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Por María Adell→
31. 05. 2023
La casualidad ha provocado que dos series fundamentales de los últimos años hayan finalizado su recorrido con escasos días de diferencia. “Succession” (Jesse Armstrong, 2018-2023) clausuraba su temporada final esta misma semana, mientras que “La maravillosa Sra. Maisel” (2017-2023), que narra la lucha de Midge Maisel (Rachel Brosnahan), una joven ama de casa judía, por convertirse en estrella del stand up en la Nueva York de finales de los cincuenta, estrenaba el último episodio de su quinta y definitiva temporada unos días antes.
Son series muy distintas conectadas sutilmente por ciertas características comunes: la habilidad de sus guionistas para repartir equitativamente el foco de atención entre un reparto coral sustentado en un prodigioso ensemble cast; la fe absoluta en el diálogo (mordaz, vertiginoso, endiablado) y en la palabra como eje vertebrador del armazón dramático de cada una de ellas (también como elemento definitorio de sus deslenguados protagonistas, aquejados todos ellos de incontinencia verbal); el hecho de que, en definitiva, ambas son obras de altos vuelos asentadas sobre un denominador común, las fricciones entre vida personal y laboral, sobre la fractura entre las obligaciones familiares y la ambición profesional.
Las posibles similitudes acaban ahí, ya que “La maravillosa Sra. Maisel” es, como afirmaba Laura Fernández en un artículo reciente en ‘El País’, una auténtica rara avis en la ficción serial contemporánea. Una serie absolutamente a contracorriente, en primer lugar, por su rechazo del cinismo imperante en otras producciones, por el amor incondicional hacia sus personajes y por la construcción de un universo propio que flirtea con la fantasía utópica. En segundo lugar, por una libérrima estructura narrativa que combina (al límite y sin red) múltiples tramas argumentales y que, en cada temporada, nos ha sorprendido desplegando y ampliando el universo creado originalmente en la primera hasta límites insospechados: de los barrios neoyorquinos del Upper West Side y el Soho a un campamento de verano en los Catskills o a París. Pese a todo ello, nada nos preparaba para la exuberancia narrativa, desbordante, de esta quinta temporada, un final pluscuamperfecto para una serie importante.
Si, como decíamos, Amy Sherman-Palladino ha tendido, a lo largo de cuatro temporadas, a expandir el delimitado universo establecido al inicio de la serie, en esta quinta la ampliación no solo ha sido espacial –del Nueva York de los sesenta a un…¡kibutz en el Israel de los ochenta!–, sino también temporal. Es una decisión fundamental, que permite a Sherman-Palladino desplegar su talento para la construcción de narrativas fractales, de rompecabezas vertiginosos como “El home-frito”, uno de los mejores episodios de esta última temporada y un auténtico (y literal) homenaje a la otra gran protagonista de la serie, Susie Myerson (Alex Borstein), y, por extensión, a esa figura en la sombra absolutamente vital en la creación de toda estrella de la comedia: su agente.
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