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Jorge Martínez, orgulloso de su pasado. Foto: Sergio Albert
Jorge Martínez, orgulloso de su pasado. Foto: Sergio Albert

Entrevista

Ilegales: cuarenta años de incorrección política

La imagen de Jorge “Ilegal” Martínez va unida indefectiblemente al stick de hockey con el que se paseaba por la noche gijonesa a finales de los años 70. Superada ya con soltura la edad de jubilación, el broncas más calvo (o viceversa) del rock español sigue subido a los escenarios descargando los himnos más gamberros de un disco mítico, “Ilegales” (1982), de cuyo lanzamiento se cumplió en 2022 el cuadragésimo aniversario.

16. 01. 2023

Cuando Ilegales irrumpió en el panorama musical español a principios de los 80, todavía andábamos a vueltas con el supuesto enfrentamiento entre la vanguardia representada por los integrantes de la movida –de Alaska y Los Pegamoides a Derribos Arias, pasando por Siniestro Total o La Mode– y los representantes de un rock de influencias más clásicas en el que podríamos incluir a Leño o Ilegales con las enormes diferencias que hay entre uno y otro. Extremos, no obstante, de una misma forma de entender la música: el respeto a la tradición y al oficio de ser músico.

Ilegales, llegados desde el extrarradio, como los bárbaros del norte dispuestos a hacer trizas el Imperio Romano, se convirtieron en el gran fenómeno comercial de la época casi sin que ellos mismos supieran entender bien las causas. Ellos eran en realidad él: Jorge Martínez, cantante, guitarrista, compositor y líder de un trío que completaban en aquel momento el bajista Íñigo Ayestarán y el batería David Alonso.

El aldabonazo lo dieron directamente con un primer LP homónimo, de inolvidable e impactante portada, que estaba lleno de himnos definitorios de una época como “Tiempos nuevos, tiempos salvajes“, “Delincuente habitual“, “Problema sexual”, “¡Hola, mamoncete!” o “Heil Hitler! (en la noche alemana)”, marcados por una personalidad gamberra e insobornable. El disco cumplió cuarenta años en 2022, pero sigue sonando joven. Y Warner ha decidido reeditarlo en formato extendido con un segundo CD que incluye los tres primeros temas del grupo –“Europa ha muerto”, “Princesa equivocada” y “La fiesta”, incluidos en su momento en el recopilatorio “En la onda. 1ª muestra pop rock de Asturias” (1982), álbum compartido con los restantes finalistas del certamen: Sombrero de Copa, Rimmel y Squizo–, maquetas de otras canciones y versiones en directo realizadas en el momento más álgido de su trayectoria, la gira interminable que protagonizaron entre 1985 y 1986. Jorge repasa con nosotros la temática de aquellas primeras canciones.

Portada de Ouka Lele para “Ilegales” (1982).
Portada de Ouka Lele para “Ilegales” (1982).

¿Cuál es la historia real de la grabación y edición de “Ilegales”? Porque Paco Martín, legendario cazatalentos discográfico ya jubilado y fundador de varias compañías independientes, ha dicho en varias ocasiones que él fue el primero que lo publicó, pero también aparece por ahí el nombre de Víctor Manuel.

Nosotros ganamos un concurso de maquetas en Oviedo. Era un concurso del que nos iban a descalificar porque la cosa se torció un poco y yo destrocé una guitarra en el escenario y algunos fragmentos llegaron hasta el palco del jurado. Pero en el jurado había gente que tenía un estudio de grabación, que entendían que la nuestra era música muy del momento y que nosotros estábamos un poco adelantados a lo que iba a venir. El premio de aquel concurso era la grabación de un disco compartido entre cuatro bandas, que publicó la Sociedad Fonográfica Asturiana. Nosotros grabamos para ese disco tres canciones en siete horas, pero la gente del estudio, que era la que nos apoyó en el concurso, nos ofreció financiar un disco completo, el original de nuestro primer álbum. Con la grabación y doce mil pesetas de la época (unos 72 euros, aunque el valor de esa cantidad a cifra de hoy sería unos 340 euros) me vine a Madrid a moverla. Paco Martín lo escuchó, me dijo que le gustaba mucho y que lo iba a publicar. Él tenía un sello que en realidad no era suyo, sino de Ariola, pero Ariola no lo veía claro y Paco, que es un tipo valiente, lo editó por su cuenta, en un sello que se llamaba Hi-Fi Electrónica. Él fue el que me propuso la portada de Ouka Lele (entonces Bárbara Allende, fallecida el pasado mes de mayo, se hacía llamar así; a partir de 1999 modificaría su nombre artístico a Ouka Leele). Hasta ahí, todo bien.

