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¿Moda pasajera? ¿El nuevo mainstream para toda la familia?
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Series surcoreanas: el (pen)último fenómeno global

El estreno a bombo y platillo el pasado 9 de febrero de la serie surcoreana “Snowdrop” (2021-2022) en Disney+ confirma el momento extraordinario que vive la producción televisiva de aquel país, convertida en soma de medio mundo a partir del éxito en Netflix de la controvertida “El juego del calamar”.

No puede decirse que se trate de un fenómeno nuevo, pero las proporciones que ha alcanzado en los últimos meses son desde luego insólitas: “El juego del calamar” (2021) se convirtió a finales del año pasado en la serie más vista en la historia de Netflix –142 millones de hogares en sus primeros 28 días de exhibición–, y a ello hay que sumar la repercusión internacional de estrenos posteriores como “Bulgasal. Almas inmortales” (2021), centrada en una mujer que ha vivido infinidad de reencarnaciones a lo largo de 600 años; la comedia romántica “Aquel verano inolvidable” (2021), y “Estamos muertos” (2022), en la que los estudiantes de un instituto se encierran en sus instituciones para sobrevivir a un apocalipsis zombi. Tanto “Estamos muertos” como “Arcane” (2021), producción animada inspirada por el videojuego “League Of Legends”, ya han pulverizado a la hora de escribir estas líneas los récords de visionado de “El juego del calamar”.

El auge global de las series de televisión surcoreanas o k-dramas hay que rastrearlo en el cambio de siglo. Hasta entonces, el impacto de las series producidas en aquel país era local, y había estado condicionado por diversas coyunturas técnicas, socioeconómicas y políticas. El advenimiento de la democracia a finales de los años 80 vino acompañado por un empeño visionario de los dirigentes surcoreanos por expandir la cultura pop local mediante un ejercicio de soft power en toda regla, que absorbió sin complejos lo mejor que podían ofrecer las industrias culturales japonesa y estadounidense.

En Occidente fuimos testigos de esta política gracias a la llamada “nueva ola del cine coreano”, que conformaron entre otros directores Hong Sang-soo, Kim Ki-duk, Lee Chang-dong, Park Chan-wook y Bong Joon-ho. Sin embargo, con excepciones tan llamativas como “The Host” (Bong Joon-ho, 2006), el estatus del cine surcoreano entre público y crítica ha sido minoritario hasta fechas recientes: Hong Sang-soo se ha convertido en un peso pesado de los festivales de Gijón, Locarno y Berlín, y Bong Joon-ho ha arrasado en los Óscar con “Parásitos” (2019).

Carteles de “El juego del calamar”, “Bulgasal. Almas inmortales”, “Aquel verano inolvidable” y “Estamos muertos”.
Carteles de “El juego del calamar”, “Bulgasal. Almas inmortales”, “Aquel verano inolvidable” y “Estamos muertos”.


Cabría preguntarse si la normalización reciente de este cine en nuestras latitudes tiene que ver con el mainstream invisible –el k-pop, los web dramas–, que ha familiarizado de puntillas a una y dos generaciones de adolescentes con la idiosincrasia de aquel país a través de internet, una herramienta básica para las estrategias surcoreanas de implantación en el escenario global. Fue gracias a internet y la piratería de DVDs como los k-dramas tomaron al asalto China, Indonesia y el sudeste asiático, cuyas audiencias se sintieron cautivadas de inmediato por el bienestar económico y la sofisticación que percibían en las imágenes. El panorama quedó sembrado para el momento en que las multinacionales del streaming fijaron su atención en los k-dramas pensando, con razón, que su atractivo podía ir mucho más allá de la región.

El boom mundial del k-drama en la actualidad nos obliga a preguntarnos qué lugar ocupa en la fórmula la identidad de sus producciones. Por una parte, las series surcoreanas presumen de características de producción idiosincrásicas: un talante cada vez más crítico con las derivas de su propia sociedad, siempre dentro del respeto a valores ancestrales muy arraigados; la limitación narrativa a una sola temporada –series como “El juego del calamar” podrían romper con esa costumbre– y la condición hasta cierto punto autoral de las series, que no dependen como en Occidente de un showrunner, sino de un guionista y/o director único para todos los capítulos.

“Snowdrop”.
“Snowdrop”.


Como explicaba Frédéric Martel en su ensayo pionero sobre la geoestrategia cultural del siglo XXI, “Cultura Mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas” (2010; en España 2011), “los ejecutivos de las televisiones surcoreanas no piensan en los k-dramas como folletines en los que no importan ni el principio ni final, que carecen de foco y se cancelan solo cuando la audiencia se cansa de ellos. Para ellos son dramas, tienen argumentos definidos y en su producción tienen una gran importancia las ambiciones creativas. Se da la paradoja de que en Occidente se habla de Nueva Ola Surcoreana para referirse al cine de Bong Joon-ho y Park Chan-wook, mientras que a nivel interno la expresión se utiliza para referirse a los dramas televisivos. Para ellos la nueva ola surcoreana no es una tendencia de festivales y cineclubes, sino de entretenimiento mayoritario emitido por la televisión convencional o Internet”.

