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Hablemos del amor.
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Maria Rodés

El amor es un campo de batalla

Fotos: Alfredo Arias

28.10.2022
En su nuevo álbum, la cantautora catalana se abre por fin al amor y abandona los grandes conceptos para ofrecer un disco íntimo y sincero, cercano y ligeramente ensoñador, que recorre el ciclo de la emoción por la vía del desencanto, desde la inocencia de los primeros días hasta la muerte de la pasión. Hasta el hastío del fin del mundo.

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ice Maria Rodés que lanzarse a la aventura de hacer “Contigo” (2021), un disco de amor y desamor con David Rodríguez –La Estrella de David–, desbloqueó en ella muchas barreras emocionales, mucho rechazo a temáticas que pueden pecar de simplonas. De repente, y en plena pandemia, se vio rescatando cartas de la adolescencia, inflamadas de pasión ciega y plagadas de promesas de eternidad, abriendo heridas para sanarlas, buscando la esperanza entre la negrura y el aislamiento. Para mantenerse creativamente activa agarró la guitarra, como hace siempre, y se propuso el reto –o el juego– de escribir una canción al día durante el confinamiento, sin mucha mayor pretensión.

No aguantó mucho, dice que unos dieciséis días, pero lo que salió le llamó la atención: podemos trazar nuestras vidas siguiendo la cronología de nuestros amores y nuestros desamores, de nuestras grandes esperanzas y nuestras mayores decepciones. Revisó el material, descartó tres canciones, modificó un poco las otras trece –aunque “no mucho”– y se decidió a sacarlo a la luz con el título de “Fuimos los dos” (Elefant, 2022). “Vi que tenía sentido”, explica, mientras disfruta de un té con leche y un pedazo de bizcocho de chocolate a la cerveza que comparte amablemente en la cafetería del madrileño cine Doré. “Retrata un momento muy especial para mí: dejar constancia de ello, sacar una foto, me gustó mucho”.

A sus 35 años, la de Cabrera de Mar tiene cuerda de sobra en el complicado campo de batalla del amor. Y este disco da buena cuenta de ello, pero también funciona como un tratado sobre lo que puede ser y sobre cómo emplearlo para hablar de otros conceptos, como la muerte, la necesidad, la alegría, la soledad, la salvación o el mundo exterior como amenaza. Y aunque pueda parecer una ocasión para optar por lo lumínico, y pese a que “Recordarte” nos deje ver a una Maria nunca vista, incondicionalmente enamorada, su lírica siempre termina deslizándose hacia los abismos de la inquietud, amenazada por la sombra de la soledad. De todo ello hablamos con una Rodés cada día más cómoda en su condición de verso suelto del pop español, ajena a lograr el verdadero reconocimiento que merece.

“Recordarte”: mensaje con buenos deseos.

La pandemia ha sido un buen momento para escarbar y se ha reforzado esa idea de ir hacia adentro en muchos artistas. Este es un disco obviamente muy influido por la pandemia.

Hubo mucha gente que me dijo que nadie quería oír hablar de la pandemia y que por qué sacar un disco en el que esté de un modo u otro tan presente. Y lo entiendo, porque a lo mejor no son temas agradables o que apetezcan, pero luego hay un punto de “joder, hemos vivido algo histórico, único, ¿cómo no lo voy a retratar?”. Incluso por mí, ¿eh? Para mí es como una foto y cuando tenga 80 años diré: “Hostia, mira, el disco de la pandemia, ¿te acuerdas de cuándo nos encerraron?”. Los artistas van con el mundo y es totalmente normal que den testimonio de lo que sucede, más con acontecimientos tan significativos o con cambios sociales tan grandes.

Está inspirado en una ruptura. ¿Real? ¿Reciente?

Hay una ruptura, pero no es inmediata. Y luego también aparece otra ruptura muy anterior. Es como que abrí el mundo de la ruptura, hice un poco de catarsis y surgieron otras historias que tienen algo que ver. También rescato algunas cartas de amor que escribí de pequeña y en las que me veo escribiendo de una forma tan distinta a luego de adulta.

La narrativa del amor-desamor da bastante juego al final, ¿no?

Es toda una vida, ¿no? Entonces el disco sí que concreta una ruptura real, pero también abarca otras rupturas y, sobre todo, lo que es para mí el ciclo del amor, desde la ingenuidad y la pasión de la adolescencia hasta el desencanto.