“Éramos como los protagonistas de ‘La bohème’ de Charles Aznavour, gente que comíamos un día de cada dos, gente joven que nos habíamos independizado muy pronto y que, a pesar de tener una formación, en algunos casos universitaria, teníamos que buscarnos la vida cada día, unas veces dentro de la ley y otras veces no”
Jorge Martínez

¿Y cómo descubrió Paco Martín esa foto de Ouka Lele?

No lo sé. Paco tiene… ¡superpoderes! Pero Paco no llegó a publicar muchos discos y me llamaban de varias tiendas y distribuidoras, como Linacero, preguntándome cómo podían conseguir copias, porque la gente se lo estaba reclamando por toda España. Entonces la Sociedad Fonográfica Asturiana, en donde participaba Víctor Manuel, se encargó de comprar los derechos del disco. Pero Víctor, con la honestidad que lo caracteriza, en poco tiempo vio que la Sociedad Fonográfica Asturiana no iba a poder desarrollar el disco con los medios de que disponía y, como la gente lo demandaba, cedió los derechos a un sello de la CBS, Epic, para que lo desarrollara bien. Así que en cuestión de unos meses el disco llegó a publicarse en tres sellos diferentes.

¿Cuánto vendió en total?

En su momento, antes de Epic, había vendido 50.000 copias, pero vendió muchísimos más. Creo que en Epic llegó a vender 150.000 copias. Ha vendido mucho a lo largo de los años y las sucesivas reediciones.

El disco empieza con “Tiempos nuevos, tiempos salvajes”.

Yo creo que es la canción que mejor define los años 80. Estábamos en pleno desmantelamiento industrial, que se llamó “reconversión”, estábamos en el momento de los yonquis. Se dice que los 80 eran colorines y lucecitas y era así, es cierto, pero era mucho más. Lo que yo describo son los 80 reales, lo que vivía la gente. Éramos como los protagonistas de “La bohème” de Charles Aznavour, gente que comíamos un día de cada dos, gente joven que nos habíamos independizado muy pronto y que, a pesar de tener una formación, en algunos casos universitaria, teníamos que buscarnos la vida cada día, unas veces dentro de la ley y otras veces no. Esa canción y la siguiente, “Delincuente habitual”, están muy relacionadas y por eso van pegadas, porque a veces había que ir contra la ley.

Hay otra más de temática delictiva, “Me sueltan mañana”. ¿Llegaste a estar en la cárcel?

No estuve en la cárcel, estuve en el “cuartón”, que es donde pasas tres días como preventivo cuando has liado una buena por una pelea o una borrachera y había destrozos. Y a los tres días te sueltan, sin cargos o con cargos. Era, en realidad, para que te calmaras un poco.

¿Has ido a juicio en alguna ocasión?

Alguna vez, pero la única que me condenaron no tenía nada que ver con el asunto. Era por unas botellas que no había sustraído yo, pero como ese juez tenía un antiguo contencioso con mi padre quiso “vengarse” de mi padre a través de mí… Pero no pisé la cárcel, tenía que ir al juzgado cada semana a firmar. Sin embargo, por otras que lié tremendas no me comí nada de nada. Vaya lo uno por lo otro.

Incómodo, mordaz, incorrecto. Foto: Sergio Albert
Incómodo, mordaz, incorrecto. Foto: Sergio Albert

La que no imagino que hable de ti ni de coña es “Hombre solitario”, porque tú eres de los que aglutina gente a tu alrededor.

