En realidad, era como si Bowie supiese que antes o después toda su vida acabaría encapsulada en una vitrina, razón por la que guardó hasta sesenta y cinco mil objetos de todo tipo en un almacén de Nueva York. Letra a letra y traje a traje, empaquetó y documentó minuciosamente todos los movimientos que transformaron a un chaval espigado de Brixton en una de las personalidades más arrebatadoras y arrebatadas del pop, por lo que Marsh y Broackes no tuvieron más que llamar a la puerta y esperar a que se abriese la cueva del tesoro. La disposición, recuerda el comisario, fue total, aunque con dos condiciones: Bowie se mantendría al margen y su archivista, Sandy Hirshkowitz, debería verificar que todos los datos y fechas fueran correctos. Por lo demás, añade Marsh, tuvieron barra libre para disponer de cuanto se les antojara. Eso sí: el saxofón con el que empezó a tocar en su primera banda, The Konrads, quedó fuera de las negociaciones por su fragilidad y su alto valor sentimental (se lo regaló su padre cuando tenía 14 años), así que el visitante tiene que conformarse con una réplica.
Un detalle sin duda menor para una exposición que lo mismo exhuma trajes icónicos como el que Freddie Burretti diseñó para la gira de Ziggy Stardust de 1972 que recupera algunos títulos de su biblioteca personal; viaja del
swinging London a su refugio alemán en Berlín para mostrar las llaves de su apartamento en Hauptstrasse; recorre su carrera cinematográfica, entre fotogramas de “Basquiat” (Julian Schnabel, 1996) o “El truco final (El prestigio)” (Christopher Nolan, 2006), o da buena cuenta del compromiso estético que anudó a todas y cada una de las mutaciones que se sucedieron entre “Hunky Dory” (1971) y “Scary Monsters” (1980).
“Si tuviese que quedarme con solo un objeto, creo que sería el abrigo de la Union Jack que Alexander McQueen y el propio Bowie diseñaron para la portada de ‘Earthling’ (1997).
Es una pieza con un simbolismo realmente especial. Además, si te acercas puedes ver que está repleta de quemaduras de cigarrillo”, explica Marsh. Otro de los objetos que mejor resumen la personalidad del artista, añade, es el
test pressing del primer álbum de The Velvet Underground, que Bowie consiguió después de que Andy Warhol se lo diese a su mánager, Kenneth Pitt, antes de que llegase a las tiendas.
“David siempre estaba atento, buscando algo nuevo, así que no extraña que estuviese escuchando aquellas canciones antes incluso de que se publicase el disco”, destaca. En efecto, Bowie versionó “I’m Waiting For The Man” previamente a que el LP de la banana viese la luz.