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Periodista de fondo. Foto: Phil Montgomery
Periodista de fondo. Foto: Phil Montgomery

Entrevista

Los doce del patíbulo de Patrick Radden Keefe

El periodista estadounidense Patrick Radden Keefe recopila en “Maleantes” una docena de perfiles y retratos de estafadores, asesinos y villanos de carne y hueso como “El Chapo” Guzmán, Monzer al-Kassar y Willem Holleeder. “La mayoría de villanos nunca se ven como tal; suelen pensar que son héroes”, asegura.

28. 06. 2023

Antes, mucho antes de convertirse en uno de los periodistas estrella de ‘The New Yorker’, en el gran mago de la no ficción contemporánea, Patrick Radden Keefe (Boston, 1976), azote de la detestable familia Sackler y envidia de plumillas de todo el orbe, trabajó una temporada, qué remedio, como guionista. Siendo poco más que un crío, explica el estadounidense, ya tenía claro que de mayor quería escribir en esa asombrosa y fascinante revista que leía en la biblioteca de su instituto. “El formato de esos artículos era apasionante. Era muy distinto a lo que había leído hasta entonces”, recuerda.

Las cosas, sin embargo, no fueron tan fáciles como se imaginaba. Al menos al principio. “No sé si se ve, pero ahí detrás tengo colgada una carta de rechazo”, nos dice Radden Keffe mientras señala un diminuto punto de la pared de su apartamento neoyorquino. Es un jueves de mediados de junio y, al otro lado de la pantalla, el autor de “No digas nada” (“Say Nothing”, 2019; Reservoir Books, 2020) y “El imperio del dolor” (“Empire Of Pain”, 2021; Reservoir Books, 2021) atiende vía Zoom a una quincena larga de periodistas. “Tardé siete años en tener la oportunidad de escribir para ellos”, añade.

Así que, mientras coleccionaba portazos y cartas de rechazo, el futuro reportero se ganaba la vida como podía y, entre otras cosas, escribía guiones. Para Hollywood, sí. Fue en aquella época, asegura, cuando le dieron un consejo que ha guardado desde entonces como oro en paño. “Siempre decían que, a la hora de escribir una historia, el villano jamás debería pensar que es el malo de la película. La mayoría de villanos nunca se ven como tal; suelen pensar que son héroes, por lo que su percepción de la realidad es muy distinta”, asegura el periodista estadounidense.

“Me interesan muchísimo los motivos por los que la gente actúa mal y también me interesan las historias que luego cuentan, que se cuentan a ellos mismos y a los demás”

Más de dos décadas después, ese cóctel de autoengaño y ambigüedad moral, de maldades disimuladas bajo las más variadas máscaras, es el pegamento que une todas las historias de “Maleantes. Historias reales de estafadores, asesinos, rebeldes e impostores” (“Rogues. True Stories Of Grifters, Killers, Rebels And Crooks”, 2022; Reservoir Books, 2023), una colección de retratos y perfiles de lo que el propio Radden Keffe presenta como “personas que tienen un cierto carisma y que intentan muchas veces doblegar el mundo para cumplir sus propios deseos”. Elegante manera, sí señor, de introducir a una docena de estafadores, asesinos, truhanes y, en fin, gente despreciable a casi todos los niveles imaginables. “Me interesan muchísimo los motivos por los que la gente actúa mal y también me interesan las historias que luego cuentan, que se cuentan a ellos mismos y a los demás”, sostiene. “Uno de mis grandes temas, esos a los que siempre regreso, es el autoengaño. Te levantas una mañana, te miras en el espejo y quieres decirte a ti mismo que en general eres una persona decente, que haces las cosas bien y tomas buenas decisiones, pero seguramente tú sabrás que hay ciertas cosas en las que no eres así. Y la pregunta es, claro, ¿qué historia te cuentas a ti mismo sobre la persona que eres y la vida que tienes?”.