“Hay una ruptura, pero no es inmediata. Y luego también aparece otra ruptura muy anterior. Es como que abrí el mundo de la ruptura, hice un poco de catarsis y surgieron otras historias que tienen algo que ver”



El peso de la vida te hace oscuro…

Totalmente. Veo esos “te quiero mucho”, “eres lo mejor que me ha pasado”, “nunca conoceré a nadie como tú” de las cartas que te digo… una cosa superapasionada y como de fe loca en el amor.

Tenemos esa sensación de que los primeros amores también son los últimos, ¿no?

Sí, y a lo mejor es así, a lo mejor como el primer amor no hay ninguno, puede ser. Me hace gracia que esa narrativa de ruptura se convierta en algo más global, en una reflexión sobre el desencanto en la vida, de la complejidad de cómo nos relacionamos o de cómo vamos poniéndonos más a la defensiva según vamos sufriendo desengaños.

Vamos entrando poco a poco en el cinismo…

Exacto. La idea era representar esa evolución y cerrar el ciclo, volver al punto cero.

Hace poco le escuchaba a Omar Montes decir que le debe el éxito a su abuela porque fue ella la que le dijo que empezara a escribir canciones de amor, que es lo que le gusta a la gente, y que se dejara de tanto joseo. Y que si a Bad Bunny le había salido bien, pues que habría que intentarlo.

A mí me lo decía mucho David (Rodríguez, aka La Estrella de David) también. En plan: “No sé por qué nunca cantas sobre amor y siempre estás con conceptos, con la voz que tienes”. Y yo: “Bueno, no sé, es lo que me interesa”. David hizo un poco de catalizador. Porque además el disco de country que hice con él era básicamente un disco de amor y me sirvió un poco de desatascador emocional (risas). Y de repente dije: “Joder, si yo de amor tengo un montón que hablar, ¿por qué no lo he hecho?”. Y quizá es porque lo veía un poco cliché, un poco obvio, puede sonar infantil, fácil… Pero realmente, joder, es el gran tema. Y en mí particularmente, que me considero bastante amorcéntrica. No sabía muy bien por qué estaba esquivando este tema y esa idea también me atrajo.

En “Soltar las armas” dices: “Este silencio lo tendremos que hablar antes de que llegue el fin del mundo”. ¿Por qué se presta tanto el amor a retóricas tan catastrofistas?

Creo que la intensidad con la que vivimos el amor siempre se presta a esos extremos tan pronunciados, pero en este caso también quería trazar una relación con lo que estábamos viviendo, con el confinamiento y la pandemia, que nos parecían a todos un poco el fin del mundo. Pero sí, cada ruptura en cierto modo es una muerte, muere una parte de nosotros que se queda ahí. Todo el microcosmos que habías creado con esa persona, tu propia forma de ser con esa persona. Mueren muchas cosas, así que hay algo de catástrofe en el fin de una relación.

Abrir ventanas a la vida.
Abrir ventanas a la vida.


En la misma canción recurres también a esa comparación del amor con un campo de batalla rollo “Love Is A Battlefield”, de Pat Benatar. Es muy fácil entrar en metáforas bélicas cuando hablas de amor, pero también es un poco injusto porque implica de algún modo que hay bandos en el amor, que existe siempre un vencedor y un vencido.

Esto tiene mucho que ver con que las relaciones en el fondo dependen de las dinámicas tradicionales de poder, que son generalmente tóxicas. Pero, bueno, en una guerra mueren muchos y al final pierden todos de alguna forma. Esa canción es la primera de la cara B del disco, que para mí es un poco la cara oscura y habla del encierro no solo físico por la pandemia, sino también del emocional: deberíamos dejar de estar a la defensiva el uno con el otro, deshacer un poquito el hielo y vernos cara a cara y enfrentarnos al amor. El amor es un enfrentamiento en el que no solo afrontas a la otra persona; antes que nada te enfrentas a un montón de cosas de ti que no te gustan porque las ves proyectadas en el otro. Casi siempre las carencias que tienes en tu vida las proyectas en la otra persona, esperas que te salve, glorificas cosas… es complicado.

Has dicho que para ti la segunda parte es más oscura. ¿Por qué?

