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Álbum

Lou Reed

Magic And LossSire-Warner Bros.-WEA, 1992

Rockdelux 82

(Enero 1992)

“¿Qué sirve? / La vida sirve / Pero no es nada justa” (“What’s Good”).

No contento con haber sorprendido a seguidores y detractores con un monumento llamado “New York” (1989) y después de haber rematado la jugada con un no menos excelente “Songs For Drella” (1990), el viejo Lou Reed, a punto de cumplir los 50, ha vuelto a la carga con un álbum absolutamente desbordante en inspiración literaria y musical que se editará en todo el mundo el próximo 7 de enero, después de que la discográfica no viera con buenos ojos la crudeza que preside el disco y decidiera retrasar la fecha prevista, que en un principio era para antes de las Navidades, hasta después de fiestas, por aquello de no amargar al personal la posible compra y, especialmente, para asegurar esta. Claro que el tema sobre el que gira este “Magic And Loss” se las trae: su majestad la muerte.

“Vi a un gran hombre convertirse en un niño / El cáncer lo redujo a polvo / Su voz se fue haciendo más débil y él luchaba por su vida / Con una fuerza que pocos hombres conocen / Vi introducir isótopos en sus pulmones / Intentando detener la plaga cancerígena / Y me recordó a Leda y el Cisne / Y la transformación del plomo en oro” (“Power And Glory”).

Enfermedades incurables, automutilaciones definitivas, agonías alucinantes, funerales protocolarios, cenizas navegantes, arrepentimientos post mortem, venganzas del más allá… La verdad es que la cosa, a priori, no parece nada agradable, sobre todo en estos tiempos de ludópata e iconoclasta ambigüedad que nos ha tocado vivir. Pero ahí está el disco, expuesto con toda su desnudez y con toda su poesía, en la música y en la voz de quien para esta ocasión ha devenido trovador de Tánatos.
“Estoy viendo la Espada de Damocles justo sobre tu cabeza / Están probando un tratamiento nuevo que te saque de la cama / Pero la radiación mata lo bueno y lo malo / No distingue / Para curarte tienen que matarte / La Espada de Damocles pende sobre tu cabeza” (“Sword Of Damocles”).

Reed canta, recita, murmura, habla de muerte. Pero también trata con magos (“Magician”) o busca la fuerza y el poder (“Warrior King”), aunque siempre acabe volviendo al mismo punto de partida –o, mejor, de llegada–: el adiós a todo, el enfrentamiento con la nada. Y para llevar a buen puerto la empresa, que tiene lo suyo de romántica, ha contado con los mismos colaboradores que lo acompañaron en “New York”: el guitarrista Mike Rathke, que ha coproducido el disco junto al propio Reed y también es coautor de algunos temas, el bajista Rob Wasserman y el batería Michael Blair. Con ellos se ha bastado y se ha sobrado para bordar –con hilo negro, por supuesto– una obra en la que abundan las instrumentaciones mínimas, frágiles, meros apuntes y melodías sobre los que se apoya la voz de Reed, una voz templada y cercana que explica cosas como esta:

Estabas sentada en tu silla con un tubo en el brazo –estabas delgada– / Todavía hacías bromas / No sé qué drogas te daban / Dijiste: ‘Supongo que no es el mejor momento para hacer inversiones a largo plazo’ / Te estabas riendo siempre, pero nunca te reías de mí” (“Dreamin’”).

Reed canta, recita, murmura, habla de muerte: el adiós a todo, el enfrentamiento con la nada.
Reed canta, recita, murmura, habla de muerte: el adiós a todo, el enfrentamiento con la nada.
Musicalmente hablando, hay mucho de “New York” en este “Magic And Loss”. Incluso cabría decir que el artista ha decidido ahondar por ese camino, dando rienda suelta a una vena inspiradora que con medio siglo de vida está dando frutos cuyo grado de madurez y de concisión es óptimo. Dicen que, con la edad, se tiende hacia la síntesis. En el caso de Reed, la teoría no solo es válida, sino que también se constituye en su más claro ejemplo.
“Harry se despertó con tos / Los puntos lo retorcieron de dolor / Un doctor le sonrió desde algún punto de la habitación / Hijo, te hemos salvado la vida, pero nunca serás el mismo / Y cuando oyó eso Harry se echó a reír” (“Harry’s Circumcision”).

No obstante, en ese proceso de síntesis se muestra en toda su desnudez –el guion lo exige, evidentemente– el viejo y siempre vigente esqueleto de lo que un día fue The Velvet Underground (“Sword Of Damocles”) o la estructura cuasi cabaretera sobre la que se basó “Transformer” (“What’s Good”, “Dreamin’”). Y también hay algo, poco, de esa electricidad que tanto corrió por las venas de Reed, empezando por la breve introducción –todo un telón cargado de mala leche– (“Dorita”) y siguiendo con algún chispazo más (“Warrior King”, “Gassed And Stocked”).

“Bueno, no has dejado ni rastro y ahora no te veo / Hiciste esparcir tus cenizas en el mar / No hay tumba que visitar ni lápida que mirar / Saliste en las necrológicas del ‘New York Times’ / No hay ningún disco ninguna cinta ningún libro ninguna película / Algunas fotos y recuerdos / A veces me equivoco y marco tu número de teléfono / Y oigo esto: / ‘Este número está fuera de servicio, cariño / Por favor, vuelva a marcar’” (“Gassed And Stocked”).

Menos mal que al final, en el tema que da nombre al disco, Reed resume todo lo expuesto en una conclusión cuando menos equilibrada y, desde luego, abierta a muy diversas interpretaciones:
“Hay un poquito de magia en todas las cosas / Y luego alguna pérdida para compensarlo todo” (“Magic And Loss”). ∎

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