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Serie

Soy virgo

Boots Riley

(miniserie, Prime Video)

Por Anton Casas

27. 07. 2023

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La propaganda toma muchas formas, por no decir que todo arte, de algún modo u otro, es propaganda. Si surge de la mente de Boots Riley, eso sí, entrará mucho mejor. El activista y líder de la banda de hip hop The Coup lleva tres décadas demostrando, a través de sus letras, que la unión de la convicción política con el acto creativo (no siempre fácil, no siempre lograda) es posible. Ahora lo hace mediante el formato televisivo, después de su primera incursión tras las cámaras en 2018 con “Sorry To Bother You”, inclasificable película que reservaba su componente más desquiciadamente fantástico para el último tramo.

En “Soy virgo” (2023), en cambio, la fantasía (en todas sus acepciones) queda revelada desde el primer momento: una mujer sujeta en brazos a un bebé que sobrepasa toda proporción imaginable. En lo que dura una escena de montaje vemos como la criatura crece hasta tener 19 años y sus correspondientes metros de altura: en su caso, cuatro. Un gigante. Cootie. Criado por sus tíos, escondido de la sociedad en su particular mito de la caverna a base de cómics, videojuegos, telebasura, publicidad y series de animación. A base, por tanto, del batiburrillo de ideologías subyacentes en todos ellos. La percepción del mundo y del comportamiento humano construidos a partir de la lectura o el visionado de ficciones. Hay algo de quijotesco en Cootie, salvo que es él quien desborda los límites de una realidad que, como descubrirá al salir al exterior, guarda otro tipo de “deformaciones”: las sociales y políticas.

Su aventura consiste en vivir por primera vez todo aquello que se le había vendido: en comer la comida basura hasta ahora prohibida, hacer amigos, enamorarse, ganar dinero o, simplemente, escuchar un buen bajo. También en conocer la verdadera cara de su ídolo: el Héroe de los cómics que lleva leyendo desde pequeño, un autor que decidió encarnar su propio personaje, convirtiéndose así en una especie de “vigilante” del sistema. Durante sus compases iniciales, la serie disemina irremediablemente motivos propios del coming of age: la primera experiencia sexual, resuelta en una escena memorable, por singular y divertida pero, sobre todo, por empática; los malos-buenos consejos de los amigos, flotando en humo de comedia stoner; o el gag con la colonia Paco Rabanne del padre, con jingle incluido. Pero enseguida se advierte su vocación de sátira tanto del capitalismo como del género de superhéroes, presentado como patriótico hijo de una concepción fantástica, por idealizada, del neoliberalismo, encarnada por el Héroe y por la deconstrucción (voluntaria, revolucionaria) de Cootie como el villano mediático de esta historieta. La premisa encaja bien en este contexto, al fin y al cabo, ¿no son los relatos de orígenes superheroicos bildungsromans con capa?

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Cualquier intento de descripción del estilo con que Riley envuelve todo este entramado no terminaría de hacerle justicia: ¿Michel Gondry filmando su versión de “Kick-Ass” (Matthew Vaugh, 2010) bajo el influjo de Funkadelic? ¿“Legión” (Noah Hawley, 2017-2019) pasada por una reescritura explícitamente marxista? ¿Un mashup de “Atlanta” (Donald Gover, 2016-2022) y “The Boys” (Eric Kripke, 2019-)? ¿Una fábula con el corazón de Roald Dahl pero la mirada de Spike Lee? Reminiscencias válidas pero insuficientes para una obra que tiene la mejor forma de transición entre escenas vista en tiempo –un running gag con los cortes de luz de la empresa eléctrica–, homenajea los tatuajes de “La noche del cazador” (Charles Laughton, 1955), incluye una voz de IA que emula a Bill Cosby, encoge a todos los vecinos de un barrio como una especie de metáfora de la gentrificación o convoca tanto a David Foster Wallace –vía la serie de animación dentro de la propia serie, un cartoon de tono nihilista del que se prohibió un episodio porque su emisión “provocó colapsos existenciales”– como a la máscara de cristales usada por Kanye West en su “Yeezus Tour”.

Una serie que brinda a la mejor “superheroína” del momento, Flora, la joven de la que Cootie se enamora, cuya percepción del tiempo es más lenta y por lo tanto a ojos del resto se mueve con hipervelocidad. Al menos cuando no traduce su ritmo para adaptarse al de los demás. Una cuestión de percepción que la serie explota en varios sentidos: la percepción entre poder y discapacidad, entre legalidad e ilegalidad, entre héroe y villano, mesías y monstruo. La percepción, en definitiva, de la realidad que, como decíamos, crean las ficciones colando de forma más o menos oculta ideologías y maneras de ver el mundo.

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Del mismo modo que el Héroe reconoce que sus cómics son propaganda, que él mismo es propaganda, Boots Riley, comunista confeso –“Until all are fed and all have beds, my skin is black and my star is red”, rapea en “Promenade”–, no esconde la vertiente ideológica de sus creaciones. Entre muchas otras cosas, “Soy virgo” también es, en efecto, propaganda. Lo es, sobre todo, cuando hace uso del poder de la palabra mediante el personaje de Jones, activista comunista cuyo poder es literalmente la oratoria. En un par de momentos de “teatro psíquico” –el despliegue visual compensa la saturación textual–, Jones-Riley nos ilustra sobre las paradojas que entraña el fenómeno de “la crisis del capitalismo”, denunciando la desigualdad de clases y, en última instancia, incitando a la revolución, a la huelga general, haciendo ver a la gente que tiene más poder del que realmente cree tener.

Justo ahora que los sindicatos de guionistas y de actores en Estados Unidos se han declarado en huelga, cabe preguntarse dónde estaba la representación de esta herramienta de los trabajadores en las ficciones audiovisuales norteamericanas de los últimos tiempos. Brillaba por su ausencia. Es por eso que, pese a ser poco sutil, la desfachatez de Riley –aunque amparada por el tentáculo televisivo de Amazon, todo hay que decirlo– se antoja tan necesaria. Porque quizá, en tiempos de manipulaciones mediáticas y amenazas neofascistas, la alegoría por sí sola ya no sirve y, de vez en cuando, no está de más despojarse de la máscara del subtexto y gritar explícitamente qué mensaje se quiere transmitir. A priori la historia de un gigante adolescente afronorteamericano, “Soy virgo” termina erigiéndose como desvergonzada ficción agitprop, un negativo de la franquicia superheroica de turno que nos recuerda de dónde proviene el verdadero poder. ∎

Surrealismo con mensaje político.
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