Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
Durante la pandemia muchas actividades cotidianas quedaron suspendidas, con especial cuidado en las más multitudinarias. Entre ellas, las reuniones de jóvenes –y no tanto– en torno a la música con un claro objetivo: bailar. En discotecas, raves o festivales. En este contexto, Luis Costa (Barcelona, 1972) –periodista, DJ, autor de “¡Bacalao! Historia oral de la música de baile en Valencia, 1980-1995” (2016) y coautor junto a Christian Len de “Balearic. Historia oral de la cultura de club en Ibiza” (2020)–, inició la escritura de un breve tratado sobre el baile en su faceta más social, libre y hedonista, de la que él, como deja constancia en sus intervenciones en primera persona, es un apasionado.
“Dance usted. Asuntos de baile” sitúa este tipo de baile como una actividad ya habitual en culturas clásicas como la griega, y hace un breve repaso por la Antigüedad. Sin embargo, dirige el foco a la cultura de club y las subculturas juveniles que le dieron forma. La obra, que toma su título de una canción de Radio Futura, marca su origen al comienzo del siglo XX, cuando la juventud, ese impás entre la niñez y la edad adulta, comienza a entenderse como una etapa con entidad propia. ¿Y qué les gusta a los jóvenes? Bailar y provocar con sus bailes la moral adulta. Comenzando por el jazz y su predecesor el ragtime –que se bailaba con una danza llamada cakewalk que imitaba a animales salvajes– y siguiendo por la subversión histórica del swing, Costa relaciona cada baile, cada música a la que este acompaña y cada escenario en donde sucede, con un entorno político y social concreto. Mientras los nazis perseguían a los swing kids, se fraguaba el concepto “club” como lugar de reunión para disfrute y baile de la música de manera colectiva.
Hasta el auge del clubbing nacional, el libro nos pasea por Estados Unidos y Europa, localiza ciertos bailes y a sus protagonistas entre la clase obrera o en la élite cultural. Explica cómo una escena abierta e integrada por individuos pertenecientes o afines al colectivo LGTBIQ+ puede derivar en fiestas exclusivas en las que se elige quién puede asistir o quién se queda con dos palmos de narices en la puerta –el libro habla de Studio 54 en Nueva York, pero bien podríamos aplicarlo a la actual y famosa sala berlinesa Berghain– y contribuir al inicio de la “cultura VIP”.
El recorrido es ligero y ameno, no profundiza pero brinda la información necesaria para tirar del hilo de cualquier escena que llame especialmente la atención del lector. Resume y teje un esquema de la evolución del baile como expresión física y placentera de la música y trufa el relato con memorias del propio autor con las que sentirse plenamente identificado si la pasión por el baile es compartida o, al menos, con las que entender la sensación de libertad y goce que este brinda a sus fanáticos. ∎