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La música de Kristin Hersh en solitario, al frente de Throwing Muses o 50 Foot Wave es como el Guadiana: un río caudaloso que a veces desaparece pero nunca deja de estar. “Clear Pond Road” (Fire-Popstock!, 2023) es su nuevo álbum en solitario, con un sonido casi delicado tras el ruido y el caos de sus últimos tres trabajos. Apela al afán sobre lo que no está aquí e interpela directamente a la generación indie que la vio nacer musicalmente y que en algún momento la perdió de vista, aunque su legado siempre haya estado alrededor.
Deseó desaparecer del panorama de la industria musical, pero también entre sus canciones, ordenó su vida y su cabeza. Comenzó una obra literaria que sigue creciendo a día de hoy, y se empeñó en propagar su música por encima de modas y sexismos varios hasta alcanzar, en los márgenes del mercado, un estatus que, si bien nunca le permitirá descansar de la creación constante, por lo menos le hace ser respetada y querida por casi todas aquellas personas que alguna vez se hayan acercado a su música. De todo esto y más hablamos con ella vía Zoom, unos días antes de su ya inminente visita a España.
Tu carrera parecía marcada por los momentos en los que necesitabas huir de la música, pero en los últimos diez años parece que estás cada vez más conectada con la música y menos con lo de fuera. ¿Algo de esto es correcto?
Cuando empecé con Throwing Muses supe, más o menos a los doce años, que no pertenecía a la industria musical corporativa, que no iba a ser una estrella del pop. Mis héroes vivían en caravanas en América e inventaron su propio vocabulario sónico, y pensé que había un lugar para mí en ese mundo. Pero cuando firmamos con un sello independiente que nos convenció para firmar con un sello corporativo, me di cuenta de que era un constructo que trataba sobre la avaricia y el sexismo. Como un producto. No se trataba de música, ellos no querían música. La música por sí misma no te puede decir qué comprar o qué te tiene que gustar. Querían temas comerciales y sexismo y me peleé para salir de ello. Intercambié mi primer disco en solitario por mi libertad de Warner Brothers. No tengo nada en contra de ellos, me gusta la gente que conocí, pero detrás hay una corporación monolítica que es la que representa el problema. Ahora estoy donde empecé, pero en el ínterin se me fue la cabeza. Me dijeron: “No puedes trabajar, eres demasiado fea y no eres suficientemente mala”. Pero ¿por qué querían que fuera mala? Me llevó años recuperarme y darme cuenta de que los oyentes que tenía al principio son los oyentes que tengo ahora y no quieren que sea “eso otro”, así que al final todos estamos de acuerdo y puedo hacer lo que hago.
¿Cómo crees que ha ido cambiando tu manera de escribir canciones a lo largo de los años?
Me he transformado en mejor editora y correctora. Cuando era más joven pensaba que la magia de la canción estaba en ella misma. Había que dejar que dijera lo que tuviera que decir aunque fuera vergonzoso. Sentía que en el mundo underground lo primero era la honestidad y se me olvidó que yo soy el elemento que está entre la música y la gente, y cometí errores. Dejaba que ocurrieran cosas en la música que no eran atemporales o universales, que tenían significado solo para mí. Y cuando publicas algo que es idiosincrático eres simplemente un copo de nieve entre tantos otros que se creen especiales. Por eso empecé a perderme menos en el huracán de la música y a estar más enfocada en la ecuación que es escribir canciones para tratarlas de una manera apropiada.
Has dicho que haces discos con Throwing Muses o 50 Foot Wave cuando hay presupuesto para pagar a la banda, que eso es lo que marca cómo va a ser tu próximo trabajo. ¿Sigue siendo así?
Sí. Cuando dejé la industria era para que se me permitiera tocar… música. Sabía que no me iban a dejar tocar música real estando en la industria, así que supe que estaba abandonando la posibilidad de ganar dinero o tener fama, y tuve que llegar a la conclusión de que eso estaba bien para mí. Ahora que sé que tengo el respaldo de los oyentes trabajo entre tres y cinco años en cada disco, y a veces se solapan: estoy sacando un disco en solitario ahora, pero también trabajando en uno de 50 Foot Wave y en el estudio con Throwing Muses. Me encanta hacerlo así porque por fin he conseguido ser capaz de tocar música en toda la extensión de la palabra, porque verdaderamente me escapé de una industria que no me quería. No juzgo a los que quieren ser estrellas del pop. Está bien para ellos, supongo, pero no conozco muchos verdaderos cantautores o músicos que estén en la industria. Los que han llegado ahí o están ahí por accidente están peleando por encontrar su propio significado. Muchos mueren en el camino y muchos no lo consiguen.
¿Realmente compones específicamente para uno u otro proyecto?
Es la guitarra con la que escribo las canciones la que decide para qué es cada canción. El momento de inspiración es cuando la canción es pura energía y no tienes un cuerpo sonoro todavía. Así que cuando voy a coger la guitarra adecuada y resulta que es la Les Paul o la SG, es que va a ser una canción de 50 Foot Wave. Si cojo la Telecaster o la Stratocaster, es porque es para Throwing Muses. Y las canciones que tocaré en solitario las hago con mi Collings, pero mi batería me dice que es una división estúpida. Parece que está celoso de alguna de las canciones que le hubiera gustado tocar.
