Los mundos de Val del Omar reinterpretados.
Los mundos de Val del Omar reinterpretados.

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El vuelo eterno de Val del Omar

La figura de José Val del Omar (1904-1982) deambuló durante décadas entre la neblina de una marginalidad difícil de asumir. Pero su ingente labor, cada vez más estudiada y reconocida, sigue proyectando significativos destellos y sugiriendo caminos por los que, de cuando en cuando, se aventuran algunos intrépidos de la música popular española.

Tres años antes de sellar el finiquito de Lagartija Nick, la franquicia española de Sony Music había dado la espalda a “Omega”, que fue editado por El Europeo en 1996. El despido se veía venir, pero Antonio Arias, líder del grupo granadino, decidió perseverar. “Val del Omar” se publicó a principios de 1998 y Lagartija Nick cerró por fuera aquel despacho en la Castellana. Hablamos de un apabullante ejercicio sónico que envolvía textos del poemario “Tientos de erótica celeste”. Descubrió a muchos este personaje esencial e introdujo en nuestro ecosistema pop su formidable aportación, que abarca cine, fotografía, tecnología, música, literatura o filosofía y sigue resonando en nuestros escenarios, estudios y locales de ensayo más de dos décadas después.

Maniobras de aprojimación

Antonio Arias afirma que, después de escuchar el disco, los ejecutivos de su antigua compañía llegaron a cuestionar la existencia de Val del Omar. A decirle que aquello era un invento. Así se justificaba el desconocimiento y se confirmaba un ostracismo sistemático. “Siempre había algo que lo juzgaba, una sospecha, cuando su carrera y dimensión humanista están fuera de duda. Nuestro disco tenía mucho de darlo a conocer, de aportar espacios lúdicos a su obra, de no encajonarla en esa oscuridad incomprensible que siempre lo rodeó y de la que él siempre se quejó. Ese aspecto de que su obra sirviese a la humanidad te ayuda a seguir buscando. Es uno de los grandes mensajes del trabajo con el genial Morente y del genial Val del Omar. Son los hombros de los gigantes en que nos hemos subido. Ocurre un poco como con ‘Omega’. Tiene que cambiar el ámbito musical y generacional para que se miren sin prejuicios”.

En 2010, dichos ámbitos habían cambiado lo suficiente y Lagartija Nick se sumó a una celebración colectiva y multitarea que comprendía la publicación integral de su legado fílmico en DVD, una meticulosa exposición en el Museo Reina Sofía, la reedición del álbum en CD y una serie de conciertos en los que el grupo tocó el disco al completo, sumando al espectáculo algunos de los sistemas inventados por su paisano, como el sonido diafónico o la táctil-visión. El vínculo de Arias y de su hermano Ángel con la familia Val del Omar se estableció a mediados de los noventa para la realización del álbum y fue crucial en el desarrollo de estas acciones, íntimamente ligadas al concepto de aprojimación. “Era un Nikola Tesla del arte cinematográfico”, sugiere Arias. “Quería usar ese punto de unión, de noosfera, y darlo a la gente gratis para que esa España que lo rodeaba pudiese ser una capital mundial emocional que ‘aprojimase’ a los seres humanos a través de inventos que están fuera de la mirada del mercado. Eso por supuesto. Él siempre está fuera de eso. Quiere aproximar los corazones, quiere crear esa emoción inefable que nos lleva a otro estado”.

Antonio Arias lo tiene muy presente. En sus discos por cuenta propia –los dos volúmenes de “Multiverso” publicados en 2009 y 2013– también reverbera la impronta del artífice de “Tríptico elemental de España”. “Val del Omar representa el fin de una búsqueda, porque encuentras a alguien que sujeta y amplía tu expresión artística. Eso se queda en tu código genético, al igual que ‘Omega’, que lo nombro porque son trabajos que se simultanearon. Cuando cantas su poesía luego no te cuesta nada cantar sobre la búsqueda del Fondo de Radiación Cósmica como motivo espiritual. Estaría rozando siempre con la espiritualidad ancestralmente andaluza. Algo que no se puede evitar. Eso hablando de poesía y sonido, luego tenemos su creación de música concreta, su utilización de los elementos que te rodean para que esa digenética del ruido, tan presente en su obra, se incruste en la misma. No se puede abandonar la influencia de su figura”.

Fotogramas de “Tríptico elemental de España”.
Fotogramas de “Tríptico elemental de España”.

