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Los dos primeros volúmenes del proyecto El Baile Condal, la electrónica en Barcelona (1990-2021).
Los dos primeros volúmenes del proyecto El Baile Condal, la electrónica en Barcelona (1990-2021).

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El Baile Condal: amarse un poco

Quince meses después de que la COVID-19 barriera una sociedad que, por mucho que nos empeñemos, jamás volverá a ser la misma, el único reducto que le queda a un sector musical tocado de muerte es sobrellevar esta debacle con un back to basics de manual: ayudar al prójimo. De ahí surge El Baile Condal: una iniciativa solidaria que también pone en valor la historia de la escena electrónica barcelonesa. Marc Piñol, implicado directamente en el proyecto, explica su génesis y sondea el estado de ánimo del sector.

02. 07. 2021

Debería ser de primero de civismo, pero a estas alturas de la película hay gente a quien se le sigue olvidando practicar la empatía y, como susurraba Lucio Battisti, “amarsi un po’”. Algo que, además de gratis, segrega oxitocina a patadas, engancha más que el perico y no tiene por qué verse como un signo de debilidad o condescendencia. No es el caso de Isma Cano, uno de los rostros reconocibles del barcelonés Nitsa Club durante sus dos primeras décadas, que, al tener conocimiento de que la tienda de discos y parafernalia musical Crokan’s Mutant Store estaba a punto de cerrar la persiana de manera definitiva, decidió ponerse manos a la obra para echarle un cable. Lupen Crokan, su dueño, comenta que ante todo ha percibido la pérdida de “un gran número de clientes por razones asociadas a la propia crisis: lo mismo se han quedado sin trabajo que tuvieron que mudarse a otra ciudad”. Esto, a pesar de la dura disposición de las cosas, ha desarrollado aún más el sentimiento de compañerismo entre “clientes habituales, sellos y distribuidoras de distintos países, incluso el de otras tiendas y los propios vecinos”. Y aunque el propio Lupen concluye que “es algo por lo que estar muy agradecido”, la conclusión es sangrante: sin el apoyo mutuo esta industria no será capaz de aguantar ni dos telediarios. La situación es demasiado precaria.

Después del trabajo organizativo y de gestión del propio Cano, ve la luz El Baile Condal, una entidad que se estructura como sello discográfico para editar una serie de seis recopilatorios vertebrados a través de los tracks cedidos por más de sesenta artistas. Su finalidad inmediata es recaudar fondos para ayudar a Lupen y su tienda mutante, pero, colateralmente, también repasa con infinito cariño la historia de la música electrónica de baile producida en la capital catalana, así como sus conexiones con el resto del país. El primer volumen, “Años 90. Nuevos horizontes” (El Baile Condal, 2021), lo abre Guillem Pascual, que, bajo el alias de BombJack, firmó “Insert Coin” (2000), uno de los primeros álbumes de breakbeat hechos en España. “Podías llegar a sacarte un sobresueldo decente con las ventas, a pesar de operar en los márgenes de la industria –recuerda Pascual–. Si lo comparamos con lo que pasa ahora mismo, no hay color: necesitas del paraguas de una empresa grande, tener cierta infraestructura. No hay posibilidad de movimiento más allá de ciertas coordenadas”. Afligido, remata su análisis afirmando que, a día de hoy, la clase baja del sector musical “solo se puede plantear publicar por el placer de publicar o por una buena causa, como es el caso que nos ocupa”.

Una causa en la que colaboran nombres como Alex Martín, Eduardo de la Calle, Funk Empire, Ferenc, Pablo Bolívar, Tensal, Fibla, Professor Angel Dust o Undo, entre otros, y en la que cabe apuntar que se echa mucho de menos la presencia de mujeres, al menos en los dos volúmenes publicados hasta la fecha, el de la década de los 90 y “Efecto 2000. La explosión”(El Baile Condal, 2021). Los temas han sido remasterizados por Neiland y recopilados en formato digital en la página de Bandcamp del proyecto. A finales de septiembre estarán disponibles los capítulos restantes: “Caudorella 2010-2015. La consolidación” y “El presente futuro 2016-2021”, que se dividirá en tres partes, y la versión en formato físico de todos ellos saldrá en 2022. Es, sin duda, un valioso gesto que demuestra que, en momentos tan duros como los que estamos viviendo, lo mínimo que podemos hacer es dejar el orgullo a un lado y arrimar el hombro.

 Lupen Crokan, el dueño de Crokan’s Mutant Store.
Lupen Crokan, el dueño de Crokan’s Mutant Store.

“Sé demasiado bien lo que es esto”, confiesa Angel Molina, que también se ha encargado de secuenciar alguno de los recopilatorios. “Tuve que cerrar una tienda después de muchos años al frente y sé lo que duele. Entonces, también me habría llegado al corazón que la clientela nos hubiera llorado un poquito”. Angel se refiere al Sci-Fi, local que fundó junto a Aleix Vergés, el añorado DJ Sideral, y el ínclito Paco Osuna. Estaba situado en la plaza Bonsuccés, en un itinerario dorado que completaban Sitges, Tallers y Valldonzella, en el que, en su momento de máximo esplendor, llegaron a convivir más de una docena de tiendas en poco menos de un kilómetro cuadrado; algo inconcebible a día de hoy. “Quizá la oferta y la demanda seguían siendo tan buenas que nadie reparó en nuestra ausencia, quizá no terminaron de verlo como un problema… Pero fue un síntoma de que las cosas empezaban a no ir bien. Cuando cd.drome echó el cierre en enero de 2012 ya pudimos decirlo abiertamente: ‘esto se va a la mierda’”.

Pasados los años, el sector se recuperó “de manera un tanto titubeante”, comenta Gabriel Berlanga (más conocido como Undo y dueño del sello Factor City), “aunque la crisis pandémica de 2020, sumada a las ya acumuladas por el cierre de distribuidoras en 2005 y por la financiera en 2008, ha sido una estocada de la que no será fácil recuperarse”. Un hecho que evidencia, más allá del acceso inmediato y sin dificultades a cualquier disco, medio escrito u oferta de abono, vuelo y hotel para acceder al festival del momento, que el negocio de la música tiene los pies de barro y debe reinventarse una y otra vez para seguir subsistiendo. “Estoy un poco harto de reinventarme”, dice Pedro Pina entre risas. “Me río porque me niego a llorar. Mientras la gente del sector se reinventa cada dos findes para poder seguir dedicándose a esto, las empresas que gestionan cánones y ‘streamings’ se hacen de oro a costa de nuestro pagafantismo. Suerte tenemos de que exista esa flor en el barro que es Bandcamp”, concluye, dejando claro que más allá de esta inevitable y constante generación de contenido, tan hija de nuestros tiempos, debe existir un modelo sólido en el que no se encorsete a la parte más creativa del sector. Pina sabe bien de lo que habla: empezó su andadura en los años 90 firmando discos de drum’n’bass y ahora es un pluriempleado con pedigrí: se dedica a la mezcla y al mastering, trabaja a tiempo completo en una tienda de equipamiento musical y es embajador y profesor de la empresa de software musical Ableton. Un caso demasiado habitual, por desgracia. “Dedicarse a esto no sale a cuenta desde hace muchos años, pero imagino que nos gusta demasiado”, culmina. Una máxima que, con absoluta certeza, resuena una y otra vez en la cabeza de muchas de las personas que han formado parte de El Baile Condal. Dadas las circunstancias actuales, estaría bien que nos amáramos un poco, solo un poco, más. Nos hace verdadera falta. ∎

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