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Un niño corre tras una pelota por la pista de un aeropuerto para acabar en el cuartel de la Guardia Civil donde conoce a Huáscar, un tipo extraño que cuenta su vida como una historia que son todas las historias/vidas posibles. Y ese niño, que se convierte en novelista de éxito, termina buscando a Simón, amigo de la infancia, que después de leer su última novela le envía un correo electrónico preguntándole por qué no escribe sobre ellos, sobre aquel incidente del aeropuerto y lo que sucedió en aquella Almería de inicio de los noventa. Entonces el niño, que ya es novelista, empieza a correr en la vida y en la ficción, a mezclar una y otra en un juego metaliterario que hibrida géneros con cierta causticidad y humor mediante una estructura equilibrada, flexible, poliédrica, que combina presente, pasado y futuro, en complicidad con los lectores y que comparte la fascinación de las historias de Huáscar y los que lo emulan.
La pugna entre vida y ficción es un clásico que ha hecho caer en su trampa a auténticos maestros, como Borges, que distinguía a los escritores que se lo debían todo a la literatura y los escritores que se lo debían todo a la vida, como si la primera no fuera una faceta más de la segunda, una región, la literatura, que no es independiente y nunca lo será de la única nación, la vida, a la que por fuerza pertenecemos. Ahí radica una de las muchas fortalezas de “Trigo limpio” (Seix Barral, 2021), ganador del último Premio Biblioteca Breve, en ese productivo diálogo entre vida y literatura, memoria e imaginación, para indagar en sintonía con el narrador en el lenguaje y las formas narrativas a la hora de contar y de expresar los conflictos y debilidades humanas, los ecos absorbidos de lecturas y vivencias, para transformarlas en una historia ágil en la que se cruzan Cervantes, Auster y hasta Urasawa (“El Quijote”, “Brookyn Follies”, “20th Century Boys”…), y otras muchas lecturas, leídas o no por el autor, si no ya por el lector que se aproxima a esta novela, para hablar de la naturaleza contradictoria de hombres y mujeres, las simulaciones de la memoria y el poder de la ficción.
Nadie como Juan Manuel Gil (Almería, 1979) ha comprendido que esa disyuntiva no es más que una colaboración imprescindible, y que la ficción es vida y la vida es ficción, y hay novelas en las que cabe mucha más vida que en una reunión de directivos, y mañanas en el mercado en las que cabe mucha más literatura que en la biblioteca de un erudito. Y esta “Trigo limpio” atesora lo mejor de ambas. ∎