Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
Tom Waits tardó varios años en dar señales de vida discográfica desde “Big Time” (1988) hasta esa banda sonora de hace unos meses, “Night On Earth” (1991), que estaba bien, pero sabía a poco, muy poco. “Bone Machine”, en cambio, lo tiene todo: riesgo, clasicismo, valentía, rotundidad e inspiración.
El título es apropiado. Esos ritmos que Tom Waits diseñó hace tiempo y que ahora lleva al extremo empuñando él mismo los palos de cualquier tambor u hojalata que pueda provocar un sonido seco parecen producidos por una vieja máquina hecha de huesos, palancas primitivas del más profundo instinto.
Fuera superficialidades, abajo las decoraciones innecesarias. Tom Waits se niega una vez más a seguir la corriente. Da la espalda a su relativa popularidad y, prescindiendo de cualquier adorno musical, acude al piano, a los tambores, a algunas rugientes guitarras de acompañamiento, a extraños órganos y melotrones, cosas que él mismo interpreta, pero no deja que se meta en casa nadie que no sea amigo: David Hidalgo, Keith Richards, Larry Taylor o Ralph Carney están entre los escasos colaboradores, viejos conocidos.
Acudiendo a la esencia de las cosas, repite algunos esquemas previos: “Who Are You” es como “Downbound Train” y “Whistle Down The Wind” recuerda a su primer álbum. Pero Tom sabe encontrar nuevas vías manejando los elementos de siempre. Su voz, como él mismo dice, es la de un ventrílocuo, y sus personajes son incontables. Kathleen Brennan, su mujer, le ayuda a hacer letras espléndidas, nuevas miradas a algunas miserias del mundo, como “I Don’t Wanna Grow Up”. O impresionantes estampas en rojo y negro, como “Murder In The Red Barn”. Una digna continuación de sus obras maestras. Y van… ∎