La respuesta cambia sustancialmente si quien tiene que responderla es el traficante de armas Monzer al-Kassar; la abogada del diablo (literalmente: sus clientes suelen ser de lo peorcito de la especie humana) Judy Clarke; el turbonarcotraficante Joaquín “Chapo” Guzmán; el gánster holandés Willem Holleeder; o, vade retro, el productor televisivo Mark Burnett, culpable de reflotar la imagen de Donald Trump con ‘'The Apprentice” (2004-2017). “Lo que intento hacer es entender cómo se ven ellos a sí mismos. Y con eso no estoy diciendo que no les juzgue ni que justifique sus acciones, pero tampoco soy sacerdote, no soy predicador”, reflexiona. Y sigue: “Creo que hay cierta vanidad moral muy reconfortante en analizar el caso de alguien que roba, miente, engaña o asesina y pensar que son casi como una especie distinta. Y esto para mí es otra forma de negación. Así que las preguntas aún más difíciles son: ¿cómo se entiende a estas personas?,  ¿qué cosas tienen en común contigo?, ¿cómo empiezan a desviarse del camino convencional?”, se cuestiona.

Y lo hace incluso a riesgo de que le afeen cierta empatía, que no simpatía, con el mal. “Hay gente que critica mi obra porque, dicen, humanizo demasiado a los malos; intento verlos como seres humanos”, explica. Le ocurrió, por ejemplo, con Monzer al-Kassar, el “Príncipe de Marbella”. “Cuando entrevisté a su hija me explicó que mientras su padre estaba detenido en Nueva York esperando a ser juzgado, quedó con ella a una hora concreta del día para poder verse a través de la ventana de la celda. Ella esperó en la calle y él saltó en la celda para que le viera la cara solo un momento”, relata. “Yo creo que él es una persona horrible, responsable de delitos atroces, pero es una historia muy conmovedora. Y creo que es adecuado contarla en el contexto de un reportaje en el que él evidentemente aparece como el maleante que es”.

Patrick Radden Keefe, en Barcelona, en 2021. Foto: Albert Llop / NurPhoto (Getty Images)
Patrick Radden Keefe, en Barcelona, en 2021. Foto: Albert Llop / NurPhoto (Getty Images)

Una llamada del señor de la droga

También a “El Chapo” Guzmán lo retrató en 2014 como a un despiadado y sanguinario señor de la droga, pero nada de eso evitó que el abogado de la familia Guzmán contactase con él con una oferta que, Vito Corleone style, no podría rechazar. O tal vez sí.

– El Señor está preparado para escribir sus memorias -le dijo el abogado.
– Bueno. Me encantaría leer ese libro -respondió Radden Keefe.
– Pero, señor, ¿le gustaría escribirlo?

Y se acabó. “Confieso que cuando me propusieron por primera vez la oportunidad de escribir anónimamente las memorias del ‘Chapo’, la consideré en serio por unos instantes (…). Pero antes de colgar el teléfono aquel día, ya había declinado la oferta. Guzmán era responsable, directa e indirectamente, de miles de asesinatos, quizá decenas de miles”, explica en el prólogo de “Maleantes”. Ahí están, concentradas en unas pocas líneas, algunas de las principales preocupaciones de Radden Keefe: delincuencia, corrupción, secretos y mentiras “y la membrana permeable que separa los mundos lícitos e ilícitos”.

Las ideas, asegura, suelen ser cosa suya, pero no siempre: a punto estuvo de rechazar la oportunidad de escribir el reportaje “Una escopeta cargada” (publicado en ‘The New Yorker’ en 2013) porque, dice, “la psicología de alguien que protagoniza un tiroteo” no le resultaba interesante. Lo que no sabía Radden Keefe (y sí su editor) era que detrás de lo que parecía otro tiroteo múltiple estaba Amy Bishop, una profesora de Biología con un doctorado en Harvard que, años antes de asesinar a tiros a tres compañeros de claustro y disparar a otros tres, ya había matado a su hermano con una escopeta. “Fue una de esas historias que mi editor me sirvió en bandeja”, reconoce.

El resto, añade, es un cóctel de aportaciones propias e ideas prestadas (dos tercios de lo primero; uno de lo segundo, puntualiza) que reúne piezas aparecidas en ‘The New Yorker’ entre 2007 y 2018. Una década larga de actividad profesional que abre el falsificador de vinos Hardy Rodenstock y cierra Anthony Bourdain, chef y rock’n’roll star que se quitó la vida en 2018, meses después de que Radden Keefe publicase (sin relación causa-efecto alguna) el sensacional perfil “El chef itinerante. El banquete móvil de Anthony Bourdain”. “No era un delincuente, pero sí alguien a quien admiré y conocí. Estuve un año escribiendo sobre él. Y es curioso, porque a pesar de no ser un maleante, le gustaba considerarse un forajido, alguien fuera de la ley. Jamás había conocido a alguien como él”, recuerda.