¿Fue una sorpresa para ti o fue intencionado que hubiera una conexión sonora directa entre “Clear Pond Road” y “Hips And Makers”, tu primer disco en solitario, de 1994?
Nada es intencionado, pero estoy de acuerdo, tiene una atmósfera similar. Muy distinta de mi anterior disco en solitario, que fue pensado para reproducir el sonido de un espectáculo en directo, muy caótico. Y yo digo: ¡sí, me encanta el caos! Ahora es todo lo contrario, tenía que sonar todo muy calmado, muy staccato, casi como un ritmo irlandés o una guitarra española, pero yo quedo por encima de todo lo demás y eso tiene algo que ver, excepto que en “Hips And Makers” todo era amable y aquí no.
Tus canciones van dibujando un mundo muy determinado. ¿Cómo es ese mundo ahora, en 2023, en “Clear Pond Road”?
La idea parte de una señal de tráfico que mi hijo pequeño y yo encontramos en una chatarrería con esas palabras: Clear Pond Rd. Nos sentimos atraídos por ella, así que la compramos y la pusimos en nuestra cocina y nos quedamos mirándola y terminó siendo el motivo central del disco.
Esta historia destruye la idea que tenía sobre el título, porque las palabras “clear” y “pond” podrían resultar contradictorias, podría ser esperanzador pero con un componente oscuro, por eso lo veía lleno de bellas contradicciones.
¿Qué significa “pond” en español?
“Estanque”, como el que podemos encontrar en un jardín o en medio de la naturaleza, pero también “laguna”, “charca”… algo que puede ser mucho más oscuro, por lo que hay un balance entre las dos palabras, entre la luz y la oscuridad, entre la limpieza y la suciedad.
¡Interesante! Me gusta eso, es aún mejor que mi historia. Y la palabra “suciedad” está en tres o cuatro canciones. Y sí, hay mucha contradicción e incluso hay lamentos. Lo escribí en Nueva Orleans, que es una ciudad de contradicciones, tan hermosa, tan exuberante y sana; llena de verde, de árboles, de animales; y de degradación y asesinatos y drogas y privaciones y oscuridad. Así que me gusta tu historia sobre el disco, y quiero que te empeñes en ella porque confío en los oyentes de verdad, como tú, para que me expliquen realmente qué es lo que he hecho, porque tengo que liberar mi mente del disco. Lo cerebral está muy bien, pero interfiere con lo musical. Porque mi hijo y yo quisimos esta señal solo para ponerla en nuestra vida, no necesariamente para que formara parte del núcleo de este disco solo con la claridad, pero nos encontramos con suciedad haciendo remolinos en nuestro estanque mientras buscábamos una superficie tranquila, clara, esa clase de claridad… Así que me pareció buena idea ponerle este título al disco. Pero ahora, cuando miremos la señal en nuestra cocina, nos reiremos más. Voy a adoptar esta explicación, si te parece bien.
Claro, además, en cierto sentido, “Clear Pond Road” es una declaración de esperar por algo que no está.
¡Oh, sí! Es muy frágil, con mucho amor y dulzura. Si lo vieras en una película sería una tragedia, pero que no te prepara para ello cuando se habla de verdadero amor y dureza y otra vez amor verdadero, y de pronto, el acantilado.
¿Has conseguido saber cómo tener una distancia suficiente como para desaparecer en tus canciones, o sigue habiendo un conflicto con eso?
Aún me pasa, aunque ahora lo sé y a veces consigo desaparecer por completo y no tener ningún recuerdo asociado a la canción. Aunque… estaba con un amigo en Londres, que nunca había visto a Throwing Muses. Fue hace como dos años, vino al concierto y después nos vimos y me dijo: “Odio decirlo, pero estabas despareciendo ahí arriba”. Y le dije: “Sí, estaba muy cansada, así que dejé que tocara la ‘rat girl’ que hay en mí en mi lugar, porque ella es muy buena, es mejor que yo”. Pero, bueno, ahora no me asusta el proceso. Desaparezco ocasionalmente como Kristin en las canciones mientras que aparece lo que yo llamo la “rat girl”, como artista, pero está bien. Sé que soy las dos personas, ella es más como yo y yo voy siendo más como ella.
Ahondando en esto, anunciaste que nunca más ibas a tocar “The Letter” en directo precisamente por esto. ¿Te has atrevido a tocarla otra vez?
La hice una vez con Throwing Muses porque estábamos grabando un disco en directo titulado “The Curse” y habíamos tocado dos noches con un repertorio distinto y el público había reclamado hasta cinco bises. En el último bis simplemente querían más canciones y, tras dos noches, Dave Narcizo me dijo que la única canción que no habíamos tocado era “The Letter”, así que la tuve que tocar… y la toqué… y después ya había terminado, listo, fin, no quiero crecer.
En tus canciones a veces desapareces, pero en tus libros es todo lo contrario. ¿Por qué esa contradicción?
