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l cineasta Enrique Urbizu describe con precisión el oficio de guionista y la labor de un director en el proceso de escritura de guion: “Yo lo tengo muy claro: si a las nueve de la mañana me levanto y tecleo, soy guionista. Si tengo dos o tres reuniones con un equipo de guion y decidimos ‘esto por aquí’, ‘esto no funciona’ y ‘esto por allá’… soy director”. Estas dos frases las dice alguien acostumbrado a escribir para otros o dirigir material ajeno. ¿Hace falta entrar en estas definiciones? ¿Qué necesidad hay de dejar claro cuál es la función de cada uno? Es necesario desde siempre, pero con una mayor intensidad en los tiempos de plataformas, showrunners y créditos de “creado por”: hay mucha gente que no escribe y que quiere figurar como guionista, como creador, incluso como “hacedor de luz” o “demiurgo”, si eso fuera posible.
Las implicaciones de una cartela en los títulos de una peli o serie son muchas. Hay implicaciones económicas, pues en el reparto de dinero el que escribe de verdad cobrará menos. También hay cuestiones de poder, porque el guionista de verdad se verá obligado a compartir su autoría. Pero que haya directores y sobre todo productores que quieran firmar los guiones sin haber escrito una coma es principalmente un asunto de ego. Da mucho prestigio tener ideas, ser creativo, ser “renacentista” en el sentido de tener la capacidad de negociar con televisiones, armar la financiación y además ser el motor creativo de la obra. Muchas veces en los créditos de las series aparece uno de “idea original” que va acompañado del nombre de un productor. Más que “idea original” suele ser una “ocurrencia”: ha llamado a unos guionistas para que escriban “algo de policías” o ha señalado un hecho histórico y ha encargado su desarrollo. “Vamos a hacer una serie sobre Cristóbal Colón”, suelta un día. Un par de años después esa ocurrencia se plasma en el rótulo de “una serie creada por”. El nombre que viene después no es el del guionista que realmente escribió la serie, ni el de Colón.
La reivindicación de los guionistas es que esa persona ya tiene una labor y un puesto definido y fundamental. Es un productor o productor ejecutivo, tiene mucha capacidad de decisión y un papel clave en la creación de una obra. Pero a veces no le parece suficiente y quiere adornar su currículum, como un político que decide construir un aeropuerto innecesario en su región y lo enseña a sus nietos como “el aeropuerto del abuelo”. A veces he tenido la sensación, cuando me han encargado un proyecto, de que los productores te piden que lo escribas porque están demasiado ocupados para hacerlo ellos mismos. En temas de vanidad, son muy osados. Y pasar notas y comentarios, pedir cambios de guion o hacer sugerencias… eso no es escribir. Es parte del trabajo de productor. Supongo que todo esto tiene que ver con un mundo donde las plataformas tienen un poder absoluto, donde los productores mandan menos y los ejecutivos de las cadenas, que siempre mandaron mucho, mandan más todavía. ¿Por dónde pueden conquistar terreno los productores? ¿A quién le pueden comer la tostada? Pues al débil, por supuesto, al guionista.
Hace años me quejé de que los guionistas nominados no teníamos acceso a la alfombra roja de los Goya. No era una cuestión de querer salir en la foto, era cuestión de poner en valor un trabajo. La Academia rectificó. El que era presidente en ese momento, Antonio Resines, me llamó para pedirme disculpas. Desde entonces todos los nominados tienen (en principio) el mismo tratamiento. Como digo no es una cuestión de ego, es pura dignidad. No sé cuándo se desconvocará la huelga de guionistas norteamericanos. Pinta que va para largo. Sus reivindicaciones tienen que ver con poder vivir de su trabajo. Por eso los créditos de “escrito por” y “creado por” o la presencia en la promoción y en galas de premios son el campo de batalla. Porque hacen evidente que la labor de un guionista es fundamental, que sin un tipo o tipa que se levanta por la mañana a teclear un guion en un ordenador no hay ni película, ni serie, ni creador, ni productor, ni plataforma, ni página de descargas ilegales, ni niñas nacidas en Fuenlabrada en 2014 bautizadas Khaleesi, ni yo diría (cada vez que me equivoco al intentar abrir una puerta y empujo en vez de tirar): “Para dentro, Romerales”. ∎