uis Vasquez, nativo de California, lleva ya más de diez años produciendo música bajo el alias The Soft Moon, proyecto del cual es el único arquitecto musical y cabeza pensante. Con “Exister” (Sacred Bones-Popstock!, 2022), su quinto álbum, sigue alejándose del post-punk puro de sus inicios para abrazar de forma más directa esas tendencias industriales y dark wave que antes asomaban más discretamente, sin abandonar nunca una lírica cien por cien expresiva –en ocasiones asfixiante– que siempre lo caracterizó.
Aprovechando la reciente publicación del disco, que presentará en varias ciudades de la península a partir del próximo martes, conversamos con él para discutir brevemente cuestiones relacionadas con sus temáticas recurrentes, su estética, su particular percepción del género musical y su regreso a los escenarios tras el largo parón de la COVID.
La música de The Soft Moon siempre ha sido notablemente visceral: perfectamente engarzadas con la oscuridad dibujada por los instrumentos, las palabras de Vasquez –que en ocasiones parecen puro flujo de conciencia– no escatiman en ansiedad e incluso podrían sonar depresivas. En “Exister”, sin embargo, despunta una actitud más combativa, como si el artista estuviera pugnando con sus propios demonios para deshacerse de ellos de una vez por todas. “Mis canciones siempre se han caracterizado por ser transparentes y no escondo mi vulnerabilidad”, asegura él. “Y es cierto que en el pasado tuve temporadas bastante malsanas a nivel psicológico. Pero en este álbum he querido arremeter contra mis obsesiones más negativas, y el proceso de grabación se ha convertido en una experiencia catártica”.
Según comenta el californiano, ha emergido de la creación de este disco como alguien más seguro de sí mismo y esa catarsis aflora a lo largo de las pistas, a través de letras en las que vomita confesiones sobre algunos de los aspectos más dañinos de las relaciones humanas. Temas como “Nada” o “Sad Song” tratan directamente la ausencia de autoestima reproducida socialmente. Otras canciones del disco –como “Him” o “Monster”– diseccionan la manipulación a la cual no solo estamos expuestos, sino de la cual podemos terminar participando como manipuladores. “Esas dos canciones pueden ser vistas como dos caras de una misma moneda: en una se contempla una relación tóxica y la facilidad con la cual podemos ser víctimas inconscientes del dolor y la miseria generados por otra persona, mientras que en la otra se explora cómo nosotros mismos podemos ser, sin quizá darnos cuenta, los creadores de ese dolor y miseria”.
Vasquez destaca lo mucho que evolucionó el álbum desde su concepción: “Lo curioso de ‘Exister’ es que cuando empecé el proceso de creación tenía pensado confeccionar un disco mucho más frío, distante, brutal”, afirma. En este sentido, son indudables las conexiones con su anterior trabajo, “A Body Of Errors” (2Mondi Collective, 2021), que editó bajo su propio nombre porque es una obra casi exclusivamente instrumental, un laboratorio de tralla principalmente electro-industrial de naturaleza más quirúrgica y arrolladora. Lo que marca la diferencia, y lo que convirtió “Exister” en algo más cálido de lo originalmente planeado, es precisamente la presencia de su voz: “Si escuchamos mi discografía desde el principio, está claro que cada vez me animo más a escribir versos y coger el micrófono, pero nunca es un proceso estudiado de antemano. Fue la llegada de las palabras lo que transformó el nuevo disco en algo para nada clínico: al irrumpir las letras, irrumpen las emociones”. Señala que la palabra recitada o cantada añade humanidad a cualquier contenido y, en su caso, la “extrema intimidad” de los sentimientos o ideas que expresa es capaz de sumar calidez a incluso la base instrumental más glacial imaginable.
Justo acabas de embarcarte en una gira que se alargará más de dos meses. ¿Qué conexión trazas entre los directos y esa emoción a flor de piel de la que hablas? ¿Cómo ha sido la vuelta a los escenarios?
