”–, ¿qué planes hay para este 2021?
No somos de regodearnos en el pasado, pero “Raro” es emblemático y en estos tiempos tan extraños pensamos que un vinilo sería perfecto; es un objeto que los fans atesoran. La pandemia cortó la gira de “Jueves”. El último show fue en el Vive Latino 2020. Eso es lo que más extrañamos. Pero ya estamos trabajando en nuevos temas, lanzaremos una o dos canciones y luego el disco. Cuando estoy de gira, no puedo componer, así que he aprovechado el tiempo. Eso sí, nada de la pandemia porque no me inspira. La nueva normalidad es lo más raro del mundo.
Sí, la “experiencia rara” parece ya la estamos viviendo todos. ¿El Cuarteto de Nos es la banda sonora?
Eso es lo bueno de ser raro (risas). ∎
Fue un giro que terminó en revolución: el disco con el que el Cuarteto de Nos, tras veinte años como banda masiva en Uruguay, trascendió estilos y fronteras, irrumpiendo en la escena del rock alternativo internacional con el extraño single “Yendo a la casa de Damián”. Eran más de cuatro minutos de intrincados pero contagiosos juegos de palabras sobre una absurda odisea cotidiana. El vídeo, transmitido no por los canales musicales, sino por los de series, lo protagonizaba un hombre común y corriente de gafas gruesas, también presente en la carátula y que muchos creyeron que era el cantante, cuando en realidad era un avatar configurado con fragmentos de toda la banda.
Con temas mayormente compuestos por Roberto Musso y producido por Juan Campodónico –quien también los acompañaría en “Bipolar” (2009), “Porfiado” (2012) y parcialmente en el resto de su discografía–, “Raro” marcó su sonido y propuesta hasta hoy. Con apertura genérica y sotisticación pop, maduraron el humor absurdo y la teatralidad localista de sus diez primeras placas en un peculiar rock rap de lírica filosa, cargada de ironía, humor negro y una reflexión crítica del mundo a partir de historias personales.
Con cuidados arreglos y más conscientemente abiertos a la experimentación, fue aquí donde comenzaron a alternar entre la metralla rap y el groove funky, a veces apuntalado por candombe, murga o milonga (“Así soy yo”). La fuerza guitarrera con aires grunge prepondera (“Natural”, “Invierno del 92”, a veces más punk en “Pueblo podrido”), mientras que los ingeniosos juegos de lenguaje sirven para desvelar paradojas vitales (“Hoy estoy raro”), como en la cadenciosa descarga existencialista de “Ya no sé qué hacer conmigo”, hip hop atravesado por son y milonga, cuyo vídeo dio una capacidad casi plástica a las perspicaces rimas. Completaban el disco el humorístico country de Santiago Tavella “Pobre papá” y la pegajosa “Autos nuevos”, entre los últimos legados de Ricardo Musso antes de su partida, incluyendo un curioso solo de guitarra hecho con la voz. ∎