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Han coincidido en el tiempo dos referencias capitales en la historia de George Harrison (1943-2001), de quien hoy se cumplen veinte años de su muerte. En primer lugar, la reedición, por su 50º aniversario –con un año de retraso–, de su álbum señero, el en su día triple LP “All Things Must Pass”, publicado originalmente en 1970 por Apple y que ahora se visualiza en un lote de cinco compactos y un Blu-ray con música en alta definición. Los dos primeros CDs reproducen el disco tal cual se concibió, pero con una nueva mezcla –cómo no– que aspira a desestabilizar, una vez más, el bolsillo de sus fans más acérrimos. Es la oportunidad para incidir de nuevo en la grandeza de una obra muy propia de su tiempo, con el pop-rock, o el rock con base pop, de principios de la década de los 70 desplegando sus alas en busca del gran público. Producido por Phil Spector, está considerado, en muchas listas, como el mejor trabajo en solitario de todos los que publicaron los Beatles a lo largo de sus carreras individuales. Eduardo Ranedo lo explicó en esta crítica.
El otro fetiche Harrison que celebramos es la publicación, por primera vez en español, del mastodóntico libro “I · Me · Mine. Letras y memorias” (1980; Libros del Kultrum, 2021) –título tomado de su canción para “Let It Be” (1970), el disco final de The Beatles, que también se ha reeditado estos días, como testimonió Salvador Catalán en esta crítica–, 640 páginas que homenajean la mítica edición original, un volumen numerado de solo 2000 ejemplares –y firmados por el propio artista– que rápidamente se convirtió en objeto de culto (encuadernado a mano, su precio de venta, entonces, era prohibitivo: 335 libras). Publicada por Genesis –hasta ese momento, editorial solo especializada en volúmenes históricos; después, se dedicó a escogidos libros de música–, aquella biblia, mezcla de texto impreso, facsímiles de las letras de las canciones manuscritas por el Beatle y fotografías, se erigió en la piedra de Rosetta del mundo de George Harrison: curiosas y detallistas memorias diseccionadas por persona interpuesta; en este caso, vía las confidentes conversaciones mantenidas con el periodista Derek Taylor, el que fuera jefe de prensa de The Beatles y amigo del guitarrista desde los tiempos en que, en plena fiebre por los Fab Four, en 1964, lo fichó para firmar, que no escribir, una columna semanal en ‘Daily Express’, periódico en el que trabajaba. Al margen de este diálogo a dos voces entre ellos, con puntos de vista que complementan y contrastan informaciones sobre la vida de Harrison desde lo subjetivo y lo objetivo, son absolutamente reveladoras –y seguramente trascendentales para las legiones de fans “beatlemaníacos”– las acotaciones de Harrison a sus propias canciones, con buenas dosis de autocrítica, humor e ironía.
Más tarde llegaron otras ediciones posteriores, más asequibles, del libro (la de 2002, con el bonito prólogo post mortem de Olivia, mujer de Harrison desde 1978, y la de 2017, con el añadido de más de cincuenta letras de canciones escritas a mano y fotografías inéditas con algunos pies hilarantes), pero hasta ahora no se había podido leer en castellano. Libros del Kultrum ha hecho un trabajo excepcional al empaquetar con muy buen gusto esta obra que radiografía al menos histriónico de los tres tenores Beatles, el más natural. Son las primeras y únicas memorias de Harrison y, al mismo tiempo, un completo cancionero en edición bilingüe (traducción de Eduardo Hojman) comentado, en muchos tramos, por el propio autor.
Es aquí donde podemos intuir el desapego a su ego entre curiosidades, anécdotas y reflexiones que aportan munición a los seguidores de los Beatles con datos y opiniones que completan el retrato de una personalidad que –con todas las prevenciones que hay que tomar para escribir esto– hizo de la honestidad una bandera vital para moverse en un mundo materialista que él rechazaba pero al que, sin embargo, perteneció como leyenda, más que como mito, Beatle.