Ha sido una pausa tremenda, y lo cierto es que todavía no sé exactamente qué pensar sobre el directo de este álbum en concreto. Esta nueva gira es como un reencuentro con una de mis vertientes que siempre tuve en más alta estima. Ayer hicimos el primer concierto y, aunque todo salió bien, creo que nos harán falta algunos bolos más para acabar de refinar el set. Eso sí: The Soft Moon ha sido siempre, desde el principio, un proyecto orientado principalmente a los directos. Cuando estoy componiendo y produciendo las canciones, si bien es un proceso relativamente solitario, no dejo de pensar en el concierto, en el formato trío y en cómo será la recepción colectiva de esos temas. Porque creo que, como banda, esta es nuestra mejor baza, la experiencia que mejor define este material. Es decir, quisiera pensar que gran parte de nuestra buena reputación proviene de la experiencia en vivo de esta música. Me siento cómodo sobre el escenario y me gusta pensar en los repertorios, en la configuración de las luces, etc.
Antes mencionamos la inseguridad y las conductas dañinas para uno mismo como temas recurrentes en el disco. Pero quizá la mentira sea el concepto que más abordas. Varias de las canciones tratan sobre las mentiras que se nos imponen y que, de hecho, nos acompañan a lo largo de la vida. Una de las canciones se llama literalmente “Me he convertido en las mentiras”. Y en “Answers” cantas: “Mi linaje es un reguero de mentiras”. ¿A qué se debe esa fijación?
Tiene que ver con el proceso catártico que mencioné antes. Desde pequeños, en el entorno familiar o social en el que crecemos, empezamos a creernos cosas concretas que nos dicen sobre nosotros mismos, sobre nuestra identidad o sobre el mundo en general. Y creo que una parte importante de nuestra maduración en la adolescencia o ya en la edad adulta consiste en deshacernos de esas mentiras. Aunque no podamos eliminarlas del todo, es necesario para nuestra salud mental identificarlas, conocerlas, enfrentarnos a ellas. En este sentido, me siento mucho más liberado que años atrás: veo más claramente los errores que cometí en el pasado en lo referente a falsas percepciones que arraigaron profundamente en mí. Ya no estoy tan cegado.
Más allá de las letras, en lo relativo a producción musical combinas diversos estilos. En el álbum hay momentos más etéreos, otros más salvajemente industriales, pero en cualquier punto del disco hay detalles interesantes. Por ejemplo: en la instrumental “Stupid Child” se transforma la sirena de una ambulancia en una base rítmica y melódica.
Es curioso que menciones esa canción porque de hecho su origen está relacionado con lo que hablábamos de la superación de las mentiras, aunque de forma más abstracta. Lo de la sirena proviene de mi larga estancia en Berlín, que se alargó prácticamente siete años. En el piso donde vivía se escuchaban muchas ambulancias y es un sonido que se me quedó grabado en la mente. Pero el título hace referencia a mi infancia, cuando me compré mi primera guitarra y estaba intentando aprender a tocarla y solo recibía apatía y desprecio por parte de mi familia y la gente de mi alrededor. Básicamente decían: “Mira ese chaval estúpido, perdiendo el tiempo con la guitarra…”. La conexión entre el pasado –esa época de aprendizaje llena de malos rollos–y el presente –ahora que he logrado una carrera musical decente– de algún modo se mezcló con ese ruido berlinés. Y no por nada la portada del disco es mi foto de niño, ese niño supuestamente estúpido…
En el disco colaboras con dos personas muy distintas, incluso antitéticas: Fish Narc y Alli Logout. A primera vista, que trabajes con Logout resulta incluso natural: su banda Special Interest, que tuvimos el placer de degustar este año en el Primavera Sound de Barcelona, comparte ciertas sensibilidades sónicas con tu proyecto, como los sonidos synth-punk o electro-industrial. Y ella es un absoluto terremoto en directo.
Es una de las personalidades más interesantes del circuito alternativo y, como dices, su furia en directo es innegable. En realidad, la pieza donde aparece, “Unforgiven”, no estaba pensada para ser una colaboración; yo cantaba todas las partes. Pero nos pusimos en contacto y rápidamente llegué a la conclusión de que su voz, su actitud, su presencia, serían un gran añadido y que incluso podría modificar y aumentar la potencia del tema.
¿Y Fish Narc? Creo que gran parte de la gente que conozca a The Soft Moon no lo habrá escuchado antes, porque su estilo no tiene nada que ver.
