Quien no se enteró de la llegada oficial de Primavera Sound a Buenos Aires fue el clima, que trajo del pasado un frío invernal que quiso pelearle protagonismo a tres fuertes contrincantes de la noche: el polvo del suelo, el viento del río de la Plata y la actuación de Pixies. La expectativa por la tercera visita de la influyente banda estadounidense –con nuevo disco bajo el brazo recién publicado– fue más que satisfactoria.
El cierre de la jornada en el recinto de Costanera Sur, a cargo de Jack White, fue explosivo. Y antes de ellos, los locales Las Ligas Menores y la imprevisible Cat Power calentaron el ánimo del numeroso público que se acercó a Road To Primavera Sound, que también se celebró anoche, 16 de octubre, en Santiago de Chile, con idéntica representación norteamericana y Niños del Cerro como embajadores locales. Todo ello, apenas un anticipo de lo que vendrá en noviembre.
Las Ligas Menores, la última gran banda de la generación dorada del indie argentino, salió a tocar cuando la tarde todavía tenía varias horas por delante. Asumieron la tarea de estrenar el festival en tierra porteña, en el predio de Costanera Sur, al extremo de la ciudad, al borde del río. Con una buena cantidad de público, las guitarras rápidas de “El baile de Elvis” inauguraron un día histórico. También sonaron los hits más grandes de su primer disco: “Accidente”, “Renault Fuego” y “A 1200 km”, una historia de desamor en la distancia entre Buenos Aires y la provincia patagónica donde nació la cantante y compositora Anabella Cartolano. Recién llegada de su gira por México y con un tour por Argentina pendiente de arrancar, la banda que toca más de lo que graba hizo un setlist rápido y lleno de clásicos como carta de presentación para un público más amplio que el propio. Efectivos y encantadores frente a la gente que saltaba, mientras la tierra del recinto subía como una nube, dejaron para el cierre canciones más recientes, como “De la mano” e “Hice todo mal”.
“Hola mi amor, tu casa es mi casa”, dijo Chan Marshall nada más subir al escenario envuelta en un largo buzo negro, con una taza de plástico de la que colgaban dos saquitos de té. El embrujo había comenzado. Su voz, pura en un micrófono y con Auto-Tune en el otro, fue como una pócima de confusión y encanto. Cat Power paseó por todo su repertorio –y también de modo literal, entre una punta y la otra del escenario, enredándose entre los cables– haciendo versiones tan lejanas a las originales, tan pequeñas y minimalistas con su banda de tres músicos, que sonaban irreconocibles. Pese al fraseo de “New York, New York”, “Metal Heart”, “White Mustang” o la inolvidable “The Greatest” –que las transformó en los puntos más altos del concierto–, el show sonó más a estreno que a una revisión de su obra. Cuando el viento hizo chillar la estructura del escenario, Marshall se refugió entre sus músicos, tomó una copa de vino y le dio al último tramo de su actuación la profundidad de un concierto más destinado a una sala pequeña que a un festival.
La noche fue de Pixies. No dijeron ni hola ni chau, pero no importó. Fueron 90 minutos con un repertorio ajustado y lleno de hits al que los argentinos respondieron con pogo, moshpit y “olé, olé”. El grupo liderado por Frank Black tocó canciones de clásicos como “Surfer Rosa” (1988) y “Doolittle” (1989) –también del flamante “Doggerel” (2022)– con la prepotencia de una banda experimentada, cabeza de cartel y dispuesta a darle al público lo que había venido a buscar. Empezaron con su ya clásica seriedad total para terminar riendo –con pases de baile de Paz Lenchantin incluidos– y saludando al público, como en una obra de teatro. Lenchantin imanta todas las miradas y parece haber inyectado a Pixies una energía renovadora, por su calidad como bajista pero también por esa magia que a veces ocurre entre los integrantes de algunas bandas. Aunque Kim Deal es irremplazable, lo suyo es más que digno. Pixies tocó clásicos como “Caribou”, “Gigantic”, “Here Comes Your Man” y “Where Is My Mind?”, cantados tan fuerte desde abajo como arriba del enorme escenario. También disfrutamos algunas joyas como su versión de “Head On” (The Jesus & The Mary Chain), la siempre celebrada “Isla de Encanta” o “Wave Of Mutilation”. Fue un show perfecto, de profesionales, que quedará grabado entre lo mejor del Primavera Sound por estas latitudes.