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Cuando, hace unos meses, desde Rockdelux me otorgaron este espacio para escribir sobre tebeos, mi idea fue ofrecer al público de la revista una panorámica sobre el mundo del cómic estatal, interrogando a profesionales del sector, contrastando datos… Una suerte de sucintos artículos de investigación, con un ojo en la actualidad. Pero permitidme que empiece el año a lo Monty Python: hoy vamos con algo completamente diferente (sí, vas a leer otra columna de opinión, te advierto a tiempo para que lo dejes aquí si quieres; aunque puede que incluya algún que otro dato contrastado, para no perder la costumbre).
En octubre de 2021, Planeta lanzó “Haykyû!” (Haruichi Furudate; 2012-), un manga largo tiempo esperado por los aficionados, pulverizando las ventas de cualquier otro cómic ese mes. Un mes después, la editorial Norma daba la réplica y publicó “Tokyo Revengers” (Ken Wakui; 2017-), que se coló, de manera automática, en el primer puesto de las listas de libros más vendidos de España, superando a cualquier otro best seller, tanto en cómic como en literatura. “Haykyû!” está protagonizado por un equipo de voleibol escolar, y “Tokyo Revengers” es un thriller que combina viajes en el tiempo con delincuencia juvenil. Ambas obras se dirigen a un público mayoritariamente adolescente. ¿No habíamos quedado en que la juventud ya no lee?
Pues claro que no, es una mixtificación más de las muchas que pueblan el sector editorial. Según el Barómetro de Hábitos de lectura de 2020, publicado por la Federación de Gremios de Editores de España, el 73,8% de la población entre 14 y 24 años confiesa ser lectora habitual (ya os dije que algún dato caía), un número que no ha hecho más que crecer durante las última década. Y el manga ha conquistado a buena parte de esa masa de compradores. La gran pregunta es cómo ha conseguido el cómic japonés calar de esa manera entre el público joven occidental desde su irrupción en el mercado. Y, por supuesto, la derivada consecuente: ¿se puede replicar ese éxito con producción nacional? No seré yo quien ofrezca aquí la fórmula mágica, pero me gustaría apuntar tres cuestiones que me parecen interesantes para poder abordar la cuestión de una manera más o menos amplia. Admitiré réplicas y todo tipo de ofertas editoriales (con este llevo ya cuatro artículos, y hasta ahora no había ofrecido mis servicios como autor de cómic, la edad empieza a pasarme factura).
La casi infinita variedad temática del manga consigue que cualquier lector pueda encontrar alguno adecuado a sus intereses. Ahora bien, la óptica del relato, inevitablemente japonesa, ese carácter exótico, es otro de los atractivos de estas obras. ¿Está capacitado un artista nacido (o criado) en nuestro país para ofrecer algo semejante? ¿No estamos inmersos en un momento en que, precisamente, lo local en la ficción se ha convertido en garantía de éxito global –véase “El juego del calamar” (2021-) allá, “La casa de papel” (2017-2021) acá–? Así que, en última instancia, ¿cuál es el espacio que puede ocupar un manga nacional?
¡Sayonara! ∎