Desde el páramo del espanto

Javier Vielba todavía no ha escuchado el disco de Lagartija Nick, pero conoce al detalle “Fuego en Castilla”, la segunda tabla del “Tríptico elemental de España”, premiada en el Festival de Cannes en 1961. Su pasión fílmica lo llevó a matricularse en un posgrado de cine recién estrenada la veintena. “Fuego en Castilla” era una de las películas incluidas en aquel plan de estudios. El músico pucelano –conocido por su trabajo al frente de Corizonas y Arizona Baby, pero también en solitario como El Meister– reconoce que aquella cinta hizo mella. Y la conmoción fue perdurable porque, en 2020, El Meister publicó un álbum titulado como la película de Val del Omar. “Cuando estudiaba estaba metido en música gótica, industrial, en sonidos experimentales. Ves ese tenebrismo, las imágenes de la escultura en madera policromada de los maestros castellanos, los juegos de luces estroboscópicas, cómo maneja la Semana Santa de Valladolid, nuestro Museo de Escultura, los momentos con Vicente Escudero, bailarín vallisoletano… Todo eso, para mi disco, era muy sugerente, porque lo he vivido en primera persona. Pero mi acercamiento es por la película, por esa ‘cinegrafía libre’. Yo he hecho mi ‘sonografía libre’ porque son elementos clave en mi vida”.

Vielba interpreta la actitud creativa de Val del Omar como un juego de opuestos y se identifica con ella sin titubear. “Quería mezclar experimentación y tradición, cosas muy de antaño o muy sacras con cosas más populares o paganas”. No tarda en aclarar que este trabajo es un guiño, no una derivación o un anexo. Pero cuando la conversación vira hacia la banda sonora de la película algunos vasos comunicantes empiezan a fluir. “Veo experimentación sónica, no necesariamente notas musicales, casi protoelectrónica, entre comillas. Quizá hasta Silver Apples no hubo gente que de verdad estuviera aplicando eso en un contexto pop. Quizá tiene que ver más con Stockhausen que con Kraftwerk. Pero hay ruidos muy bien ordenados, un caos sugerente. A mí me sugería libertad creativa. Ante todo, esto es libre. No sé si hay un argumento claro o no, lo que hay es poesía audiovisual. Y esa libertad me interesa”.

Durante los últimos “seis o siete años”, El Meister ha ido juntando las piezas de un puzle –las canciones del disco– sin tener claro cómo podían encajar. Aquella película impresionante que vio en la universidad le ha acompañado en el remate de la tarea: “Para mí ha sido muy estimulante ‘Fuego en Castilla’, lo he interpretado un poco así. ¡Tallas del siglo XVII con luces estroboscópicas, qué pasada! Ese Valladolid de 1961, lloviendo, con el cristo tapado por un plástico, una cosa casi alienígena. ¡En la tradición siempre ha habido vanguardia, que parece que se nos olvida!”.


“Auto Sacramental Invisible”: instalación en el Museo Reina Sofía.
“Auto Sacramental Invisible”: instalación en el Museo Reina Sofía.

Una cierta mirada

Otro fan de “Fuego en Castilla” es Francisco Contreras, Niño de Elche. Sabe de Val del Omar desde hace mucho tiempo, pero admite que hasta “Antología del cante flamenco heterodoxo” –álbum de 2018 que incluía una pieza “inspirada arqueológicamente en él”– no toma conciencia de la dimensión de sus propuestas sónicas. Con la venia de herederos y custodios, accede al archivo sonoro del granadino. Le cautiva lo mucho que puede dar de sí y se pone a faenar, secundado en la producción por el músico y periodista Miguel Álvarez-Fernández, con quien establece una residencia en Matadero de Madrid que desborda en múltiples direcciones. Intervenciones en la pasada edición del festival Sonar+D, la materialización para el Museo Reina Sofía (hasta el próximo 26 de abril) de “Auto Sacramental Invisible” –quizá la primera instalación sonora de la historia, concebida en 1949– y la grabación del álbum “La distancia entre el barro y la electrónica. Siete diferencias valdelomarianas” (2020), que vio la luz el pasado diciembre. “En el proceso de construcción del disco vi que aquellos materiales estaban pidiendo una serie de cuestiones que en mi tesis primera no aparecían. Eso es lo que realmente supone un proceso experimental, que puedas cambiar tu tesis dependiendo de los materiales y de los sucesos”, razona.