Creo que la primera parte es superpop, tiene las canciones más quinceañeras, la veo mucho más luminosa. De hecho, la primera canción dice algo como “si lo nuestro no va a ninguna parte, no me importa”, que es como empezar con esperanza, ilusionada, para luego darte cuenta de que, efectivamente, esto no va a ninguna parte. La segunda tiene un ritmo brasileño más alegre y luego está “Salgamos juntos al jardín”, que al principio es muy sixties y luego ya va entrando en otra movida; hay un sinte que enturbia un poco esa belleza. Me cuesta mucho estar en lo luminoso sin turbiedad; hacer algo brillante y sin oscuridad no es mi lenguaje. La última canción de esa cara A es “Se nos fue la luz”, que ya hace referencia a esta idea de una forma más explícita.

¿Puede ser este tu disco más luminoso?

¿Tú crees? A ver, es que los anteriores son superdark. Este es luminoso sonoramente, quizá. Pero, bueno, toda la segunda parte es bastante bajón (risas).

¡El más luminoso de los bajones!

El otro día me hizo gracia un chico que puso un tuit: “Suerte que está Maria Rodés para acompañarnos en los bajones”.


“Creo que la intensidad con la que vivimos el amor siempre se presta a esos extremos tan pronunciados, pero en este caso también quería trazar una relación con lo que estábamos viviendo, con el confinamiento y la pandemia, que nos parecían a todos un poco el fin del mundo”



Artista referencia de la bajona.

Me encanta, me sentí como una terapeuta pop.

¿Hay un revival de la bajona?

Nunca se fue la bajona, siempre ha habido artistas muy bajoneros. Yo qué sé, Sufjan Stevens por ejemplo, que me encantaba en mi juventud. Creo que va un poco en caracteres. A mí me inspira más la bajona que la alegría. O sea, yo estoy contenta y me voy a tomar una birra, no me pongo a tocar. Cuando estoy rayada es cuando digo: “Me quedo en mi casa a tocar”. Pillo la guitarra y me regodeo en mi mierda. Pero cuando estoy contenta no digo: “Voy a celebrarlo cogiendo la guitarra”.

Es curioso, ¿no? Porque se abre el tema ya clásico de la romantización del malditismo en muchos artistas, este rollo de que la inspiración solo viene de traumas, experiencias o situaciones negativas. En fin, relacionar la creatividad con la depresión.

Es un tema bastante complejo este que sacas. Yo sí creo que la creatividad, que el arte en general o la personalidad artística en concreto, nace un poco de resolver un conflicto interno. Hay pocos artistas que vengan de entornos idílicos, familias maravillosas e historias fáciles. Escarban ahí y la música que les sale es un síntoma del procesamiento o la resolución de ese conflicto. Resúmelo en que hay una relación muy directa entre la creatividad y el conflicto.

¿Y la pose?

Claro, después de eso, de ese conflicto inicial, que surge creo espontáneamente, de manera orgánica, creas un personaje. Y el problema es que empieces a convertirte en ese personaje. Si encima te haces conocido y ya se te relaciona con esa idea de persona triste que hace y dice cosas tristes, tú ya vas inconscientemente construyendo una vida acorde a ese personaje porque se van desdibujando las líneas y empieza a haber una especie de presión externa. La gente espera algo de ti, digamos. Y eso es muy peligroso porque puedes terminar perpetuando tu tragedia por comodidad, aunque sufras. Pero ya te digo que creo que es muy inconsciente esto, no creo que nadie joda conscientemente una relación para poder hacer canciones.

Alguien lo hará, seguro.

Sí, seguramente, pero me parece un poco masoca, la gente normalmente quiere ser feliz.

¿Sí?

Quieren, pero no saben cómo. Es un tema muy interesante porque es verdad que muchos músicos muy talentosos, por ejemplo, han tenido vidas muy de mierda y seguramente eran víctimas de sí mismos y de lo que se esperaba de ellos.

Que el sol nos ilumine.
Que el sol nos ilumine.


Y ahora la prensa no es muy definitiva en esto, pero antes, cuando tenía más peso en lo que la gente opinaba sobre las carreras artísticas, era muy común ver que cuando un músico tradicionalmente triste encontraba la felicidad, se casaba y tenía hijos y sacaba su daddy record, se recibía con rechazo. Se incrustó mucho esa idea de castigar los discos luminosos en trayectorias oscuras.

