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Mike Edison, todo un personaje.
Mike Edison, todo un personaje.

Entrevista

El librepensador Mike Edison y su reivindicación de Charlie Watts

El músico y periodista Mike Edison ha publicado “Simpatía por el baterista. Por qué importa Charlie Watts”, un espléndido ensayo centrado en el batería de The Rolling Stones que analiza a fondo su estilo, relevancia y personalidad y disecciona los pros y los contras de 50 años de rock’n’roll con una agudeza y sentido del humor fuera de lo común.

10. 02. 2023

Menudo pájaro plumífero –nunca mejor dicho– es Mike Edison (Nueva Jersey, 1964). Este periodista, escritor, ensayista y músico está bendecido con el don de una versatilidad gargantuesca: empezó como periodista y juntaletras en el porno ochentero escribiendo reportajes para ‘Hustler’ y cartas de confesiones eróticas para el correo de ‘Penthouse’, ha ejercido como “negro” de novelas pornográficas y tiene cinco libros de ensayo cultural y memorias en su haber. Estos últimos hablan de la historia de las revistas de sexo en Estados Unidos, también del punk, la libertad de expresión o la lucha libre. Y entre ellos destaca el muy recomendable I Have Fun Everywhere I Go. Savage Tales Of Pot, Porn, Punk Rock, Pro Wrestling, Talking Apes, Evil Bosses, Dirty Blues, American Heroes, And The Most Notorious Magazines In The World” (2008).

También fue editor en cabeceras contraculturales como ‘High Times’ –la ‘Cáñamo’ estadounidense– y ‘Heeb’, revista judía satírica de izquierdas dedicada a cachondearse del fundamentalismo hebreo. Debe ser el único batería del universo que ha tocado para GG Allin y The Raunch Hands y a la vez ha escrito reseñas de música clásica. Todo ello compactado por el nada común denominador de un ingenio lleno de sentido del humor y un espíritu de librepensador absoluto. Su último libro es “Simpatía por el baterista. Por qué importa Charlie Watts” (“Sympathy For The Drummer. Why Charlie Watts Matters”, 2019; Libros del Kultrum, 2022), un excelente ensayo sobre la carrera de The Rolling Stones vista no desde la dicotomía Keith-Mick, sino desde el taburete de Watts.

Charlie Watts lo tenía. Foto: Ethan Russel
Charlie Watts lo tenía. Foto: Ethan Russel
Edison tiene mucha relación con España: a principios de los noventa, fue batería del emblemático grupo punk malasañero The Pleasure Fuckers y toca la guitarra y canta en el álbum “The Devil Can’t Do You No Harm” (2021), a medias con los ubetenses Guadalupe Plata, un compendio de punk–blues–góspel pantanoso y twangy del que su amigo Jon Spencer se sentiría orgulloso. Al otro extremo de la invocación de Zoom espero encontrarme a un cruce entre el Marqués de Sade y Pedro Picapiedra, pero en su lugar aparece un tipo afable y hablador, que se expresa en un castellano sencillo pero lleno de ideas sólidas, como sus riffs de guitarra.

Pues bien, Mike: ¿Por qué importa Charlie Watts? “Tenía más baile, más swing, más poesía que el resto de los baterías de rock de la historia. Lo que hacia Charlie era imposible de duplicar”, opina el autor. Edison explica que ha tardado “cuarenta y cinco años en escribirlo, porque comencé a pensar en hacerlo a los 13 años, la primera vez que empecé a escuchar a los Stones y a tocar la batería”.

