Según
un estudio, durante la pandemia –y generalizando un poco, que tampoco nos vamos a poner en plan sociólogo– se produjo en Norteamérica una especie de pequeño “baby bump” asociado sobre todo a mujeres con estudios y profesiones liberales, que veían encajar en sus estilos de vida los beneficios del trabajo remoto y su efecto en cómo gestionar una maternidad. Y una de esas mujeres, por qué no, podría ser Meg Remy. Mientras el mundo andaba como detenido, a cámara lenta, ella se quedó embarazada de gemelos.
Y, como en un acto de rebeldía contra lo que se supone que la sociedad entiende debería hacer una madre mientras está gestando y durante la crianza primeriza, apartarse del foco y dedicarse en cuerpo y alma a esos procesos, decidió ponerse a grabar un disco. Uno en el que, además, reniega más que nunca de lo que ha levantado su carrera como
U.S. Girls, ese equilibrio imposible entre el pop disfrutón y la vanguardia experimental cargado de simbolismo, reivindicación y reflexiones y posicionamientos políticos, para inclinar la balanza hacia el lado soleado de la vida.
Están ahí los signos de su recorrido artístico:
“Bless This Mess” se construye sobre ritmos retrofunk, sintetizadores ochenteros, R&B lleno de groove y disco, todo lugares familiares para la artista de Chicago instalada en Toronto. Pero se adaptan aquí a una sensación más liviana, menos disruptiva y más eminentemente pop. Y es que, confiesa, tan increíble le parecía que todo hubiera salido bien –teniendo en cuenta el embarazo de gemelos y el COVID– que no es raro que este álbum tenga un ánimo celebratorio y se pierda en un optimismo bailable.
Lo ejemplifica a la perfección
“Futures Bet”. La pieza central del trabajo es también una de las canciones más ambiciosas en cuanto a construcción de la carrera de Remy –estaba compuesta inicialmente, igual que el tema que da título al disco, para formar parte de la banda sonora de una película de Hollywood, y se nota en su pulso cinemático–, no así en cuanto a concepto o experimentación. Pero de eso va “Bless This Mess”: de relajarse un poco, de tomarse las cosas con un poco de calma –
“and breathe in, breath out”, que
“this is just life”– y de apartarse del retorcido espectáculo del mundo exterior.
“Siempre quedará alguien vivo”, canta. Alguien por quien luchar.
Son pensamientos que es fácil relacionar con la maternidad, un tema que, sin embargo y pese a contadas excepciones –como
“Pump”, en la que además samplea su extractor de leche–, no es capital en este trabajo. Remy, de hecho, ha abierto más que nunca la parte lírica a otros colaboradores, empezando por su marido, Max Turnbull –Slim Twig–, que prácticamente ha ejercido como mitad efectiva de U.S. Girls. Y extendiéndose hacia fuera: la idea y parte de la letra de
“So Typically Now”, con esa irresistible pulsión
cool a lo Scissor Sisters, la trajeron Alex Frankel y Nick Millhiser de Holy Ghost!, y se terminó con la participación de Ryland Blackinton de Cobra Starship.
“R.I.P. Roy G. Biv”, pura melancolía de medianoche con una producción acuosa y psicodélica, se acerca al terreno del urban gracias a la intervención de Marker Starling y esa voz encharcada en un vocoder. Basia Bulat coescribe en “Futures Bet” y
“Bless This Mess”.
Con menos palabras propias que en cualquiera de sus trabajos anteriores, lejos de cualquier personalismo, teniendo que adaptarse a otras formas de componer y muy interesada en las posibilidades del dueto –ha dicho que
“Only Deadalus”, de hecho, con su punto “Random Access Memories” (Daft Punk, 2013), la imaginó a dúo con Julian Casablancas–, la limitación de movimientos pandémica provocó sin embargo que todo tuviera que quedarse en casa, encontrando así un balance entre lo puramente colaborativo y lo íntimamente familiar. Consecuencia de eso es la ausencia de un verdadero hilo narrativo, aunque se puedan leer entre líneas temas relacionados con la pandemia como la desconexión –en una algo sonrojante
“Screen Face”, lo peor de este álbum– o imágenes surrealistas como las de
“Tux (Your Body Fills Me)”, escrita, con Sparks en mente, desde la perspectiva de un esmoquin cogiendo polvo en el armario, o
“St. James Way”, un paseo en taxi inspirado en Luis Buñuel que aterriza en un jardín de shoegaze.
El mensaje de “Bless This Mess”, realmente, es tan simple como parece: el mundo puede ser una pista de baile. Puede haber algo bello entre la perfidia del capitalismo, pues aun en esa jungla de competencia y explotación, en el fondo, el único sentido es compartir lo que tenemos con los otros. Y el ruido de ahí fuera a veces es solo eso. Ruido. ∎