Pero, por otra parte, esos rasgos distintivos están permeados por un sincretismo audiovisual que abarca la mezcla de géneros, el doblaje en origen a otras lenguas y la interactividad con todo tipo de creaciones producidas en el entorno geográfico de Corea del Sur. “Casi el paraíso” (2009), un fenómeno social en toda Asia, es ejemplo paradigmático de ello. El origen de esta serie, protagonizada por una estudiante de instituto que se rebela contra el bullying que ejercen cuatro estudiantes sobre el resto del alumnado, es un shōjo manga de la autora japonesa Yoko Kamio. El manga de Kamio fue adaptado en su país natal como anime y como película y serie de imagen real, y después el formato fue vendido a varios países, siendo la versión surcoreana la que más éxito ha tenido hasta la fecha. No ya en el propio Japón, Tailandia, Vietnam o Nepal, sino también en Zambia y otros países africanos.

El peaje a pagar en esta escena cultural proteica, casi carnívora, a la que cada vez contribuyen más actores geográficos y en la que las novedades y las modas se suceden a velocidad de vértigo, es el olvido casi inmediato de la gran mayoría de estas producciones. Por eso nos parece recomendable apuntar los títulos de algunos k-dramas que han pasado la prueba del tiempo y que se hallan hoy por hoy a disposición de los lectores en nuestras plataformas de streaming. ∎

Cinco k-dramas para recordar

Mi amor de las estrellas

Jang Tae-yoo > 2014


Es la historia de amor de un extraterrestre oculto en nuestro planeta desde el año 1600 que, cuando le quedan tres meses para cumplir su misión y dejar la Tierra, se topa con una actriz que le hace cambiar la visión desencantada que tenía de los seres humanos. “Mi amor de las estrellas” es una fusión ingeniosa y un poco kitsch de la épica histórica y el romance, registros muy populares en la televisión surcoreana. Disponible en Netflix.

Vida incompleta

Kim Won-seok > 2013-2014


Serie basada en un webtoon de Yoon Tae-ho y protagonizada por un joven, Geu Rae (Im Si-wan), que fracasa en sus intentos por convertirse en jugador profesional de baduk –el juego que nosotros conocemos como go, su versión japonesa–, lo que le condena a trabajar como oficinista de baja cualificación. Para sobrevivir al clasista entorno laboral que lo rodea, Geu Rae empezará a aplicar las enseñanzas del baduk, lo que para su sorpresa y para la de aquellos que conforman su entorno le dará muy buenos resultados. “Vida incompleta” sigue gozando aún hoy de una gran popularidad entre los excluidos del mercado de trabajo privilegiado que la sociedad surcoreana reserva a los titulados de las mejores universidades. Disponible en Netlix.

Descendientes del sol

Lee Eung-bok y Baek Sang-hoon > 2016


Aquí quienes se enamoran son un militar y una doctora, cuyos destinos se cruzan en un país imaginario sacudido por una crisis humanitaria sin precedentes. Serie todo lo convencional que podía esperarse a la vista de su sinopsis, aunque sus calidades interpretativas y formales le procuraron varios premios e hicieron que sus protagonistas, Song Joong-ki y Song Hye-kyo, pasasen a integrar de la noche a la mañana el panteón surcoreano de estrellas televisivas, que causa furor en Asia. De hecho, el éxito de “Descendientes del sol” fue tal que se le achaca haber incrementado exponencialmente el atractivo de Corea del Sur como destino turístico. Disponible en Netflix.

Signal

Kim Won-seok > 2016


Un policía descubre que puede contactar a través de un walkie-talkie con un homólogo de 1989. Uno y otro compartirán pistas que les ayudarán a resolver crímenes del pasado y el presente –algunos inspirados en hechos reales–, aunque ello dé lugar en ocasiones a paradojas temporales. La premisa de “Signal” no solo es original, permite a sus responsables trazar un recorrido por los avances (y retrocesos) de la sociedad surcoreana en las últimas décadas. Próximamente disponible en Netflix.

Sky Castle

Jo Hyun-tak > 2018-2019


Tragicomedia sobre cuatro amas de casa capaces de cualquier cosa con tal de que sus hijos ingresen en universidades de élite. Los ecos de series estadounidenses como “Mujeres desesperadas” (2004-2012) son evidentes, aunque “Sky Castle” hace gala de un humor cruel, sin concesiones, y no es nada ambigua en su retrato de la creciente división de clases en Corea del Sur debido a la sumisión social a los designios del capitalismo. Disponible en Rakuten Viki y próximamente en Netflix. ∎