“Keith ya no sale a tocar como si cortara carne y machacara cuerpos, ahora lo hace como si pescara. Charlie tocaba la batería durante dos horas, y en esa posición no puedes esconderte, tienes que dar el callo”
Según analiza Edison, el estilo de Watts fue esencial para las metamorfosis estilísticas de la banda. Tanto o más que las aportaciones de Keith Richards: “Al principio, Charlie tenía swing y un buen sentido del jazz. Y pese a que la banda al principio era un poco más pop, su estilo de batería era más sutil que el de los Beatles”. Al ponerse más peligrosas y duras las cosas con el desastre de Altamont, la heroína, “Gimme Shelter” o el auge del rock duro, “el estilo de Charlie se volvió más fuerte, pero lo que siempre diferenció a los Stones de bandas como Led Zeppelin es que los Stones no tienen sentido de la prisa: cuando tocan a tope de fuerza, siempre están respirando, como un buen amante”.

Y en la última gran etapa de la banda, la de finales de los setenta, Edison señala a Watts como artífice del milagro de “Some Girls” (1977), su última obra maestra: “En ese momento, como en casi todos, Mick es un ‘trendista’. Está persiguiendo las modas, ansía hacer música como la que escuchó bailando la noche anterior. Quiere música disco y hip hop. En el otro lado tienes a Keith, al que solo le interesa el blues, el country, el reggae, la ruta americana sucia. Y, de repente, aparece Charlie de la nada, usando el plato de ‘china drum’ de una manera revolucionaria, sentado en el taburete, con un pie en la música disco –que también le apasionaba– y otro en el punk, tocando más punk que los punkies”. Frente a la cuadratura metronómica del uso de la china drum, frecuente en bandas metaleras y progresivas, Edison matiza que “lo que hizo Charlie es poesía, lo que toca entre espacios y los patrones rítmicos que genera son imposibles de duplicar”.

El swing de Charlie Watts. Foto: Richard Blanshard (Getty Images)
El swing de Charlie Watts. Foto: Richard Blanshard (Getty Images)
Hay metros de libros explicando los intríngulis del estilo guitarrero de Richards y las grabaciones míticas de la banda –la afinación en Sol abierto, la acústica cutre grabada con una casete de “Street Fighting Man”…–, pero este es el primero que hace lo propio con la maestría de Watts. “Intenté hacer un libro para que la gente que ama la música y toca disfrute y aprenda cosas, pero no tanto un libro técnico en el que los detalles musicales sean lo principal; si no, sería un manual para baterías. Quería encontrar un término medio”, considera.

Watts, se ha escrito y reiterado mil veces, es una parte fundamental del sonido Stone. “Al principio, Keith empuja y Charlie tiene que perseguirlo. Esa dinámica es importante, porque uno de los temas del libro es ¿quién puede querer a un batería que es como un metrónomo o a un amante que folla como un metrónomo? En la música y el amor, a veces eres una pistola, a veces eres una bomba”. Pero, más allá del lugar común, Edison apunta que la importancia de Watts fue decisiva hasta el final. Quien los haya visto en la gira del 2017, la última vez que Watts tocó con los Stones en Barcelona, puede dar fe: un Keith desganado y estático –al que subían el volumen de la guitarra cada vez que lanzaba un molinillo de muñeca– frente a un Watts omnipresente que sostuvo todo el tinglado. “Keith ya no sale a tocar como si cortara carne y machacara cuerpos, ahora lo hace como si pescara. Charlie tocaba la batería durante dos horas, y en esa posición no puedes esconderte, tienes que dar el callo”, valora Edison.

“Siempre fue el pegamento y la fuerza identitaria motora del grupo. Siempre estuvo ahí, incluso cuando Keith o Mick no estaban. Charlie tenía un corazón grande. Keith y Mick siempre se estaban abroncando, pero nadie tuvo jamás una bronca con Charlie”
Más allá del aporte musical de Watts a la banda, el autor explica que el libro también “pretende ser un ensayo que analiza lo que significa la identidad en un grupo, un grupo siempre es un experimento exitoso: no va de uno o dos miembros”. En ese sentido, amplía Edison: “Y no puedes cambiar las partes y ya está. De vez en cuando eso sale bien: Ronnie Wood pasó años siendo el tercer guitarrista y al final salió bien”. Pero Watts importa también porque “siempre fue el pegamento y la fuerza identitaria motora del grupo. Siempre estuvo ahí, incluso cuando Keith o Mick no estaban. Charlie tenía un corazón grande. Keith y Mick siempre se estaban abroncando, pero nadie tuvo jamás una bronca con Charlie”.