“Lo que me preocupa es un futuro en el que la gente quiera leer este tipo de historias pero no quiera gastar dinero en ellas. La gente quiere leer gratis, así que al final tienes historias largas pero que ya no tendrán el mismo valor nutricional”

Periodismo en peligro de extinción

El de Bourdain es, además, un ejemplo perfecto de cómo trabaja Radden Keefe: entrevista en Hanoi, seguimiento de cerca de la grabación de “Parts Unknown” (2013-2018), el programa en que el chef trabajaba en ese momento, múltiples testimonios, reencuentro en Nueva York… “He dedicado meses y meses a las historias que aparecen en el libro. Para un artículo quizá he hablado con cincuenta personas y luego he tenido que digerir miles de páginas de documentos. Lo que se lee al final es la destilación de toda la investigación”, confiesa. Una auténtica rareza en estos tiempos de prisas para todo y precariedad al por mayor. “Lo que me preocupa es un futuro en el que la gente quiera leer este tipo de historias pero no quiera gastar dinero en ellas. La gente quiere leer gratis, así que al final tienes historias largas pero que ya no tendrán el mismo valor nutricional”, explica un autor que se sabe un privilegiado, acaso el último periodista con barra libre de tiempo y presupuesto. “Yo escribo pocos artículos al año, a veces solo uno. Ahora mismo estoy terminando una pieza en la que empecé a trabajar en verano del año pasado. Y si tengo que viajar, puedo hacerlo. Le digo a mis editores: ‘Tengo una entrevista en París’. Y me dicen: ‘Súbete a un avión y ve’”.

Será que en ‘The New Yorker’ saben que casi todo lo que toca Radden Keefe se acaba convirtiendo en oro: ocurrió con “No digas nada” y “El imperio del dolor”, libros nacidos a partir de sendos artículos publicados en la revista, y ocurrirá probablemente con lo quiera que tenga entre manos. ¿O no? “Estoy buscando el tema para el próximo libro y me está costando”, reconoce. Normal. “El imperio del dolor”, intrahistoria de la epidemia de opiáceos que asola Estados Unidos, lo tenía todo. “Era algo del momento, acuciante, con mucho en juego. También había mucho drama, grandes personajes y una historia interesante”, relata. Lo mismo con “No digas nada”, su apasionante crónica del conflicto norirlandés. “Cuando escribía el libro pensaba que tenía mucha suerte, porque ahí estaban todos los ingredientes. Si no era bueno, sería porque yo lo había fastidiado”, evoca. En breve, desvela, tendrá listo un reportaje sobre uno de los mayores marchantes de arte del mundo, pero el libro se le sigue resistiendo. O eso dice. “Estoy intentando encontrar algo que sea igual de bueno, pero no es fácil. Así que si tenéis alguna buena idea, ya sabéis dónde estoy”, desliza justo antes de despedirse. ∎

Reales como la vida misma

PATRICK RADDEN KEEFE
“Maleantes. Historias reales de estafadores, asesinos, rebeldes e impostores”
(Reservoir Books, 2023)

No es, a diferencia de lo que ocurría con “No digas nada” (2019) y “El imperio del dolor” (2021), un libro de creación, pero incluso en la recopilación de textos ya publicados (entre 2007 y 2018) se crece Patrick Radden Keefe. Será que, cuando la materia prima es buena, poco se puede objetar. Y lo que maneja el estadounidense es, sin duda, material periodístico de primera. Personajes turbios, villanos de manual a los que el reportero exprime en busca de matices. No hay comprensión, pero sí cierta empatía e infinidad de grises. Crimen, castigo y lo que el autor bautiza como “el carácter escurridizo de la ética situacional”. Un millonario acusado de enriquecerse vendiendo falsificaciones de vinos extrañísimos a otros multimillonarios; un gánster que secuestró al dueño de Heineken y a quien su propia hermana delató; un ejecutivo de fondos de alto riesgo encarcelado por fraude; un técnico informático cargado de secretos de la banca suiza… Como los Sackler, archivillanos de “El imperio del dolor”, también los protagonistas de “Maleantes” parecen como salidos de una novela de Saul Bellow. El problema, claro, es que son reales. Malvados de carne y hueso a los que Radden Keefe va añadiendo capas de complejidad para firmar otro ejercicio de periodismo de altos vuelos. ∎

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