El músico alicantino escuchó el archivo al completo tres veces, durante meses, asumiendo que su cometido era arrimar las orejas a ese magma auditivo hasta que ardieran y configurar una estética en territorio musical. “Para poder meter cinco segundos tiene que estar totalmente destilado y repensado el porqué. No es coger un archivo y cantar por encima. Una vez escuchado todo, esto nos puede servir más para una estética cercana al ambient o a Schaeffer o a Stockhausen. Teníamos distintas referencias. ¿Mi voz dónde se coloca? ¿Por qué estas letras y no otras? ¿Qué técnicas vocales?”. Y, durante el arduo proceso, ninguna tentación fetichista. “A Val del Omar se le entiende, como a todos los artistas, cuando lo bajas del pedestal de santo laico y comienzas a ver sus contradicciones, paradojas y obsesiones. Escuchar el archivo me ha ayudado a conocer mucho más a Val del Omar que leerle o ver sus películas. Mucho más. No tanto por lo que hay grabado, sino por cómo graba, qué preocupaciones tiene y qué cosas graba. Ahí lo he conocido de forma profunda y mi disco está atravesado por ese componente más íntimo”. ∎

Don Alhambro, el divulgador

Don Alhambro, personaje aparecido en la efímera revista “gallo” impulsada por García-Lorca en 1928, es también el nombre del grupo con que Ángel Arias persevera en su divulgación valdelomariana. Ángel tendió los puentes entre su familia y la de Val de Omar. Y fue el productor ejecutivo del disco de Lagartija Nick, grupo al que también pertenece de forma tácita. En Don Alhambro le acompañan su hermano Antonio y otros dos ilustres del pop granadino: Popi González y Migueline. La pandemia ha frenado el desarrollo de su repertorio y la presentación del espectáculo “V4L D3L 0M4R. Robot & Duende”, en el que Ángel administra el Live Coding. Su primera maqueta –“Mal padre”, con la pionera Ani Zinc, de Diseño Corbusier– también promete. “Como la música es un transporte de alta velocidad y en Granada te hacen más caso si tienes una banda de rock que un laboratorio, decidimos fundar la banda”, bromea, antes de ponerse más serio: “Lo que pretendemos es recuperar todas las técnicas de Val del Omar y aplicarlas en un contexto musical. Live Coding me permite hacer composiciones o ritmos o afrontar el reto sonoro de una forma impensable a través de la composición convencional. La idea es recuperar muchas ideas seminales para demostrar la profundísima vigencia que tiene su obra”. ∎

Homenaje tríptico

LAGARTIJA NICK
“Val del Omar”
(Columbia, 1998)

Basado en poemarios del granadino, promueve un trance fundamentado en la repetición y la mecanización de los ritmos. La música la firmó el guitarrista M.A.R. Pareja. Se trataba de cristalizar la Meca-Mística en clave sonora, aunque algunos lo redujeron a mera escaramuza thrash metal. Cromado e industrioso, generó más rechazo que adhesiones pese a la colaboración de Morente en “Celeste” o el innegable atractivo de canciones como “Sin fin” y “Táctil-Visión”.

EL MEISTER
“Fuego en Castilla”
(Subterfuge, 2020)

En el segundo álbum de El Meister hay muestras de folclore castellano, rutinas de rock garagero, facsímiles de Parálisis Permanente, citas a Valle-Inclán, ritmos joteros y coplillas en clave spoken word. Val del Omar sobrevuela más allá de su explícito título como ejemplo de libertad creativa, aflojando cualquier corsé estético. Las emociones, la memoria y un marco geográfico muy determinado se imponen a lo estrictamente intelectual.

NIÑO DE ELCHE
“La distancia entre el barro y la electrónica. Siete diferencias valdelomarianas”
(Sony, 2020)

Magnificación del fonema, experimentos de música concreta, abruptos mapeos sonoros, apuntes diafónicos, compases de Meca-Mística, ronquidos sedientos de trascendencia, resuellos flamencos, revoluciones industriales, tormentas eléctricas, abrasión noise, melodías flotando sobre el Generalife… Niño de Elche exprime el archivo de Val del Omar a conciencia y, en el proceso, renueva sus propias intuiciones. Al principio, desconcierta. Después crea un extraño vínculo con el oyente. ∎

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