También está en ti, ¿no? Puedes no dejarte llevar y no hacer lo que se espera de ti. Y desde la bajona se pueden hacer cosas muy luminosas si lo enfocas como algo de lo que se puede salir y muestras esos procesos de escape, de esperanza. Yo qué sé, cada uno se monta la vida como puede: si te quieres quedar en el artista mártir… Yo no lo recomiendo. Es mejor ser feliz que hacer buenos discos, y si tu felicidad depende de hacer buenos discos tienes un problema.

Pero al final, ¿dónde estarías si todo el día fueses feliz?

No haría música. También puede ser que las personalidades más artísticas tengamos una sensibilidad especial a la hora de expresar la bajona y quizá hay gente que tiene otras maneras de procesarlo, lo ocultan más, prefieren mirar a otro lado… O, yo qué sé, se hacen alcohólicos o adictos al trabajo, o a las compras, o al deporte. Al final creo que hacer música, o arte en general, es una manera bastante sana de procesar las mierdas que nos pasan; tiene un punto terapéutico.

¿Has notado mucho las diferencias a la hora de grabar este disco respecto al que hiciste con La Estrella de David?

Es una producción más personal, el disco con David tiene un sentido más estándar porque buscábamos hacer un disco de country, siguiendo un estilo muy claro y de una forma muy ortodoxa, con la estructura del country siempre muy presente. Los solos de guitarra, por ejemplo. Además, la producción de aquel disco la hizo Sergio Pérez; David y yo no hicimos nada. Que es una cosa inédita para mí, porque siempre coproduzco mis discos y superviso todo lo que sucede en el estudio. El que lleva más las riendas del sonido y el peso de la producción es Joel Condal, pero yo estoy en todo momento con él. En “Contigo” yo escribí las canciones con David, se las pasamos a Sergio y lo hizo todo él con los músicos que contrató… Es otro estilo, no es el mío, pero fue muy interesante ver cómo era el trabajo de cantautora.


“Yo sí creo que la creatividad, que el arte en general o la personalidad artística en concreto, nace un poco de resolver un conflicto interno. Hay pocos artistas que vengan de entornos idílicos, familias maravillosas e historias fáciles. Escarban ahí y la música que les sale es un síntoma del procesamiento o la resolución de ese conflicto”



¿Y por qué habéis perseguido este sonido, más atmosférico pero también más pop, muy íntimo pero a la vez muy abierto?

No hay una causa. Soy muy intuitiva trabajando y nunca pienso demasiado por qué hago lo que hago en el estudio. Suelo tirar de lo que me interesa, de lo que me gusta. El mundo latino me gusta mucho, por ejemplo la música andina me flipa. No sé por qué, pero tengo una conexión muy especial con ella y casi siempre la intento incorporar de alguna forma. Sí que hubo una discusión sobre si lo mejor era hacer el disco superíntimo para reforzar esa idea de confinamiento y de recursos limitados, en plan guitarra y voz y fuera. Pero al final decidimos vestirlo un poco más. Tiene muchos arreglos, por ejemplo.

Y subidones, creo que la estructura de la mayoría de las canciones tiende a ser progresiva, ascendente.

Pues no lo había pensado. Es cierto. Me cuesta contenerme en los arreglos, en general. Es muy goloso para mí probar cosas, así que al final nos dejamos llevar por lo que nos apetecía, intentando siempre que conservara esta sensación de intimidad. Yo creo que lo conseguimos porque hay varios momentos de guitarra, voz y poco más.

Sí, justo en “Soltar las armas” hay una transición de la voz en segundo plano, más aislada, hacia el primer plano. Imagino que ese tipo de recursos son para ahondar en esa sensación de intimidad.

Sí, como empieza la cara B, la idea era tratar el sonido para que parezca que está fuera y de repente entra. Son trucos de Joel que yo no sé muy bien (risas). Tiene la cabeza esa binaural (se refiere al KU 100, un curioso micrófono de 360 grados con forma de cabeza humana patentado por Neumann en los años 70 y cuya versión actualizada ronda los 8000 euros) y hemos trabajado mucho con ella. En la última, “Madame Bovary”, también hay muchas cosas hechas con la cabeza binaural.

¿Es un sample lo que hay en esta canción, no?