A ver… Dejando a un lado el tema del estilo, conozco a Fish Narc desde hace tiempo y nos llevamos bien; quise colaborar con él porque pensé que era una buena oportunidad de abrirme a otros círculos, a otras escenas musicales que a priori no cuadrarían con la mía. En mi opinión, en lo que podríamos llamar la “música alternativa” cada vez hay una tendencia mayor por parte de los artistas a querer colaborar con gente dispar. A diferencia de épocas anteriores, los músicos o bandas que parecerían ir a su rollo ahora son más propensos a dialogar musicalmente con otros. Es normal que tengan deseos de experimentar, pero también es natural que quieran llegar al mayor número de público. Es una tradición que siempre existió en otras escenas como la del hip hop, que hoy día es mucho más común en el indie. Y, bueno, hablas de estilos, pero ¿realmente todavía hay estilos de música? Por ejemplo, cuando escucho lo último que ha estado haciendo Fish Narc me parece asombroso cómo combina músicas dispares: hay pop, hay punk, hay emo, hay electrónica, hay rap… ¿Aquí hay un estilo?
Bueno, ya sabes que dentro del periodismo musical es típica la tendencia a encasillar artistas y describirlos sumariamente, y eso implica un reparto indiscriminado de etiquetas.
Puedo entender que se diga que The Soft Moon bebe de tal o de cual, o que su sonido se parece a esta banda o a esa otra. Y yo no voy a negar mis influencias. Pero me refiero a que el público ya no es tan intransigente como antes, creo. Puede acoger variaciones dentro de un mismo artista y la irrupción de voces de otros grupos. Estamos avanzando hacia una cultura musical donde el mestizaje de estilos es algo normal y aceptado, donde será absurdo hablar de género. Si hoy día un artista –por poner un ejemplo aleatorio, Tyler, The Creator– se saca de la manga un repertorio de temas que trascienden el sonido que se espera de él o ella no es visto como algo extraño o problemático. Y, como dije, creo que en ese ímpetu por librarse del género hay también un afán natural por querer llegar a más gente.
En este sentido, ¿dirías que los siete años que pasaste en Berlín, expuesto a un entorno distinto, influyeron en tu interés en desdibujar las fronteras de género? Ya sabes que en la historia de la música hay célebres “etapas berlinesas”, como las de Bowie o Iggy Pop.
Mi experiencia en Berlín ha sido un antes y un después en mi carrera, de eso no hay duda, pero no en los términos que mencionas. Sí, está claro que se han incorporado sensibilidades a mi música, la influencia del techno por ejemplo, cualquiera que escuche la evolución de los discos de The Soft Moon del primero al último podrá detectar esa variación. Pero eso no es lo más significativo. Vivir en Berlín y, lo más importante, regresar de Berlín a California implicó para mí un gran cambio de percepciones que no es fácil explicar. Es decir, el hecho de ir a vivir a un lugar desconocido, de descubrirlo y finalmente normalizarlo, y luego volver a mi entorno original, reconectar con los espacios, la gente, el ambiente que había dejado atrás, ha supuesto un paso importante en mi evolución vital. Es como reencontrarte con algo que ya conocías, pero siendo otra persona. Ganas mucha perspectiva. Pero no sé hasta qué punto todo esto puede entreverse en la música del nuevo disco.
¿Cuánta importancia le das al apartado visual de The Soft Moon? De este último álbum han salido varios videoclips. A excepción de “Monster”, los otros parecen compartir una fascinación por los 80, esa estética difusa propia de las grabaciones en VHS, que rechaza la alta definición.
Normalmente me involucro mucho en los videoclips, ya que intento ser más o menos consistente con la imagen del proyecto, pero precisamente “Monster” es la excepción a la regla. Lo realizó un artista escocés que sigo desde hace un tiempo, Bryan Ferguson, sin que yo tuviera ninguna participación: le envié la canción y esto es lo que hizo. Naturalmente, estoy encantadísimo con el resultado, me parece que captura perfectamente la vertiente onírica espeluznante de la canción. De los otros (se refiere a “Become The Lies” y a “Him”) se encargó Wiggy, un chaval muy joven a quien le fascina todo el tema de la grabación analógica. Es muy curioso que haya una nueva generación de creadores audiovisuales que sienten nostalgia por una época tecnológica que no han vivido. Pero en cualquier caso conecta muy bien con mi propia sensibilidad, que desde luego es muy ochentera: la naturaleza borrosa del vídeo, la poca claridad de las imágenes, etc.