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No quería ser reina y mandó a lo largo de siete décadas. Isabel II (1926-2022) siempre estuvo ahí. Vio pasar a 15 primeros ministros, vivió todos los mundiales de fútbol y reinó durante casi un tercio de la historia de los Estados Unidos. Su reinado fue el más longevo del Reino Unido –el segundo más largo de la historia– y atraviesa el siglo XX y el nacimiento y la creación de la cultura popular de forma clara y definida.
En el rock, el pop, los swinging sixties, el punk y el post-punk o el britpop nacionalista de los 90, Her Maj se incorporó como un icono más de la cultura pop y de masas. Veinte millones de personas –casi la mitad de la población del Reino Unido en la época– vieron en 1952 su coronación por televisión, la primera emitida en directo. Su fallecimiento el pasado 8 de septiembre inundó los timelines de ocurrencias sobre spoilers en “The Crown” (Peter Morgan, 2016-) y esperadas referencias a The Smiths y Sex Pistols.
Obvio. La gran campaña de marketing de Malcolm McLaren que lanzó al punk y a los Sex Pistols el 7 de junio de 1997, con su concierto en barco navegando por el Támesis, redada policial incluida, coincidiendo con el 25º aniversario de la coronación, colocó a la reina por primera vez en el foco de la cultura popular. Censurada por la BBC, “God Save The Queen” había debutado un mes antes en las listas con un undécimo puesto y escaló hasta el segundo. Pero en una semana fue desbancada por Rod Stewart. Saber si hubo o no amaño para que no alcanzara el número uno quedará para la leyenda.
“Antes de ‘God Save The Queen’, el pop era una actividad recreativa. Después se convirtió en una religión”, ha escrito el músico y periodista Bob Stanley, conocido por su trabajo en el grupo Saint Etienne, pero también por ensayos tan recomendables como “Yeah! Yeah! Yeah!. La historia del pop moderno” (2013; publicada en castellano por Turner en 2015). Pero más que la propia canción, lo que ha sobrevivido en el imaginario colectivo es el collage para la portada, obra de Jamie Reid, colgado en la National Portrait Gallery. Vivienne Westwood empezó vendiendo camisetas con ese diseño y, con los años, se han hecho hasta tarjetas de crédito… “Lo que arrojas contra el capitalismo no solo te lo devuelve, sino que encima te lo vende”, decía Herbert Marcuse.
Solitud, tristeza y reclusión, como la reina descrita una década más tarde por el icono de la canción protesta británica, Billy Bragg, en “Rule Nor Reason”: “The queen on her throne plays Shirley Bassey / Records when she’s all on her own / And she looks out the window / And cries” (“La reina en su trono pone discos de Shirley Bassey / cuando está sola / Y mira por la ventana / Y llora”). También el politizado Paul Heaton, a la izquierda de la izquierda, con su pop punzante e inteligente al frente de The Housemartins referenció a Her Maj en “Flag Day” (1985) –primer sencillo del grupo de Hull– mucho antes de que Blur asomara la cabeza.
Antes, en un tono antagónico, “Her Majesty” –escrita por Paul McCartney– apareció como hidden track en el disco “Abbey Road” (1969), de The Beatles. Años más tarde, McCartney reconocería en una entrevista haber tenido un crush de infancia con la reina. Los Beatles también la referenciaron en otras canciones como “Penny Lane”.
Un minuto les bastó a The Stone Roses en “Elizabeth My Dear” (1989) para plasmar su antipatía norteña –eran de Mánchester, como The Smiths– hacia la corona. La misma que motivó al escocés Bobby Gillespie en “Insect Royalty” (2000), de Primal Scream, y a los galeses Manic Street Preachers, mucho más explícitos en su debut “Generation Terrorists” (1992) con “Repeat (Stars And Stripes)”: “Fuck queen and country / Useless generations / Dumb flag scum” (“A la mierda la reina y el país / Generaciones inútiles / Escoria tonta de la bandera”).
¿Helen Mirren, Claire Foy u Olivia Colman? Debate abierto –que suelo acompañar con la discusión paralela sobre Meryl Streep o Gillian Anderson en el papel de Margaret Thatcher– sobre cuál de estas actrices –todas ellas premiadas– ha encarnado con más acierto a la reina Isabel II en pantalla.
