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El cuarto álbum de Emily Sprague como Florist es un compendio de memoria, esperanza, silencio y naturaleza. Más emociones desatadas y sentimientos contenidos. La obertura es una pieza instrumental, “June 9th Nighttime”, que ofrece pistas de lo que vendrá. Suaves melodías que, a menudo, son emotivamente sacudidas por la lírica. En “Red Bird Pt. 2 (Morning)”, la cantante acepta el duelo por la pérdida de su madre, y habla de su padre. En cambio, en “43”, sobre un sólido cruce de riffs de guitarras, sostiene el deseo de trascender. “I waited while the line leads through the door / Over wooden floors, melody came flooding in / Our window was held open with the two-by-four / I wished for aliens to come in and study my body”.
La intérprete venía de realizar un disco en solitario, en California. Creó un refugio emocional y un aislamiento compositivo que dio como resultado “Emily Alone” (2019). Meses después convoca a sus amigos en la otra punta del país. Hasta allí se desplazan Jonnie Baker, Rick Spataro y Felix Walworth. Las grabaciones se hicieron entre ese año y el 2021, en diversas localizaciones del estado de Nueva York. La grabación y la producción son asumidas por el cuarteto. El nuevo trabajo convoca a la sanación. Transcurrido el duelo, los músicos son su familia. Sus letras, su hogar.
En “Florist” se juega con las sonoridades –los sintetizadores son analógicos en la confortable “Sci-Fi Silence”, y las guitarras, adaptadas para tocar con arco, aceptan ser rasgadas cual violines–; los juegos de voces y el imaginario musical que ofrecen aves, lluvia o noches bajo el porche componen sonoridades agradables. Lirismo sin voces. Ese conjunto de elementos es protagonista de las melodías del disco.
Las letras y la manera que tiene Sprague de interpretarlas hacen que confluyen la melancolía, el sentimiento de pérdida, el cinismo, la valentía de seguir adelante, entre otras percepciones, en el color de las melodías y las texturas atmosféricas. Así, las tres partes de “Bells” son simpáticas pausas, y “Variation” y “Reprise”, etéreos intervalos. El resultado final ensalza el buen ánimo. Ese positivismo favorece la existencia de distintas temperaturas rítmicas, que le sientan como un guante a “Florist”, en especial cuando Baker toca el saxo, como ocurre en la romántica “Spring In Hours”, o en la pieza que cierra, “Jonnie On The Porch”. En “Dandelion”, la compositora se expresa a partir de una mixtura emocional; la resiliencia tiene lugar en “Two Ways” y la fortaleza en “Organ’s Drone”. Minimalismo y pop de cámara, más que folk, van de la mano. Y así hasta 19 piezas.
Sirviéndose de canciones que transitan entre la vida y la muerte, y teniendo el conflicto como puente, Emily Sprague trasiega con su espiral de emociones, construyendo un disco orgánico, sin rastro de épica. Esa ausencia confiere una jerarquía lírica y engrandece el manto sonoro del álbum. ∎