¡Exactamente! No tengo ni idea de por qué lo hago, porque soy muy tímida, pero no creo que en los libros quiera contarlo todo, sino que quiero ser sincera. No sé si algo es verdad hasta que lo vivo, por eso escribo memorias, porque he visto lo que escribo, aunque si lees mis libros verás que no tratan normalmente sobre mí. Soy más como unos ojos que cuentan la historia que vieron.
Como una testigo.
Sí, eso mismo. Así que tampoco mi lectura revela mucho de mi espíritu. E incluso con las canciones, porque ellas mismas escogen las historias que cuentan, no me siento demasiado expuesta.
Parece que en los tiempos del sello 4AD no estabas muy de acuerdo con el trabajo para las portadas de Vaughan Oliver. Sin embargo, la portada de “Clear Pond Road” recuerda a aquella estética. ¿Por qué precisamente ahora?
Está bien eso. La verdad es que sí me gustaban las portadas finales, lo que no me gustaba eran las propuestas que me mandaba, por lo que me peleaba por las que salieron al final. Vaughan me mandaba lo que le parecía y yo siempre le decía si realmente se había escuchado el disco. No éramos tan serias ni brillantes. Es lo que le gustaba a Cocteau Twins, y me alegro mucho por ellos porque son preciosas, pero no nos representaba a nosotras. Pero esta portada no es nada más que una foto de mi cocina que hice con mi móvil, y si se ve artística me gusta, porque pensé que tenía que ser más honesta y tal vez renunciar al elemento arty para ello. Pero, para ser justa, Vaughan me llamó desde Japón una vez y me dijo: “Kristin, ¡he encontrado en qué estamos de acuerdo!”. Estaba en el estudio de pintura de un artista, Shinro Ohtake. Le dije sí y, claro, Shinro terminó haciendo las portadas de mis discos en solitario e incluso hizo la portada de mi libro “Paradoxical Undressing” (2011). Vaughan tenía razón y le debo mucho por esto.
Ha cambiado mucho la percepción del feminismo desde el principio de Throwing Muses. ¿Cómo ves que ha evolucionado en tus canciones y en cómo vives el mundo de la música?
Cuando empecé no usaba maquillaje, ni hacía dietas, ni tonteaba. Era una persona. Me cubría el cuerpo, los pechos y los músculos indicando que a los demás no se les permitía mirar ahí. Pero debía quedarme en los huesos y me preguntaba por qué. Todo el mundo tiene un cuerpo y este es sano y fuerte. Y me decían que eso no estaba de moda. Fue entonces cuando me di cuenta de que la industria de la música es moda, y eso significa que algo va a pasar de moda y va a desaparecer y se va a sustituir por otra tendencia. No se puede poner a las mujeres en categorías. Somos humanas. ¿Voy a desaparecer porque mi cuerpo no esté de moda? Y me dijeron: “Vale, nos saltamos el maquillaje y la moda y nos parece bien que tengas músculos, pero tiene que parecer que estás enamorada de la cámara”. Y yo les decía: “Pero ¿a quién le estoy hablando, de quién se supone que tengo que estar enamorada?”. Y la respuesta era: “De todos los hombres”. Y les dije que estoy casada y tengo cuatro hijos, ¿quieres que me abalance sobre todos los hombres? Y la respuesta fue: “Vale, así que eres lesbiana…”. En fin, no voy a flirtear con la cámara, eso no es música. Puedo tener el cuerpo que tenga; eso sí es música. Pero la industria musical no se ocupa de la música. Es moda, como el sonido y el aspecto. Es todo vanidad y la música parece que pertenece a eso. Era parte de ello y huir de ello se transformó en una manifestación feminista. En Estados Unidos, donde no se paga a las mujeres de manera igualitaria, esto representa aún un grave problema. Pero no es culpa de los hombres o del patriarcado que los sustenta, esa es una afirmación sexista. Y estoy en contra del sexismo. Quien tiene la culpa es quien se lleva los beneficios, que son tías y tíos. Esas personas tratan de mantener su lugar mientras que las mujeres intentamos ser seres humanos y no somos aceptadas como tales. Entonces me doy cuenta de que todo es dinero. Esas mujeres de la pantalla no están ligando con hombres, están ligando con el dinero cuando miran a la cámara. Por eso también es deshumanizador para los hombres que también lo hacen, que deberían ser respetados y no manipulados. Y es deshumanizador para las mujeres que no son respetadas y que tienen que hacer eso por culpa de otras mujeres. Así que cuando les dije a Warner Brothers que nunca iba a mirar a la cámara de esa manera o bailar en ropa interior, me dijeron: “No sabes cuántas mujeres hay esperando para hacer lo que tú no quieres hacer”. Y les dije: “Sí, pues contrata a alguna de ellas”. Y su respuesta fue: “Las contrataríamos si además te tuviéramos a ti”. Ahí fue cuando me marché porque no quería ser parte del problema, y es lo mejor que pude hacer. Así que es estupendo escuchar que hay un movimiento que avanza y que la única opción ya no es marcharse. Yo tuve que desaparecer, tuve que marcharme. No había permiso para que hubiera una mujer que simplemente fuera un ser humano. ∎