Esa canción va sobre el distinto. El que llega a la ciudad o a donde sea y se percibe como enemigo.

Que terminas definiendo como “un pobre hombre que trabajaba de peón”.

Eso ocurre en muchos pueblos y hay una especie de folclore en ello. El distinto se convierte en un chivo expiatorio. Solía suceder con alguien de raza diferente o que venía de una cultura diferente. Yo he visto cómo lo sufrían. Y en Ilegales siempre ha habido un espíritu caballeresco y he defendido a quien no podía defenderse. Desde niño me he enfrentado a eso. Yo era muy delgado, pero había crecido mucho más que otros niños y era muy nervioso y muy rápido. Y muy vehemente. Yo hice así grandes amigos, los hermanos Pardo, a los que atacaban en el colegio. Estaban en clarísima desventaja y yo puse la balanza más a su favor. Eso es lo que creo que se debería hacer con los abusones de clase. Yo me he pegado con muchos abusones y defendía así al distinto, que, en realidad, puede ser idéntico a todos, porque todos nos parecemos demasiado.

Imagino que una de las canciones más polémicas hoy sería “Heil Hitler! (en la noche alemana)”. ¿Se podrá poner ahora en las radios?

Esta canción la he explicado miles de veces: se trataba de insultar a los hippies, que se merecían muchísimo ser insultados porque se habían convertido en lo que ellos decían detestar, gente profundamente dogmática. Decían la música que había que escuchar, qué creencias políticas estaban bien, a qué religiones derivar… Un montón de tonterías. Y decidí poner juntos todos los elementos que pudieran cabrearlos, igual que alguno de los Sex Pistols se había puesto un brazalete nazi solo para molestar, solo para que no se siguiese al pie de la letra el catecismo comunista mal digerido. Así que hicimos la canción para cabrearlos. Y los cabreamos. Funcionó, porque eran tan dogmáticos que no entendían ningún tipo de chiste. Estuve de promoción en Alemania y tenían mucho interés en saber qué decía la canción y me la iban traduciendo, pero cuando se llega al verso “En la noche alemana, los judíos rezan”, se hacía el silencio… Nadie quería traducirlo, salvo Hans, uno que luego se hizo amigo nuestro. Y lo que yo venía a decirles es que los que habían matado a los judíos habían sido sus padres y abuelos, no nosotros. Nosotros no habíamos matado a ninguno. Recuerdo que los hippies también decían que había que oler un poco a sobaquina y yo, cuando tocaba en una especie de grupo sinfónico y pese a que no tenía dinero, me ponía un perfume barato. Una vez, cuando se me acabó, me compré un desinfectante para los suelos del baño y me lo puse. Y cuando llegué al local de ensayo le rocié un poco a un perro que había ahí con la mala suerte de que unas gotas le llegaron al culo y el perro se volvió loco. Mi segundo error fue calmar al perro. Ese día me echaron del grupo sinfónico.

¿La compusiste antes o después de “Matar hippies en las Cíes”, de Siniestro Total?

Antes, porque creo que la escribí en 1980 y Siniestro no debían ni de existir todavía.

“Las drogas deberían venderse en las farmacias, con control y sin envenenamientos. Y no alcanzarían precios tan altos, inasumibles de forma legal por la gente que tiene problemas de adicción. Estos dejarían de cometer delitos y la policía podría dedicarse a perseguir los grandes delitos económicos, que son los de peor especie”
Jorge Martínez

¿Pero te ha pasado algo por cantar una canción con un título tan explícito?

No, de momento no. Sí me dijeron algo por “Lavadora blues” –canción incluida en “Chicos pálidos para la máquina” (Hispavox, 1988), con esos versos que dicen: “Te daré un consejo / Por si te sirve alguna vez / Compra una lavadora Phillips / O corta el cuello a tu mujer”–, aunque en la cultura blues era casi siempre la mujer la que terminaba matando al hombre, porque tenían la polla muy larga y se corrían aventuras con una frecuencia que ellas no estaban dispuestas a tolerar. Muchos bluesmen han desaparecido así.

Entre los temas inevitables en tu repertorio está “Problema sexual”.