“Sympathy For The Drummer. Why Charlie Watts Matters” se publicó en 2019 y propició la entrada de Edison en la órbita de los Stones. “Tengo amigos que trabajan para ellos y, justo después de que saliera el libro, me dijeron que ‘tu libro es muy popular en el ‘backstage’. A veces Mick y Keith se odian entre ellos, pero todo el mundo está de acuerdo con Charlie’. Fue un comentario que escuché muchas veces”. Hasta el punto que lo invitaron a una prueba de sonido de la banda y Charlie Watts le dejó un mensaje en su buzón de voz: “Me dijo: ‘Gracias por escribir un libro encantador. Y gracias por tener a Charlie Parker en el contestador’. Desde hace veinte años tengo cinco segundos de música de Parker en el móvil, pero Charlie fue la primera persona que lo reconoció”, revela, satisfecho. Más tarde, en plena pandemia, Edison recibió “una llamada de Charlie y estuvimos hablando diez minutos sobre cosas de baterías, y me invitó de nuevo a ver a los Stones, pero ya sabes lo que pasó”. A su muerte, “mi teléfono móvil estaba explotando: no solo de mensajes de amigos, sino de medios de comunicación, de periódicos y televisiones de todo el mundo. Jamás pensé que mi vida se conectaría así a los Rolling Stones”, concluye, emocionado.

The Rolling Stones, soportados por las baquetas de Watts.
The Rolling Stones, soportados por las baquetas de Watts.
Edison cursó peticiones para entrevistar a los Stones, pero no es ninguna sorpresa que le dieran largas. Y esto, en mi opinión, ha mejorado el libro, que destaca por ser un ensayo altamente documentado de todo el periplo Stone, lleno de conclusiones propias, extraídas contrastando una nutrida bibliografía. Es un ejercicio intelectual –algo de lo que no anda sobrado el ensayo rock– y a la vez una sátira que desmitifica el martirologio del forajido rockero y drogota. “No es mi trabajo promover el mito de los Stones, sino decir la verdad. Este es un libro escrito desde el corazón, no soy su agente de prensa. Tan solo tienes que leer la biografía oficial de Charlie. Es un aburrimiento, todos son chicos de oro y todos sus discos son buenísimos. ¿De verdad lo crees?”, ríe.

Watts murió el 24 de agosto de 2021 y un mes después la banda ya había vuelto a los estadios con Steve Jordan a la batería. “Fue un acto de capitalismo tremendo, pero ellos son así”, se lamenta nuestro entrevistado. No es difícil adivinar qué piensa de la actual encarnación de la banda: “Hacen un show de grandes éxitos como en Las Vegas. No hay peligro, no hay sexo, tráete a la familia y a los niños. Quizá sea mi futuro, escribir libros tontos y hacer música nostálgica. Pero si me ves haciéndolo, por favor mátame”, ironiza citando el grial de la historia oral del punk clásico.

Edison también ha tenido su parte de sexo, drogas y rock’n’roll. Su carrera musical se ha desarrollado bajo un postulado que se resume en esta frase: “La parte más importante del rock’n’roll es el ‘roll’. Es la parte de sexo y de swing, el rock es para niños. ¡Por alguna cosa los Rolling Stones no son los Rocking Stones!”, proclama.