Sí, es un sample de la película de los años 40. No lo digo mucho por si nos dicen algo por derechos, que está pillado de un vídeo de YouTube. Está cambiado el pitch, un poco deformado y tal, pero sí, es un sample. Me encantó porque era cerrar el disco de una forma un poco irónica: Madame Bovary es esa mujer eternamente insatisfecha que siempre está soñando vidas mejores, y me siento algo identificada con el personaje. Pero siempre con un tono de humor.

Humor-drama, ¿no?

Pues cinismo, pero en absoluto (risas).

Reflexión en positivo.
Reflexión en positivo.


Recuerdo haberte visto en el Auditorio Nacional de Madrid durante la pandemia, presentando “Lilith”, el álbum que publicaste en 2020. Llevabas en la banda a Pep Pascual, que utiliza instrumentos tradicionales e incluso materiales que no lo son para lograr texturas, bases rítmicas. ¿Ha sido influyente esa experiencia para toda la pátina drone que envuelve este disco?

Pep no está en este disco, pero me gusta mantener siempre ese aire tradicional en las percusiones, por ejemplo. Al final ese mundo folclórico me atrae muchísimo, como esta cosa de hacer percusiones pero sin una batería. Y obviamente en este disco está. En unas canciones más que en otras, pero sí. Hay muchos bombos que están hechos con la caja de la guitarra, hay mucho cortar y pegar. A Joel le gusta mucho esto y es una cosa que yo he hecho desde siempre. Cuando empecé, grababa en mi casa y lo hacía todo y para los ritmos metía hasta cucharas. Y esa parte de mí a Joel le gusta mucho, así que para este disco, que además tiene que sobrevolar esa idea de intimidad, hemos ido un poquito más allá. Para hacer un disco de amor ha sido la persona más adecuada porque es un amor de persona, somos superamigos y nos lo hemos pasado muy bien haciendo este disco. Por ejemplo para grabar los pianos, que los grabamos por partes porque yo no soy pianista, ha tenido una paciencia infinita. Es muy exigente con el sonido, graba muchísimas tomas... Tiene una paciencia que yo no tengo y que creo que un ingeniero de sonido ha de tener.

Son dos discos muy contrastados, o al menos esa sensación me da a mí.

La gran diferencia con “Lilith” es que este surge de una forma de escribir muy espontánea y muy concentrada en el tiempo y ese estaba muy tocado en directo antes de grabarse. Hicimos muchísimos bolos antes de entrar al estudio porque “Lilith” nació de un encargo para un festival de música sacra, se preparó para el directo. Y, claro, a la hora de grabar ya estaban las canciones muy tocadas y los arreglos muy pensados, con lo que quizá no daba tanta sensación de inmediatez.


“Cada uno se monta la vida como puede: si te quieres quedar en el artista mártir… Yo no lo recomiendo. Es mejor ser feliz que hacer buenos discos, y si tu felicidad depende de hacer buenos discos tienes un problema”



Este tiene un poso más de cantautora. ¿Te sientes cómoda con esa etiqueta?

Sí, también. Es una etiqueta que me creo. Suena un poco antiguo, pero sí. Lo que a mí me llevó a la música, en cualquier caso, fue cantar. Y luego ya empecé a escribir para poder cantar. En plan “¿qué voy a hacer?, ¿cantar estándares de jazz y de bossa nova en baretos?”. No lo veía claro. Así que empecé a escribir canciones y le fui pillando el gustillo. Pero si lo piensas, “Maria canta copla” (Chesapik, 2014) vuelve a responder a ese impulso de cantar canciones de otros, porque me encanta cantar.

¿Has pensado ya cómo vas a girar este disco?

Voy a seguir con las chicas (se refiere a Isabelle Laudenbach, Marina Tomás y Marta Roma, integrantes de su banda de directo). No hemos ensayado aún, pero quiero darle una vuelta para trasladar a los conciertos la sensación de intimidad del disco, que se genere un ambiente muy cercano, familiar. El de las brujas era más abierto, era un formato más versátil. Este sí creo que necesita distancias cortas.

¿Y el futuro?

Ahora estoy muy interesada en hacer algo más escénico y alejarme de la idea de un disco. Me gusta mucho grabar, pero ya llevo muchos discos y me gustaría explorar otras vías de expresión con la música. Bandas sonoras me fliparía, pero es un mundo difícil (risas).