La ideé en la época de la liberación sexual, cuando se pusieron de moda las orgías. En una de esas había un argentino que no callaba ni paraba de filosofar sobre “el problema sexual”. Yo estaba hasta los huevos de oírle: “¿Dónde estaba el problema sexual?”. Acabábamos de copular –muy felizmente, por cierto– y él no paraba de darnos la pelma y escribí la canción esa noche. Al rato me fui con una de las chicas a la playa de Gijón, al muro, junto a La Escalerona, y la chica hacía unos aviones de papel cojonudos, mucho mejores que los míos, que también los hacía bien. Los suyos se mantenían en el aire de una forma inverosímil; era maravilloso, había magia. Y la magia de la noche se acabó cuando fuimos a una churrería a desayunar en la que había una gran cola de gente y vimos que el churrero se rascaba con frecuencia el culo y tenía manchado de harina todo el culo de los pantalones.

¿Qué nos puedes contar de “¡Hola, mamoncete!”?

Es una gloriosa tontería que describe a un vendedor de drogas del momento. Un tipo en concreto, buena gente, un comerciante como otros, solo que clandestino. Pero siempre vendía cosas de calidad, no voy a decir que inocuas, pero sí menos dañinas que otras: nunca vendió heroína. Y lo vendía todo a un precio aceptable. Era un tipo que tenía buena fama.

Imagino que tú eres partidario de la legalización.

¡Por supuesto! Fíjate lo que provocó, el nicho que abrió, la prohibición de las anfetaminas, que yo creo que sucedió por desconocimiento. Inmediatamente después de que se prohibieran las dexedrinas, las centraminas y demás, en los años 70, comenzó a producirse el boom de la heroína y la cocaína. Coincide totalmente. Y estas últimas son bastante más dañinas y además no se sabe qué es lo que se está metiendo la gente. Las drogas deberían venderse en las farmacias, con control y sin envenenamientos. Y no alcanzarían precios tan altos, inasumibles de forma legal por la gente que tiene problemas de adicción. Estos dejarían de cometer delitos y la policía podría dedicarse a perseguir los grandes delitos económicos, que son los de peor especie.

Tú si has vivido en tu grupo el problema de trabajar con gente adicta.

Sí. La heroína es lo peor. Yo he consumido anfetaminas y cocaína, pero heroína nunca. Yo me he metido cocaína de muy alta calidad con un broker en Nueva York. En Wall Street hay muchos camellos.

Cuarenta años no son nada. Foto: Sergio Albert
Cuarenta años no son nada. Foto: Sergio Albert

Hablemos de “No me acaricies el pelo”. ¿Te generó algún tipo de trauma o inseguridad el ir quedándote sin pelo siendo todavía un chaval?

¡De ninguna manera! Siempre tuve vocación de calvo. Ir a la peluquería era una tortura y recuerdo que gritaba: “¡Quiero ser calvo!”. Pues lo he conseguido. También quería ser marciano y Buenafuente dice que también lo he conseguido. La canción describe una relación que tenía entonces, que estaba en estado de descomposición casi desde el primer día.

“Caramelos podridos” trata también de “chicas pegajosas”, imagino que relaciones sin futuro.

La canción describe el ambiente del sábado. Y que las pegajosas son en realidad las copas que te has tomado. No puedes quitártelas de encima y sigues tomando copas. Y quedando fatal en todos los sitios.

“La casa del misterio” es una de tus canciones más abierta a interpretaciones.

Efectivamente. Es una canción que propone otro tiempo y otro espacio. Es surrealista. Es más sentirse dentro de la nube que algo que pueda describir. Y prefiero dejarlo así para no disipar ni arrebatar las posibilidades de imaginar del oyente y sumergirse en la propia canción.

“Yo soy quien espía los juegos de los niños” es inquietante.

Es una canción profética y onírica. Describe un mundo presente que se prolonga en el futuro. Es alarmante. “Diez mil obreros en paro esperan / en la plataforma de suicidio colectivo”. En realidad casi se ha hecho que se suiciden a las bravas, no de manera voluntaria.