1. George Harrison fue una especie de árbitro imparcial entre los egos desatados de John Lennon y Paul McCartney, y casi siempre supo encajar con discreción su papel de guitarra solista en The Beatles ejecutando órdenes ajenas. Con el paso del tiempo, sus aspiraciones de compositor en la banda fueron creciendo, pero se visualizaron con cuentagotas. De hecho, únicamente una de sus canciones consiguió ser cara A en un single de los Beatles: “Something” –y eso ocurrió ya en octubre de 1969, extraído del penúltimo álbum del grupo en publicarse, pero último en grabarse, “Abbey Road”, cuando las discusiones entre Harrison y McCartney ya eran un secreto a voces–, tema que, para más inri, tuvo que compartir doble cara A con “Come Together”. Aun así, “Something” es la segunda canción más versionada de los Beatles (por más de doscientos intérpretes diferentes) después de “Yesterday” y fue la única pieza de los Fab Four que cantó en concierto Frank Sinatra, quien, paradójicamente, acostumbraba a presentarla como “su favorita de Lennon-McCartney”: error bastante frecuente y muy definitorio del papel que jugaba Harrison en los Beatles; relevancia compositiva en el imaginario popular, poca. Y es que, musicalmente, fue...
2. … ninguneado por el grupo, especialmente por Paul McCartney. Como se puede ver en “The Beatles: Get Back” (2021) –documental de casi ocho horas estrenado en tres partes el pasado 25, 26 y 27 de noviembre en Disney+ y dirigido por Peter Jackson a partir del material mayoritariamente no utilizado por Michael Lindsay-Hogg para el documental “Let It Be” (1970)–, hay discusiones en las que un Harrison casi marginado, en apariencia ausente, le dice a Macca: “Tocaré lo que quieras que toque o no tocaré nada si no quieres que toque nada. Todo lo que sea por complacerte lo haré”. En los últimos tiempos del cuarteto, la relación entre ellos desembocó en una tira y afloja constante que, unido a otros factores externos relevantes –sobre todo, la muerte en 1967 de Brian Epstein, mánager y figura paterna–, deterioró la relación y desembocó indefectiblemente en el final del grupo. De hecho, como reflejan nítidamente las imágenes de “Get Back”, en enero de 1969 George Harrison dejó plantados a los Beatles durante una semana en plenos ensayos de lo que iba a ser un especial de televisión sobre la grabación del álbum “Let It Be” y el posterior show en directo previsto –sonó Eric Clapton como posible sustituto–. Volvió al redil, pero el 20 de agosto de 1969 fue la última ocasión en que los cuatro Beatles estuvieron juntos en un estudio de grabación. A partir de ahí, se abrió la veda: el 13 de septiembre Lennon ofreció su primer concierto en solitario, mientras que George se enroló, auspiciado por Clapton, en la gira europea de Delaney & Bonnie en diciembre de ese año; en escena, pasaba desapercibido: se situaba al fondo del escenario, con sus largas barbas y su aspecto descuidado. En ese contexto puso en práctica su afición a la guitarra slide, que desarrollaría poco después, destacando en su celebérrimo rezo góspel “My Sweet Lord”. El 10 de abril de 1970 ya se hizo oficial la ruptura, después de que Paul comunicara que se separaba de los Beatles por “diferencias personales, empresariales y musicales”. A título póstumo, el 8 de mayo se editó “Let It Be”. Y George Harrison sentenció: “Sin los Beatles me siento libre”. De la escasa veintena de canciones que compuso Harrison en su época en los Beatles –o, más bien, que le dejaron grabar–, su gran legado lo forman (orden cronológico)...