“The Queen” (2006) –dirigida por Stephen Frears y escrita por Peter Morgan, con la oscarizada como mejor actriz Helen Mirren en el papel de reina– abrió una etapa de presentación de la monarquía adentrándose en uno de sus momentos más críticos, la muerte de la princesa Diana de Gales en 1997. Morgan exportó el fenómeno a los teatros del Reino Unido y luego, en las plataformas, acercó aún más a los monarchs a las masas y los introdujo a las nuevas generaciones con la aclamada y multipremiada “The Crown”, estrenada por Netflix en 2016, con cuatro temporadas ya emitidas, una quinta ultimando el rodaje y una sexta anunciada. Claire Foy y Olivia Colman han coleccionado elogios y premios en sus monárquicos papeles y ahora es Imelda Staunton quien toma el testigo. Presumiblemente, también recogerá más premios, cerrando la serie con sus dos últimas temporadas, la primera prevista para noviembre de este año.
Antes de que las plataformas entraran en juego, la serie “The Queen” (2009), como la película, abordó la vida de Isabel II en varias etapas repartidas en cinco capítulos emitidos por Channel 4 que han quedado como una producción para el reducto británico. También se han metido en la piel de la reina Freya Wilson –en la película “El discurso del rey” (Tom Hooper, 2010)– o Emma Thompson, en un episodio de la segunda temporada de la serie de Sky Arts “Playhouse Presents” emitido en 2012.
Antes de la nueva ficción más o menos estilizada, Elizabeth II fue el objetivo de parodias en “Agárralo como puedas” (David Zucker, 1988), con Leslie Nelsen intentado evitar su asesinato en Los Ángeles. También en la saga “Austin Powers” (tres títulos dirigidos por Jay Roach entre 1997 y 2002) o en “Johnny English” (Peter Howitt, 2003), muchas de ellas con la inestimable Jeannette Charles, viva a sus 94 años, como doble de la reina.
“Los británicos tal como son, dueños de una historia fascinante y portentosa que justifica su excentricidad, su jactancia y la indiferencia que sienten en el fondo por todo aquello que no sea inglés. Sabedores de que no se puede ir así por el mundo, se lo han hecho perdonar todo con una de las más finas aportaciones a la civilización: ese humor que les permite reírse de sí mismos antes que lo haga nadie”, escribió Andrés Trapiello. Isabel II también se prestó a la autoparodia en su encuentro con el oso Paddington, el personaje creado por Michael Bond, pero sobre todo por su espectacular llegada en paracaídas junto al James Bond de la época, Daniel Craig, a la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres de 2012 ideada por el cineasta Danny Boyle.
También hemos visto a “Los Simpson” estampar su Mini contra la carroza real en Buckingham Palace y a la monarca disfrutar de las cámaras de seguridad de Springfield. Incluso apareció en un episodio de “Family Guy” en 2012.
La frase es de Andy Warhol. Como hiciera con Marilyn Monroe o Elizabeth Taylor, le dedicó a Elizabeth II parte de su serie “Reigning Queens” (1985) a partir de la fotografía tomada por Peter Grugeon en 1977. Retratos en serigrafía que se pueden ver en la galería nacional Tate Modern de Londres y que figuran en la lista oficial de retratos de la reina. Ninguno tan polémico como el de Lucian Freud en 2001 y ninguno más tras el firmado por la catalana Miriam Escofet en 2020, hiperrealista.
En 2016, ante la cámara de Annie Leibovitz, Isabel enmendó –sin corona, por su 90 cumpleaños– la polémica sesión con la reputada fotógrafa estadounidense de 2007. Y en el ámbito del arte callejero también encontramos rastros de ella: en 2012 Banksy la fusionó con Ziggy Stardust en un mural realizado en Bristol para el Diamond Jubilee, el 60º aniversario de la coronación. Además, el grafitero Pegasus convirtió a la reina en una joven pin-up en Islington, Londres.
Como una vía de subsistencia más –del arte a los souvenirs kitsch, que cada uno se puede tomar más o menos en serio, como a los propios británicos, según su escala de lo irónico y lo absurdo–, la monarquía británica sobrevive a su propio anacronismo consolidada en la cultura oficial y la contracultura por la imagen de Elizabeth II. A Carlos I le cortaron el cuello. Carlos II no gozó de demasiadas simpatías por sus conexiones francesas. De Carlos III sabemos que su reinado será más corto y que no existen demasiadas probabilidades para que su calado en la iconografía pop se acerque al de su madre. ∎