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Hace años que Anne Simon (La Crèche, Francia, 1980) comenzó a relatar los cuentos del País de Marylène. Sus localizaciones, personajes e historias han sido tan bien alimentados por el talento de su autora que ya son varios los libros de esta saga. Y con “Boris, el niño patata” (2018; La Cúpula, 2022) presenta la tercera entrega de esta singular epopeya.
En esta ocasión, la otrora oceánide Aglaé ha dejado de sumar tumultos en su trayectoria previa: embarazo extramarital, exilio, boda por conveniencia, decapitación de tirano, reina feminista. La decadencia empezó en un delirio pasional que culminó en descendencia: el hijo piedra Boris, nacido con el don de aplastar cualquier inquietud de su progenitora.
“El cantar de Aglaé” (2012; La Cúpula, 2019) cerraba con Aglaé abandonando su reino de la mano del retoño, quien, respondiendo a su talante tiránico y quehacer caprichoso, la rebautizaba como “Nada” y le anunciaba su nuevo cometido en la vida: hacerle patatas fritas. Nadie está libre de engendrar a un desalmado, ni mucho menos de ser incapaz de verlo.
Ante la ausencia de la monarca, el País de Marylène ha dejado atrás su pasado transgresor. Los habitantes se han organizado “de forma natural” y, con parte de los hombres castrados en la guerra con “Emperatriz Cixtitis” (2014; La Cúpula, 2021), se han convertido en una sociedad igualitaria y autogestionada. Pero, ya se sabe, la historia no escapa a la ley del péndulo y nada es para siempre.
Para hacer las delicias de los lectores gráficos y ampliando la estirpe de mujeres empoderadas del País de Marylène, la trama toma un giro imprevisto con la opulencia gráfica que supone la irrupción de las amazonas del tirano decapitado Von Krantz: unas estilizadas, tersas e irresistibles patatas fritas-soldado dispuestas a vengar a su señor. Junto a estas, el desfile de personajes entrañables continúa con la circense Rita y su moño, el caballo Henry de Horse, sus hermanos y su baile de salón.
La realidad de todos ellos dará un vuelco cuando Boris se organice con las seductoras soldados y protagonicen una divertida y ácida historia en la que Anne Simon ofrece un sagaz análisis de las sociedades modernas. Y lo ha hecho, como siempre, generosa en detalles: voces que alumbran la hibris, formas sofisticadas de esclavitud, misoginia, tóxicos oligopolios. Al final, la misma historia de siempre. Quizá el hecho de que sigamos teniendo un cerebro paleolítico explique que, aunque muchos de nuestros envoltorios hayan mudado, nuestra realidad parezca seguir determinada por los mismos impulsos que nos condicionaron hace millones de años. ∎