3. … “Taxman”, “Within You Without You”, “While My Guitar Gently Weeps”, “Something” y “Here Comes The Sun”, un perdurable top 5 de mucho nivel. Y de las muchas canciones compuestas por Harrison que no fueron aceptadas en los Beatles brotó su carrera individual, que arrancó con grandes expectativas. Fue el primer Beatle en grabar un disco en solitario. Después de una banda sonora para la película de Joe Massot “Wonderwall” –“Wonderwall Music” (Apple, 1968)– y de un experimental disco de sonidos electrónicos –“Electric Sound” (Zapple-Apple, 1969)–, llegó la obra que había soñado hacer durante tanto tiempo, con canciones escritas en la última época del grupo y con el añadido de una jam en el tercer vinilo: “All Thing Must Pass”, triple LP que, coproducido por Phil Spector, y con influencias de The Band, contenía temas estelares como “What Is Life”, “Beware Of Darkness”, la versión de “If Not For You” de Dylan y, sobre todo, su gran éxito, “My Sweet Lord”, oda a la espiritualidad, motivo que iluminó siempre a Harrison: encontrar la verdad y la paz viviendo en un mundo material. Porque, a diferencia de otros músicos de la época, que quizá jugaron frívolamente con el tema religioso como complemento de sus (supuestas) vidas hippies, en George Harrison latió siempre…
4. … la búsqueda de su enriquecimiento espiritual. De niño ya escuchaba la emisora All India Radio en sus retransmisiones internacionales. Pero hasta que David Crosby no le dio a conocer la música de Ravi Shankar no incorporó el sitar en los Beatles. Y se convirtió en discípulo de Shankar, de quien se hizo amigo íntimo, estrecha relación que mantuvieron a lo largo de toda su vida. Ravi Shankar le sirvió de guía para su autorrealización espiritual. Harrison leía textos espirituales indios y se involucró mucho con los Hare Krishna, fascinado por sus cantos. De hecho, tras su muerte, las cenizas de Harrison fueron arrojadas en Allahabad, en la confluencia de los ríos Ganges y Yamuna, uno de sus lugares de retiro y meditación favoritos; la villa actual está construida en el emplazamiento de la antigua ciudad santa de Praiag. Como prueba y muestra de su fuerte amistad con...
5. … Shankar, organizó los famosos conciertos benéficos para Bangladés del 1 de agosto de 1971 en el Madison Square Garden de Nueva York, a los que asistieron unas 40.000 personas (en dos pases). Ayudado por una constelación de estrellas, su amigo Eric Clapton y Bob Dylan a la cabeza, Harrison se colocó en el centro mediático para generar recursos para los afectados por la tragedia acaecida durante la guerra contra Pakistán por la escisión de Bangladés, cuando millones de refugiados huyeron a la vecina India para escapar del hambre, la enfermedad y las matanzas. Fue el primer concierto benéfico de la historia de la música pop. El resultado fue recogido en otro exitoso triple LP; entonces, su especialidad. Tras el éxito de...
6. … estos dos triples LPs, Harrison se convirtió en una celebridad todavía mayor de lo que ya había sido durante su estancia en los Beatles, al representar por fin un papel protagonista solista, hecho que generó gran expectación artística, a la que supo responder con el disco “Living In The Material World” (Apple, 1973), donde se incluía su otro gran éxito, “Give Me Love (Give Me Peace On Earth)”. Pero, a partir de ese instante, fue pasando progresivamente a un segundo plano musical. Todo empezó con la intensa gira norteamericana de 1974 que compartió con Ravi Shankar –la primera de un ex-Beatle desde el tour norteamericano del grupo en agosto de 1966–, conciertos muy esperados por los ortodoxos fans “beatlemaníacos”, pero no muy bien aceptados por el escaso repertorio seleccionado del cuarteto, por el protagonismo de la parte de música india y por la pérdida progresiva de voz de Harrison cantando en desgastadores largos shows. A eso se unió la revelación de algo que, una vez destapado, parecía muy evidente: “My Sweet Lord”...