The Raunch Hands, en Bilbao, en 1991: Mike Edison a la batería.
Poca broma: este librepensador ha baqueteado en algunas de las instituciones del punk rock más crudas y trogloditas de la historia: los madrileños The Pleasure Fuckers, The Raunch Hands… ¡Y dos discos con GG Allin! “Mike Chandler, Kike Turmix, GG… Todos mis cantantes murieron, pero yo soy inocente”, levanta las manos, guasón. De los Fuckers, recuerda: “Estuve tres años en Madrid sin dormir, y Kike era difícil. Tocábamos un punk muy agresivo, pero como batería siempre intenté mantener el sentido del swing. Mike Sobieski, el guitarrista, lo entendió muy bien. Y la música era sucia, pero no porque las letras fueran pornográficas o el ambiente fuera sucio, que lo eran. Era sucia porque le añadimos el ‘roll’ al rock”. En estos momentos, Edison está trabajando en su primer libro español, centrado en los años con The Pleasure Fuckers y el ambiente malasañero.

De GG Allin, con quien publicó los discos “You Give Love A Bad Name” (1987) y “Res-Erected” (1998), recuerda una anécdota que certifica el humor del kamikaze cubierto de heces y sangre: “Con GG hicimos un bolo muy bueno en Montreal. Después del concierto, GG me dice: ‘Mike, esta es la mejor gira que jamás haya hecho’. Yo dije: ‘¡Hombre, pero si solo es una fecha!’. ‘Pues para mí es toda una gira’, fue su respuesta, porque era imposible hacer más de un concierto seguido por sus malos rollos o la policía”.

¿Por qué importa un libro sobre Charlie Watts?

MIKE EDISON
“Simpatía por el baterista. Por qué importa Charlie Watts”
(Libros del Kultrum, 2022)

Las biografías de los Stones se dividen en dos bandos: las no autorizadas –enumeraciones de excesos que con el paso del tiempo han acrecentado la figura de la banda– y las hagiografías oficiales estilo Taschen, catálogos de fotos en los que todo es chachi piruli. Y luego llegó “Vida” (2010) de Keith Richards, que fue como si bajara Dios a explicar los entresijos de la creación –sin escatimar detalles escabrosos, repartiendo estopa y cero moralina– y dejó en fuera de juego cualquier otro intento de libro gordo: Jagger tuvo que devolver la pasta del que estaba preparando. “Simpatía por el baterista. Por qué importa Charlie Watts” se sitúa fuera de estos parámetros y hace algo inédito: explicar la carrera stoniana desde la perspectiva del taburete de la batería. Y esta es la primera vez que alguien glosa y desentraña la poesía de la batería de Watts de manera extensa. Y lo hace yendo más allá de lo que hemos leído en cuarenta años –”lo que le gustaba era el jazz y tal”– para poner en contexto el estilo de Watts en la batería rock de cada época.

Mike Edison, músico y periodista curtido, argumenta de maravilla qué tenía el lacónico batero que le faltaba a Ringo Starr y Keith Moon. El sorprendido lector se verá devorando páginas sobre shuffle, swing y acentos rítmicos a lo page turner. Pero no solo eso: este volumen –de traducción y edición exquisita– es imprescindible para cualquier aficionado serio a The Rolling Stones. Porque aporta un nuevo nivel de análisis a lo contado mil veces desde la mejor perspectiva: la del sentido del humor inteligente. Edison es un fan absoluto de la banda, pero tiene un pie en la comedia mordaz y otro en la crítica cultural. Y es capaz de reflexiones a un paso del ensayo humorístico y que dan en el clavo: qué bien explica las relaciones entre la guitarra de Richards y Jones-Taylor-Wood y las gilipolleces de estrella pop de Jagger. En última medida, estamos ante un ensayo desmitificador –y documentado a lo académico– de la carrera de la banda de rock’n’roll más grande de la historia. Y lo cuenta tan bien que el stonólogo veterano sentirá cómo vuelve a correr el antiguo veneno por sus venas y por qué es una cuestión de vida o muerte descifrar si “Dirty Work” (1986) era una mierda o no. Como decíamos, el rock’n’roll es la más importante de las cosas menos importantes y este libro nos lo recuerda otra vez. ¡Compra! ∎