“Ilegales se merecía este disco, estas ediciones de lujo. Estas cosas hay que ponerlas en valor. Fuimos un grupo que hicimos trescientos y pico conciertos al año durante varios años consecutivos. Hemos sido un grupo incómodo al que se ha tratado de silenciar”
Joge Martínez

En el segundo disco que incluye esta reedición de aniversario aparecen canciones que habían sido parte de aquel álbum compartido anterior, como “Europa ha muerto”.

A Europa la ha resucitado Putin. Putin es muy peligroso. Yo creo que se cree Catalina de Rusia. Creo que de noche se pone la corona y el vestido de Catalina y se pasea así por el Kremlin. Tiene una mentalidad imperial que lo puede incitar a una expansión constante. ¿Que necesitamos un enemigo? Lo tenemos. Y tenemos también a China. Y a Estados Unidos como enemigo comercial. Europa se ha disgregado. Hay costumbres muy europeas en otros países de América o de Asia. Es como si Europa hubiese hecho explosión y los fragmentos hubiesen caído por allí. Europa ha tenido la mala fortuna de ser campo de batalla en numerosas ocasiones. Desde siempre. Las guerras las provocaban los propios europeos, pero ahora puede que empiecen a llegar importadas. ¡No sé lo que va a pasar! Pero, como suele suceder, las amenazas externas provocan cohesión y eso se está viendo ahora. ¿Cuándo desaparecen las culturas? ¿Cuándo se diluyen? Cuando deja de ser necesario mantenerlas rígidamente. Cuando deja de ser necesario educar a los jóvenes rígidamente. Esparta se diluye cuando ya no sufren la presión de Oriente y empiezan a hacer negocios con los romanos y otras civilizaciones. Ahora Europa está sufriendo una presión bélica y económica de otros estados ajenos a la propia Europa y eso puede cohesionarla. Yo soy ictiólogo y entomólogo aficionado. ¿Qué pasa con las especies de peces gregarios? Cuando los pones en acuarios en los que no tienen peligros –es decir, especies que puedan atacarlos–, acaban enfrentándose y matándose entre ellos. Es lo que pasa, por ejemplo, con el pez tetra neón. En cambio, si los pones con algún pez que los inquiete, el cardumen se comporta bien y se mantiene unido. Expuestos a un peligro se mantienen con vida todos, pero si los dejas solos se matan entre ellos.

El enorme resto de material que forma parte del segundo CD, ¿cómo lo has elegido?

Son maquetas y material grabado en directo que no suena tan bien y que he dejado así, sin arreglar, en crudo, pero que tiene esa cosa que solo tiene el rock. Suenan a chatarra, pero tienen algo. Como la versión más punk de “Europa ha muerto”, que vale la pena escuchar. O el “Heil Hitler!” acelerado, con ese ritmo que solo puede imprimir el consumo de anfetaminas. Yo solo he encontrado algo similar en alguna grabación pirata de Iggy Pop o gente así. O incluso en alguna grabación de los Beatles. De los Rolling Stones, curiosamente, no.

Imagino que por una parte sientes orgullo de que cuarenta años después este disco sea mítico y estas canciones sigan vivas entre la gente, pero ¿qué sientes al comprobar que el público no reclame tanto tus canciones más recientes?

Acabo de hablar de los Rolling Stones: estos no pueden sustraerse al fervor que provoca “(I Can’t Get No) Satisfaction” o “Jumpin’ Jack Flash” aunque hayan hecho grandes canciones después, como las de “Sticky Fingers” (1971). Cabrea un poco, pero Ilegales se merecía este disco, estas ediciones de lujo. Estas cosas hay que ponerlas en valor. Fuimos un grupo que hicimos trescientos y pico conciertos al año durante varios años consecutivos. Hemos sido un grupo incómodo al que se ha tratado de silenciar.

Cuarenta años después, ¿cómo han cambiado los tiempos?

La naturaleza humana sigue siendo la misma. Yo creo que no ha cambiado desde hace cinco mil años. O puede que muchos más. Antes vete tú a saber qué se tomarían. ∎

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