7. … es una copia muy descarada del “He’s So Fine” de The Chiffons, canción que durante la primavera de 1963 obtuvo un gran éxito. Harrison fue demandado por plagio musical y, finalmente, multado por plagio inconsciente en 1976, decisión que no se hizo efectiva hasta 1981. Harrison se disculpó alegando que la idea de “My Sweet Lord” le surgió a partir de la canción gospel “Oh Happy Day” de The Edwin Hawkins Singers, de gran resonancia en 1969. Para echar leña al fuego, y aprovecharse del asunto, The Chiffons hicieron también una versión de “My Sweet Lord” en 1975. Aunque desde mediados de la década de los 70 Harrison empezó a tener menos incidencia en el panorama musical, emergió dos veces. En 1981, con la canción “All Those Years Ago”, del disco “Somewhere In England”, en homenaje al entonces recientemente fallecido John Lennon y con las colaboraciones de Paul McCartney y Ringo Starr. Y, sobre todo, al crear el último gran supergrupo del rock, The Traveling Wilburys, formación de amigos que incluyó a Roy Orbison, Tom Petty, Jeff Lynne, Bob Dylan y el batería Jim Keltner. Casi como divertimento, grabaron dos álbumes en 1988 y 1990 que fueron muy populares. Sin embargo, el Harrison reflexivo y paciente buscaba y encontraba solaz en su pasión...
8. ... por la botánica, otro de los rasgos que caracterizaron gran parte de su vida. En Friar Park, desde 1970 su inmensa mansión neogótica en Henley-On-Thames, a unos cincuenta kilómetros de Londres, invirtió muchas horas de su vida para acercarse, contemplativo y esforzado, a su ideal de belleza y sosiego entre plantas. Curiosidad: George, a quien le gustaba acudir a certámenes florales, le enviaba a Yoko Ono, tras la muerte de Lennon, exóticas flores por Navidad. Asimismo, paradójicamente, también le apasionaban la velocidad y las carreras de coches, a las que asistía como espectador con su amigo y triple campeón del mundo de F1 Jackie Stewart. De hecho, su canción “Faster”, de 1979, es un homenaje a los pilotos de la Fórmula 1. Por otra parte, su faceta de productor cinematográfico...
9. … empezó con su incondicional ayuda a los Monty Python en la película de Terry Jones “La vida de Brian” (1979), para la que creó HandMade Films. Con el proyecto ya en marcha, EMI, la productora, todavía no había leído el irreverente guion; cuando lo hicieron, se echaron atrás en el último instante. Así que Harrison salió en ayuda de sus amigos e hipotecó su ostentosa residencia; dijo que quería ver la película. Un bromista Terry Gillian sentenció: “Debe ser la entrada más cara jamás pagada para poder ver una película”. Su aventura en el cine le permitió hacer ciertas apariciones en algunas de sus películas producidas: en “La vida de Brian” encarnó a Mr. Papadopoulos. También intervino en “Shanghai Surprise” (Jim Goddard, 1986), con Madonna y Sean Penn en los papeles protagonistas; simuló ser un cantante en un club nocturno. Si Harrison llegó al mundo del cine por amistad, mucho antes, y a lo largo de los años, mantuvo una estrecha relación con...
10. … Eric Clapton, tercer lado de un triángulo amoroso con Pattie Boyd: modelo publicitaria, uno de los rostros más conocidos del swinging London y, oficialmente, mujer de Harrison hasta 1977; acabó casada con Clapton en 1979. George manifestó: “Prefiero que esté con él antes que con cualquier otro”. Clapton le había dedicado a Pattie la canción “Layla” en 1971 en su banda Derek And The Dominos y la había amenazado con tomar heroína si no dejaba a George por él. No obstante, George había vivido los últimos instantes en The Beatles muy cerca de Clapton, época final que dio fruto a composiciones doradas como “While My Guitar Gently Weeps” (en la que el Cream aportó su guitarra, sin acreditar, en la grabación), “Something” (la leyenda dice que está dedicada a Pattie, pero Harrison lo negó años después), “Here Comes The Sun” y la propia “All Things Must Pass”, canción que acabó titulando el álbum más importante de su carrera. ∎