Ya para terminar, y más por la curiosidad, David Byrne pidió expresamente en 2018 que fueras su artista invitada la última vez que vino a España para el festival Noches del Botánico. Por lo visto, lo conquistaste con “Maria canta copla” y por aquel entonces hasta te llevó al festival Meltdown. Imagino que habréis hablado y que te habrá explicado qué ve en ti, por qué razón le gustas tanto.

Yo creo que es un tío al que le gusta mucho investigar sobre la música que se hace en todo el mundo y en aquel momento le obsesionaba España. Mi mánager de entonces le mandó el disco porque tenía un contacto de un contacto, había un cierto lazo, y le moló. Es increíble él porque, aun siendo supertop, tú le envías un correo electrónico y si ya eres de su círculo te contesta a los quince minutos, es supercercano. Recuerdo la primera vez que le mandé un correo y fue como: “¡Pero si ni mis amigos me contestan tan rápido!”. Nos invitó a tocar en Inglaterra y cuando vino debe ser que se acordó de mí. Un lujo, la verdad. Siempre me ha gustado bastante la música de Talking Heads, pero de lo que soy verdaderamente fan es de él como persona. Tiene una curiosidad de niño, todavía. Estábamos en el bolo del Botánico y el hombre estaba ahí, a un lado del escenario, mirándome. Increíble. ∎

Pionera en la sombra

La reivindicación de lo local, de las tradiciones periféricas, de las formas espontáneas y milenarias de hacer música y de hacer arte –de aquello que nos conecta con lo radical, con lo comunitario, cómo las distintas raíces enterradas convergen y brotan al exterior en un mismo tronco– ha sido una de las características que podemos apreciar en los movimientos musicales de los últimos años. Era un territorio generalmente explorado en entornos minoritarios, relacionados con la vanguardia experimental del folk –ahí está Mercedes Peón– y obviamente con el flamenco –Estrella Morente yendo y viniendo desde su tradición a la canción folclórica–, pero que rara vez permeaba en dinámicas más generalistas.

Maria Rodés coincide. A principios de 2014 lanzó “Maria canta copla”, un trabajo en el que desnudaba el género y modulaba sus pasiones extremadas hacia terrenos más introspectivos. “Pero aquel disco no funcionó tanto al principio. Este rollo de hacer cosas folclóricas todavía no estaba muy de moda y extrañó que una tía catalana se arrancara con un disco de coplas”, confiesa. Maria se había atrevido a reinterpretar una tradición que además le era naturalmente ajena y no tuvo toda la atención que podría haberse esperado.

Pocos meses después, le recuerdo, salió “granada” (2014), de Sílvia Pérez Cruz y Refree, que insiste –aunque desde una vanguardia maximalista y morentiana– en la reescritura del pasado musical. “Aquello era otra cosa. También cogían canciones, pero no había un género o una dirección concreta: iban de canciones francesas al flamenco o al romanticismo… Sí es cierto que compartía esa idea de la reinterpretación de algo culturalmente lejano y que después de eso hubo un boom”.

“granada” acaparó los focos, seguramente por la reputación que precedía a sus autores. “Recuerdo que en la crítica de ‘Mondo Sonoro’ ponían algo como ‘poco se va a hablar del disco de Maria Rodés porque ha salido el disco de Sílvia’”. Se ríe, se lo toma con humor. “Ha ido creciendo desde entonces, ha ido calando y cogiendo solera”. Refree tuvo mucha parte de la culpa: a él le debemos brillantes ejercicios de reinterpretación como “El Niño” (2014), de Rocío Márquez; “Los Ángeles” (2017), de Rosalía; “Antología del cante flamenco heterodoxo” (2018), de Niño de Elche; o “Manual de cortejo” (2019), de Rodrigo Cuevas. También un proyecto de fado con la portuguesa Lina, sus trabajos sobre la tradición castellana con La M.O.D.A. o los más recientes sobre el flamenco con Guitarricadelafuente y Perrate. Hoy tenemos también a Baiuca, a Maria Arnal i Marcel Bagés, a Califato 3/4, Israel Fernández, Paco Moreno, María José Llergo, Los Hermanos Cubero, Verde Prato e incluso el inesperado éxito masivo de Tanxugueiras, así como el proyecto de Márquez y Bronquio o el de Perrate y Miguel Marín “Árbol”.

“Pero es cierto que ‘Maria canta copla’ es de los primeros en hacer esto”. A Cleopatra lo que es de Cleopatra. ∎

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