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Película

Bros. Más que amigos

Nicholas Stoller

Por Quim Casas

28. 10. 2022

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En 2007, con “Lío embarazoso”, Judd Apatow encajó su modelo de comedia romántico-peterpanesca en el molde de las comedias sexuales protagonizadas por Doris Day y Rock Hudson en los primeros años 60. Quince años después, ahora solo como productor, Apatow lleva el esquema habitual de las comedias románticas heterosexuales –y su estructura del boy meets girl– a una historia de amor gay. Cambian la identidad y comportamiento sexual y los gustos, hábitos y relaciones, pero el recorrido, preñado de un romanticismo dulzón, es similar, lo que me parece por un lado algo reduccionista, pero por el otro es una forma tan buena como cualquiera de integración a partir de la diferencia. ¿Por qué una comedia gay tiene que ser diferente de una comedia hetero según los mecanismos de un determinado cine seudoindependiente estadounidense?, parece preguntarnos Apatow desde las imágenes del filme.

Pero “Bros” (2022) –olvidemos la absurda apostilla que le han puesto aquí, “Más que amigos”– está construida también a partir de la reivindicación permanente. En internet puede encontrarse esta frase lanzada hace ya tiempo por Billy Eichner, protagonista, coguionista y productor del filme: “A los actores gais casi nunca se les permite interpretar a nuestros propios iconos gay. Harvey Milk, Freddie Mercury, Elton John… ¿Dónde están los actores gais? Y no es para quitarle mérito a esas interpretaciones, todas excelentes. Pero ¿por qué no podemos contar nuestras propias historias? Tengo muchos amigos que son actores abiertamente gais en Hollywood. Muchos de nosotros tenemos éxito y nos hemos labrado carreras encantadoras en distintos grados. Pero cuando se trata de un proyecto ambicioso sobre un icono gay, nos encanta el espectáculo de premiar a un actor heterosexual por ‘transformarse’ en una persona gay”.

Esta frase, sintetizada y destilada, se repite en un diálogo de la película, de la misma manera que hay varios gags relacionados con una cadena televisiva con contenido gay que estrena títulos imaginarios como “Navidades con cualquiera”, el primer filme bisexual navideño. Es verdad que en los casos a los que alude Eichner se impuso la lógica del mercado hollywoodiense, ya que “Mi nombre es Harvey Milk” (Gus Van Sant, 2008) la dirigió un cineasta homosexual, pero el coste de la producción condicionó que su protagonista fuera una “estrella” heterosexual, Sean Penn. También es gay Bryan Singer, el director que inició el biopic de Freddie Mercury, “Bohemian Rhapsody” (2018), pero no lo es Dexter Fletcher, el que lo concluyó y también dirigió el filme sobre Elton John, “Rocketman” (2019).

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Este es el mismo caso de “Bros”. Su director, Nicholas Stoller, es hetero y su carrera está marcada por el tipo de comedia sobre relaciones heterosexuales que ha triunfado en las dos últimas décadas: “Paso de ti” (2008), “Todo sobre mi desmadre” (2010), “Eternamente comprometidos” (2012), “Malditos vecinos” (2014) y “Malditos vecinos 2” (2016). Todas ellas, al servicio de la santa tríada masculina de la comedia bárbara estadounidense: Jason Segel –también guionista– en la primera y tercera, Jonah Hill en la segunda y Seth Rogen en la cuarta y quinta. Eichner reivindica que los personajes gais de una película, principales o secundarios, estén interpretados por actores gay, pero… ¿qué ocurre con el director? A no ser que se trate de un simple y cumplidor asalariado al que le da igual rodar un filme de gladiadores que un melodrama sobre conflictos familiares, el realizador de una película es quien detenta su puesta en escena. Y la puesta en escena también resulta fundamental para esquivar o subvertir los clichés del cine hetero dominante incorporados al cine sexualmente no normativo. Tampoco Apatow es homosexual y esta película le pertenece tanto a él como a Eichner y Stoller.

Bobby, el protagonista de “Bros”, se define en la primera secuencia como un hombre cis, blanco y gay. Dirige un pódcast de cierto éxito, es miembro del consejo de dirección de un museo de historia LGTBIQ+ en Nueva York, está obsesionado en demostrar que Abraham Lincoln era gay –aunque los demás miembros del museo le aseguran que el presidente fue bisexual– y confiesa que lleva una vida romántica de soltero hecha de polvos incómodos con desconocidos y charlas con amigos con los que nunca se acostaría. Como tantos otros personajes gais de la comedia romántica hollywoodiense de los últimos tiempos, tiene referentes cinéfilos muy hetero porque no hay equivalentes gais: “Tienes un e-mail” (Nora Ephron, 1998) o “Cuando Harry encontró a Sally” (Rob Reiner, 1989). Algunas tradiciones no varían. En “Algo para recordar” (Nora Ephron, 1993), su protagonista femenina, Meg Ryan, lloraba como una magdalena viendo por televisión “Tú y yo” (1957), el influyente melodrama de Leo McCarey. Ahora Eichner/Bobby llora viendo a la misma Ryan en “Tienes un e-mail”, también coprotagonizada por Tom Hanks; Ryan y Hanks fueron la pareja romántica de los 90 que servía tanto para disquisiciones homo como hetero.

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Aaron (Luke Macfarlane) es todo lo contrario, como mandan los cánones de cualquier comedia romántica desde los lejanos tiempos de la screwball comedy, mucho más subversiva en materia sexual. Trabaja de albacea testamentario, procede de una localidad rural, exhibe cuerpazo desnudo en las discotecas de ambiente y tiene como referente musical a… ¡Garth Brooks! Como ocurría en “La fiera de mi niña” (Howard Hawks, 1938), título medular de aquellas comedias sobre la batalla de sexos del Hollywood clásico, “Bros” se dedica a trazar obstáculos sin fin hasta que los dos personajes acaban juntos. Chico (Bobby) encuentra chico (Aaron). Chico pierde chico. Chico recupera chico en una escena final que Stoller, Apatow y Eichner, en el orden que sea, plantean más cerca de los finales de las comedias rosadas de Day y Hudson que de las virulentas de Cary Grant y Katharine Hepburn.

En el fondo, todo se reduce a esta frase de Bobby: “No quiero querer tanto a alguien”. Miedo al compromiso. Pavor a perder la libertad. Pero el amor triunfa, claro. Por el camino, en el filme, quedan reivindicaciones –hacia las mujeres trans racializadas o a la necesidad de una educación en las escuelas de primaria que no invisibilice la homosexualidad–, certezas –los filmes gais siempre tienen un final deprimente porque a los heteros les gusta verlos sufrir–, homenajes –aparece Harvey Fierstein, autor y protagonista de “Trilogía de Nueva York” (Paul Bogart, 1988), filme canónico sobre una drag queen–, un exceso de repeticiones –se vuelve sobre el tema de los personajes gay encarnados por actores heterosexuales cuando van a ver una película sobre dos colonos homosexuales en plena fiebre del oro interpretada por dos candidatos hetero al Óscar– y guiños al televisivo ‘Saturday Night Live’ y la franquicia “Noche en el museo”. ∎

Amor y humor.
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