Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
Al Ewing (Reino Unido, 1977) responde al perfil de guionista que actualmente prospera en Marvel Comics. El británico, fogueado en títulos independientes y de editoriales pequeñas a ambos lados del Atlántico Norte, ha ido cumpliendo en todos sus encargos para la casa de Los Vengadores y Spiderman de manera competente, manteniendo un equilibrio impecable a la hora de conservar las señas de identidad tradicionales de Marvel, y añadiendo un necesario tono autorreferencial y posmoderno propio de la cultura popular actual.
La consecución de un éxito de crítica y público de Ewing al frente de “El inmortal Hulk” (2018-2021) junto al dibujante Joe Bennet ha servido para reforzar un método de escritura tan reconocible como efectivo, consistente en superponer aderezos llamativos –épicos, sobrenaturales, trágicos– a historias poco complicadas. En “El inmortal Hulk” añadía misterio, terror y algo de drama al tradicional relato del personaje que se busca a sí mismo mientras huye de otros. Ahora, en “Los Defensores” (2021-2022), organiza una especie de escapada cósmica interdimensional para que un puñado de personajes de segunda fila encabezados por el Doctor Extraño –los Defensores aparecieron originalmente en la Marvel de 1971– puedan divertirse sin que les molesten superhéroes-franquicia con sus aburridos peajes en forma de continuidad marveliana.
Si en “El inmortal Hulk” Ewing tuvo que emplearse a fondo para que un dibujante poco más que correcto como Bennet luciese, trabajar en “Los Defensores” con Javier Rodríguez (Oviedo, 1972) le ha permitido relajarse y quitarse presión. El dibujante español, no es casualidad, figura en los créditos como “storyteller” a pachas con Ewing, un raro privilegio en una era del cómic de superhéroes en la que se otorga sistemáticamente el protagonismo al guionista en detrimento del dibujante. Rodríguez, en plena madurez creativa tras más de una década de constante crecimiento en el mercado estadounidense, afronta cada nuevo proyecto dando un paso adelante con respecto al anterior. Ha tenido que partir de cero en un mercado que ha obviado su trayectoria anterior como autor completo en España y Francia y le metía en el saco genérico de autores no estadounidenses que entregaban sus páginas a tiempo y parecían aportar un extra de cariño a sus encargos. Lo más parecido a unos galones le llegarían al resolver notablemente un encargo muy sensible y para verdaderos creyentes como fue la “Historia del Universo Marvel” (2019-2020), con guiones de Mark Waid y tintas de Álvaro López. La manera en que solucionaba el faraónico recorrido por el Universo Marvel, mostrando complicidad y exhibiendo raíces pero sin renunciar a sus señas de identidad (minuciosidad, elegancia, vínculo sentimental con los personajes y sus creadores), era propia de un artista situado más allá de los actuales pintores de la corte Marvel, en un puesto que hace décadas habrían habitado dibujantes apellidados Kirby, Buscema, Romita o Colan, y que hoy en día ni siquiera el hijo pródigo John Romita Jr. parece poder ocupar.
El asturiano Javier Rodríguez, con la seguridad de quien lleva cientos de páginas a sus espaldas y la energía de quien consigue jugar de adulto con los personajes que protagonizaron sus fantasías juveniles, está sabiendo sacar lo mejor de superhéroes de segunda y tercera categoría como “Exiliados” (2018-2019), otra de las series que ha dibujado, en este caso con guiones de Saladin Adhmed, o “Los Defensores”. Y lo hace dándoles el tratamiento VIP: sin escatimar en ningún momento, dando lo mejor que tiene. Cada página suya de estos Defensores es una demostración de buen gusto puesto al servicio de una juguetona historia de embrollos cósmicos salpicada de diálogos de sitcom que otros dibujantes habrían despachado con menos contemplaciones.
Pero a Rodríguez le ha tocado vivir una época extraña en el cómic de superhéroes Marvel. Una en la que respetar y conocer el legado de los personajes y autores más destacados de la editorial y construir algo monumental a partir de todo ello no parece impresionar a quienes dirigen desde los despachos. Marvel, como marca, se asienta cada vez más en un espacio de juego en el que los cómics son solo una parte –no necesariamente la más importante– de un inmenso catálogo de historias y personajes en manos de Disney. Aún escocida por la fuga y posterior conversión en competencia de sus dibujantes estrella allá por los 90 del siglo pasado, y despistada por el sorpasso en talento y comprensión de lo marveliano de dibujantes nacidos lejos de Estados Unidos y Reino Unido, la editorial se cuida mucho de derrochar dinero y cariño en sus artistas. Lo apuesta todo a los personajes, las sagas, las portadas múltiples, los tomos de lujo y, puntualmente, algún guionista. Una carrera que le conduce, inexorablemente, a un público cada vez menor en tamaño y mayor en edad y más interesado en el valor del objeto que en el del relato. En ese incierto futuro sigue existiendo, afortunadamente, un rincón pequeño y poco iluminado para que Javier Rodríguez continúe dibujando los mejores cómics Marvel que se pueden leer en estos tiempos. Ojalá dure mucho.
Este “Los Defensores” brilla como ejercicio de precisión en un entorno demasiado proclive a lo superficial. Al Ewing sienta las bases de una aventura en la que la diversión le gana el pulso en todo momento a la trascendencia. Su capacidad de definición de los personajes, la acción y los diálogos garantiza una base a partir de la cual Javier Rodríguez viste mundos fantásticos y secuencias de acción con un traje a medida, en el que destaca el uso sobresaliente de las viñetas a toda página. Un cómic, en definitiva, bonito de ver y de leer, que sabe hacer una interpretación contemporánea de los grandes temas Marvel –unión en la diferencia, sense of wonder…– accesible para una audiencia universal. ∎